Capitán británico Geoffrey Cardozo después de llegar a las islas Malvinas, tras el fin de la guerra, en 1982
EL RESPETO DEL ENEMIGO
El General Sir Michael Rose dirigió las operaciones del Servicio Especial en el teatro durante la Guerra de lasMalvinas , después de lo cual fue ascendido a coronel el 30 de junio de 1982, [14] y mencionado en los despachos. [15] Llevó a cabo negociaciones con las fuerzas argentinas para organizar su rendición desplegando algunas de las habilidades que había aprendido del asedio de la Embajada de Irán.
NO TE HEMOS OLVIDADO
BUENOS AIRES — EL 2 DE ABRIL DE 1982, CUANDO ARGENTINA LE DECLARÓ LA GUERRA A INGLATERRA POR LAS ISLAS MALVINAS, EL CAPITÁN GEOFFREY CARDOZO TRABAJABA EN EL ÁREA DE LOGÍSTICA DEL MINISTERIO DE DEFENSA DE GRAN BRETAÑA, TENÍA 32 AÑOS Y NO SABÍA NADA DE CONSTRUIR CEMENTERIOS.
Pero entendía del dolor y era creyente: eso fue suficiente para que se convirtiera en el militar británico que le devolvería la dignidad y la identidad a cientos de soldados argentinos muertos en Malvinas. Cardozo es el hombre que, al finalizar la guerra, viajó a las islas y se encargó de construir el Cementerio de Darwin, donde hoy yacen más de doscientos argentinos; pero también el que hizo posible que muchos de esos restos pudieran recuperar sus nombres décadas después. Porque cada vez que enterraba un cuerpo sin identificación pensaba en su familia.
“Pensé en mi madre, que me había dado un abrazo muy fuerte cuando me fui. Pensé en cada madre con la imagen de la mía y enterrar sin conocer a alguien fue muy difícil. Estas familias estaban muy cerca de mí, en cada paso que daba”, cuenta ahora Cardozo, una tarde de fines de marzo en Buenos Aires, de regreso de un viaje a Malvinas donde acompañó a 210 familiares a reencontrarse con sus hijos luego de 36 años, en el mismo cementerio donde él les dio sepultura.
Familiares de algunos de los noventa soldados argentinos identificados se despiden de ellos luego de 36 años, el lunes 26 de marzo, en el cementerio Darwin en las islas Malvinas. Credit Caiti Beattie/Associated Press
De los 121 soldados argentinos que Cardozo enterró sin nombre después de la guerra, apenas han podido ser identificados noventa, y para eso tuvieron que pasar décadas. El largo camino que llevó a esas familias a reunirse con sus hijos involucró al Equipo Argentino de Antropología Forense, al Comité Internacional de la Cruz Roja, al músico Roger Waters, a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, a tres veteranos de guerra argentinos y a una OSC. Pero empezó con la empatía de un militar inglés de apellido español y con su cuaderno de notas.
‘NUNCA IMAGINÉ QUE PASARÍAN TANTOS AÑOS’
Cuando la guerra de Malvinas terminó con la derrota de Argentina, tras dos meses y medio de combate desigual, el gobierno británico le encomendó al capitán Geoffrey Cardozo viajar a las islas para mantener el orden entre las tropas inglesas y la población, que habían quedado muy traumatizadas con los enfrentamientos.
A pocos días de su arribo, Cardozo fue a inspeccionar los campos de minas y se encontró con los primeros cuerpos de soldados argentinos. “Para llegar al lugar yo tenía que tomar un helicóptero, bajar una cuerda, cuidarme de no poner el pie en una mina y buscar una identificación que finalmente no encontraba. Ahí me di cuenta de que tenía un problema enorme”, dice.
Cardozo cuenta que informó de esta situación a sus superiores y ellos decidieron cambiar su misión: le encomendaron que se encargara de los cuerpos. Él no sabía nada de construir cementerios, así que buscó asesoramiento de empresas fúnebres inglesas y regresó a las islas con los profesionales indicados. A diez meses del inicio de la guerra, en febrero de 1983, el capitán y su equipo pusieron punto final a la misión con la sepultura de más de doscientos soldados argentinos, en un terreno donado por un granjero de Darwin.
Más de un centenar de cuerpos no tenía identificación. Cardozo escribió sobre sus lápidas la leyenda “Soldado argentino solo conocido por Dios”
Geoffrey Cardozo en los alrededores de Puerto Argentino, en las islas Malvinas, en 1982 CreditGeoffrey Cardozo
“Cada noche, durante mi operativo en Malvinas, yo escribía todo lo que había hecho ese día y tomé notas de todo lo hallado en cada cuerpo. Lo hice diariamente, con mucha disciplina, porque debía hacerlo, por el futuro de ellos. Al marcharme de las islas sentí un alivio enorme por haber cumplido bien mi trabajo, pero también una frustración por todos los chicos que no había podido identificar”, recuerda.
Ese informe fue escrito a mano y se archivaron tres copias de él. Una de ellas fue desempolvada en 2008, cuando Cardozo conoció a tres excombatientes argentinos en un encuentro amistoso en Londres. Durante la reunión, el militar inglés retirado supo que las familias de los 121 soldados no identificados nunca habían obtenido una respuesta a su reclamo, y que esos padres iban envejeciendo sin haber despedido a sus hijos.
Después del encuentro, Cardozo revisó sus archivos de trabajo hasta que encontró un viejo sobre de papel madera que tenía bien guardado. Allí estaban esas páginas escritas a mano, acompañadas de dibujos, diagramas y números. Era su bitácora de campaña, donde había anotado cada detalle de cada cuerpo que había enterrado, incluida su ubicación.
El día que los tres veteranos regresaban a Argentina, al momento de despedirse de ellos, Cardozo les entregó ese documento, que sería clave para el operativo de identificación de los soldados sin nombre en el Cementerio de Darwin. Aún tendría que pasar casi una década para que pudieran llevarlo a cabo.
“En aquel momento de posguerra pensé que en dos o tres años esos cuerpos serían exhumados por expertos argentinos para saber quiénes eran. Nunca imaginé que pasarían tantos años y me di cuenta de lo importante que fue enterrarlos con tanto profesionalismo. Usamos tres bolsas de PVC para envolver cada uno de ellos, lo que permitió que se preservaran tan bien, aún tanto tiempo después”, explica Cardozo.
‘AHORA SÍ TERMINÉ MI TRABAJO’
Entre 2008 y 2016, el militar inglés acompañó desde su país a los veteranos que regresaron de Londres con un documento y una misión: encontrar a las familias de los 121 soldados sin identificar. Fundaron la organización de la sociedad civil Nomeolvides y a ella se sumó la periodista Gabriela Cociffi, cuyo trabajo fue esencial para todo lo que lograrían años después.
Desde el retorno a la democracia en 1983 hasta 2012, ningún gobierno argentino quiso ocuparse de ellos. Fue, insólitamente, el pedido que hizo el músico Roger Waters durante su visita a Argentina el que movilizó a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner a interesarse en la misión de la organización y llevar el tema a la ONU.
Si bien Inglaterra no mantenía diálogo diplomático con Argentina, la intervención del Comité Internacional de la Cruz Roja hizo posible que, en diciembre de 2016, luego de años de negociaciones, se firmara un acuerdo entre ambos países para llevar adelante una misión humanitaria que llevaba décadas postergada.
El trabajo de exhumación para identificar los cuerpos se realizó entre el 20 de junio y el 7 de agosto de 2017. Al finalizar, los profesionales del Equipo Argentino de Antropología Forense y el Comité Internacional de la Cruz Roja destacaron que lo hecho por Cardozo fue tan importante como las pruebas de ADN para lograr resultados. Sin su informe y su minucioso trabajo de construcción del cementerio, todo hubiera sido demasiado difícil.
El militar inglés retirado Geoffrey Cardozo, a fines de marzo de 2018, en Buenos Aires
Credit Teresa Sofía Buscaglia
Credit Teresa Sofía Buscaglia
El 26 de marzo pasado, 210 familiares de soldados argentinos viajaron a las islas Malvinas para reunirse con sus hijos después de 36 años. La mayoría de ellos quedarán enterrados allí, donde aquel joven capitán inglés les dio sepultura, esperando que algún día llegara este momento. Y él estaba allí para presenciarlo. “Ahora siento mucha paz por ellos”, dice Cardozo. “Ahora sí terminé mi trabajo”.
¿Cómo fue el encuentro de las familias con sus hijos ya identificados?
Fue algo excepcional, fue un enorme alivio para ellos. Viajamos juntos en el mismo avión y he pasado mucho tiempo con cada familia. Al llegar al cementerio los observé desde lejos y vi que los familiares caminaban a la puerta de ingreso con ritmo lento, con caras tristes, con gestos de resignación, con una actitud de cansancio e incertidumbre. Sus pasos eran muy pesados. Al llegar a cada una de las tumbas y leer las placas con el nombre de sus hijos, se sentaron frente a ellas con lágrimas, en profundo silencio. Estaban acompañados de veteranos de guerra argentinos, militares ingleses, autoridades de ambos países y, luego de la ceremonia religiosa, pude ver a estas mismas familias que volvían por el mismo camino pedregoso con caras de alivio, las cabezas en alto, con pasos más ligeros y mucha pazen sus corazones.
¿Cómo piensa usted que seguirá este conflicto diplomático?
Hace tres años, cuando vine a Argentina por primera vez, recién me di cuenta de cuán importante es el tema Malvinas para los argentinos. Hablé con la gente, con los taxistas, con los mozos en los cafés, compré libros sobre el tema y no sé si un inglés puede darse cuenta de esto. Tampoco sé si los argentinos pueden entender lo que hay en el corazón de los isleños y lo que ellos sintieron con la guerra. Creo que es muy importante comprender estas cosas antes de buscar una solución.
¿Por qué sintió tanto compromiso e hizo un trabajo tan cuidadoso al enterrar a los soldados argentinos en Malvinas?
Sentí que eran nuestros “chicos”. Cuando digo “chicos”, para mí, no dejan de ser hombres, soldados, héroes… En inglés, entre los oficiales, nos referimos a nuestros soldados como “chicos” porque tenemos una responsabilidad hacia ellos. Por eso, para mí, eran “mis chicos” en ese momento. Eran huérfanos y yo era la única persona que se podía encargar de ellos. Pero ahora… ahora tienen a sus padres.
Geoffrey Cardozo, el capitán britanico que enterro a los argentinos caídos en Malvinas. Foto AP
GEOFFREY CARDOZO: “LOS ARGENTINOS NO TIENEN AÚN REAL DIMENSIÓN DE LO VALIENTES QUE FUERON SUS SOLDADOS”.
El capitán Geoffrey Cardozo llegó a las Islas Malvinas, el 15 de junio de 1982, al día siguiente de la rendición argentina. Formaba parte de las fuerzas británicas en la guerra del Atlántico Sur, en la Logística. Trabajó, arduamente, en la tarea de enterrar a los soldados argentinos, muchos de ellos sin identificación. Fue el creador del cementerio de Darwin, a 88 km. de Puerto Argentino, gracias a la donación de un isleño. Apoyado en su profesionalismo, valores familiares y creencias religiosas realizó un trabajo excepcional que 35 años más tarde serviría para la esperada, no sólo por los familiares, identificación de nuestros héroes. Junto a Julio Aro está postulado por la Universidad Nacional de Mar del Plata para el premio Nobel de la Paz.
¿Cómo fue su llegada a las islas?
Inicialmente, mi tarea era la responsabilidad y el bienestar de nuestros soldados en la post guerra. Considerando la importancia de los sobrevivientes. Tenían adrenalina en sus venas, quizás por alcoholismo, heridas o violaciones. Sabíamos que había cuerpos y teníamos que tomar la responsabilidad de dar una sepultura digna. Esperamos que el gobierno argentino tomara la iniciativa para hacerlo, pero eso no sucedió. Permanecí en las islas 8 meses. Necesitábamos expertos para ese trabajo, hombres entre 30 y 40 años, que tuvieran una madurez sicológica y fuerza física para hacer la tarea. Los instruimos, militarmente. Cuando encontraba un cuerpo, rezaba. En enero de 1983 se hizo un informe muy detallado del trabajo de identificación que duró 5 semanas.. La ceremonia de sepelio, con los honores merecidos, fue 19 de febrero. Los argentinos no tienen, aún, real dimensión de lo valientes que fueron sus soldados.
¿Qué sintió entonces?
Dicen que hice algo extraordinario, no es así. Hice algo ordinario, normal. Con respeto y amor como si fueran mis hijos. Mi madre me despidió a mis 32 años. Nunca antes ella me había abrazado así, quizás ella pensaba que nunca volvería de la guerra. De frente al primer cuerpo, pensé en mi madre e inmediatamente, en la madre de ese héroe argentino. La palabras cuerpo, muerte, nunca son palabras fáciles.
¿Qué marca le dejó aquella experiencia de la posguerra en Malvinas?
Algunos quedaron con secuelas sicológicas traumáticas, no todos logran la resiliencia. Trabajé muchos años en Veterans Aid y pude ver de cerca las marcas profundas de la guerra. Ahora, formo parte de un proyecto en Ginebra, “The Management of the Dead” sobre desaparecidos en terremotos, inmigrantes que cruzan en barco de Libia a Grecia, etc. En los documentos de la ley internacional, humanitaria, se llaman cuerpos. Los excelentes resultados de este proyecto se utilizarán como modelos para otros grupos humanitarios. Si hablamos de cuerpos, de muertos, se transforman en objetos, sin valor legal. Tenemos que hablar de personas con una historia y un legado, entonces hay un valor. Algunos abogados, en Ginebra, me han dicho: “hay que cambiar ese concepto”.
En 2008, Usted protagoniza otro acontecimiento: su encuentro con Julio Aro en Londres...
Antes de aquel encuentro, supe por internet que los familiares no sabían dónde habían quedado sus soldados. Se hablaba de fosas comunes e inclusive que en el cementerio de Darwin no había nada debajo de las cruces. La providencia hizo que fuese uno de los traductores designados, en Londres, cuando Julio Aro junto a otros ex combatientes buscaban técnicas de sanación post guerra. Les entregué una copia del informe pormenorizado, donde constaba todo sobre los soldados sin identificar. Ese sería el comienzo, conjuntamente con la creación de la Fundación “No Me Olvides” para llevar a los familiares una esperanza, pensando en una posible identificación. Destaco el enorme y comprometido trabajo de Julio Aro.
Años después, en 2015, viaja a la Argentina para contactar a las familias...
Lo hice de modo personal. Las familias sabían poco. Quería confortar a las madres. Dar credibilidad al informe. Fui a al Chaco, supe que era una provincia aislada del país. Confirmarles que había un cementerio, también les mostraba el video de la ceremonia en Darwin. En mayo de 2016, la Cruz Roja Internacional me contacta para el proyecto de identificación, con el acuerdo de los familiares. En 2017, volví a las islas con el equipo asignado. Sentí temor de que ellos no hicieran el trabajo apropiadamente. Tenía que proteger a “mis chicos” Advertí que estos hombres y mujeres no sólo eran científicos, antropólogos, forenses, eran personas confiables. Hay historias fabulosas de post guerra, no debemos olvidarlas. De la historia contemporánea, este proyecto de identificación de los soldados argentinos es fabuloso. El alivio, el reconocimiento al ser humano en su país. No son desaparecidos, son seres humanos. No sólo las familias, se involucraron muchas personas. Es un movimiento humanitario.
Finalmente, en 2018, protagoniza el primer viaje a las islas con los familiares...
Significó el comienzo de los frutos del proyecto. El alivio para padres que sobrevivieron a sus hijos. La certeza de que el trabajo no había sido en vano, que valió la pena. Nos falta la identificación de 10 humanos que no tienen un ser y tenemos que juntar el ser humano, al ser que no son cuerpos, son personas. Si en un año pudiéramos identificar a estos hombres que tienen nombre y no son NN ( no name), entonces podría decir que he cumplido mi misión. Sin dudas, la más importante de mi vida.
Geoffrey Cardozo, el capitán britanico que enterro a los argentinos caídos en Malvinas. Foto AP
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