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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

27 de octubre de 2019

LA BATALLA DE "EL TALA", 27 DE OCTUBRE DE 1826 (Primera guerra civil en el Interior) ENTRE LAS TROPAS DEL CAUDILLO RIOJANO JUAN FACUNDO QUIROGA Y EL GOBERNADOR DE TUCUMÁN, GREGORIO ARÁOZ DE LAMADRID.

El Tala - Tucumán - Argentina
La Batalla de El Tala (27 de octubre de 1826) fue un combate ocurrido durante las guerras civiles argentinas, entre las tropas del caudillo riojano Juan Facundo Quiroga y el gobernador de Tucumán, Gregorio Aráoz de Lamadrid, el 27 de octubre de 1826, que se saldó con una victoria de Quiroga.4
Guerras civiles argentinas
Guerra Civil.jpg
Desde arriba la izquierda: Batalla de Arroyo Grande, ejecución de Manuel Dorregobatalla de Pavón, muerte deJuan Lavalle, asesinato de Facundo Quirogabatalla de Caserosbatalla de Famaillá y batalla de la Vuelta de Obligado.

Fecha1814 - 1880
LugarArgentina
ResultadoFederalización de Buenos Aires
Sanción de una Constitución federal
Beligerantes
 Federales
 Blancos
 Unitarios
 Colorados
Comandantes
José Artigas
Juan M. Pueyrredón
🔺La Argentina estuvo sometida a una serie de guerras civiles durante gran parte del siglo XIX, como resultado de las cuales se definió la forma de gobierno que rige a ese país hasta la actualidad.
El período de las guerras civiles argentinas se extendió desde 1814 hasta 1880. En la primera de esas fechas se registró la aparición del partido federal como opción al centralismo heredado de la administración colonial. En 1880, una vez logrado un acuerdo general en torno a la economía liberal y aperturista, la organización federal del gobierno y la Constitución Argentina de 1853, se decidió la federalización de la ciudad de Buenos Aires como capital de la República Argentina.
En diversos períodos participaron en los conflictos fuerzas extranjeras, de países vecinos y de potencias europeas, los cuales apoyaron en general al bando centralista en defensa de sus intereses comerciales y estratégicos.
Batalla de El Tala
Guerras civiles argentinas
(Primera guerra civil en el Interior)
Fecha27 de octubre de 1826
LugarExtremo sur de la provincia de TucumánArgentina
ResultadoVictoria de los federales
Beligerantes
Bandera regimientos federales.png Ejército Federal
Black 30x30.png La Rioja
Bandera argentina unitaria de guerra.png Ejército Unitario
Black 30x30.png Tucumán
Comandantes
Juan Facundo QuirogaGregorio Aráoz de Lamadrid  (WIA)
Fuerzas en combate
1.0001​-1.2002​ jinetes1.0001​-2.0003​ soldados
ANTECEDENTES
El coronel Lamadrid había sido enviado al norte argentino a reclutar tropas para la guerra del Brasil, pero aprovechó las primeras que reunió para deponer al gobernador tucumano Javier López y ocupar la gobernación de su provincia natal. Poco después tomó parte en una pequeña guerra civil local en la vecina provincia de Catamarca, asegurando el triunfo para el contendiente del partido unitario.
Poco antes, el conflicto interno había sido pacificado gracias a la intervención de Facundo Quiroga, que había salido de garante de un arreglo pacífico entre las partes; pero la intervención de Lamadrid violó ese arreglo, y Quiroga buscó recomponer el equilibrio, interviniendo en la guerra civil. Tras varias idas y venidas de ambos vecinos, Quiroga logró el triunfo para el candidato federal y, para evitar nuevas intromisiones, invadió Tucumán para derrotar al ejército de Lamadrid.
Juan Facundo Quiroga
Facundo Quiroga por Fermepin.JPG


5.° Gobernador (provisional) de la Provincia de La Rioja
28 de mayo de 1823-22 de julio de 1823
PredecesorNicolás Dávila
SucesorBaltasar Agüero

Información personal
ApodoEl Tigre de los Llanos
Nacimiento27 de noviembre de 1788
Bandera de España San AntonioLa RiojaIntendencia de Córdoba del TucumánVirreinato del Río de la Plata
Fallecimiento16 de febrero de 1835
(46 años)
Bandera de Argentina Barranca YacoCórdobaArgentina
Lugar de sepulturaCementerio de la Recoleta Ver y modificar los datos en Wikidata
NacionalidadArgentina Ver y modificar los datos en Wikidata
Partido políticoFederal
Familia
CónyugeDolores Fernández Cabezas
Información profesional
OcupaciónGanaderominero y militar
Rango
Participó enGuerras civiles argentinas
Por otro lado, el presidente Bernardino Rivadavia, que no era reconocido en todo el país ni mucho menos, encargó a Lamadrid deponer a los gobernadores que se negaban a reconocerlo,5​ entre ellos los de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Quiroga comprometió al gobernador de esta última, Juan Felipe Ibarra, pero éste sufrió una invasión desde Salta por el coronel Francisco Bedoya y 1.200 tucumanos y salteños,6​ que le impidió participar, viendosé obligado a llevar a cabo una campaña de tierra arrasada que logró hacer retroceder al enemigo.4
Gregorio Aráoz de Lamadrid
Aráoz de Lamadrid Gregorio.jpg

Escudo de la Provincia de Tucumán.svg
Gobernador de la
Provincia de Tucumán
26 de noviembre de 1825-4 de noviembre de 1826
PredecesorJavier López
SucesorManuel Berdía

5 de diciembre de 1826-12 de julio de 1827
PredecesorJuan Venancio Laguna
SucesorNicolás Laguna

Coat of arms of La Rioja province.png
Gobernador de la
Provincia de La Rioja
junio de 1830-febrero de 1831
PredecesorGaspar Julián Villafañe
SucesorTomás Brizuela

Escudo de la Provincia de Tucumán.svg
Gobernador de la
Provincia de Tucumán
10 de enero de 1841-23 de mayo de 1841
PredecesorPedro Garmendia
SucesorMarco Avellaneda

Mendoza province COA.png
25.° Gobernador de la Provincia de Mendoza(Provisorio)
5 de septiembre de 1841-24 de noviembre de 1841
PredecesorJosé María Reina
SucesorJosé Félix Aldao

Información personal
Nombre en españolGregorio Aráoz de La Madrid Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento21 de noviembre de 1795 Ver y modificar los datos en Wikidata
San Miguel de TucumánArgentina Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento5 de enero de 1857 Ver y modificar los datos en Wikidata (61 años)
Buenos Aires, Argentina Ver y modificar los datos en Wikidata
NacionalidadArgentina Ver y modificar los datos en Wikidata
Partido políticoUnitario
Familia
CónyugeMaría Luisa Díaz Vélez
Información profesional
OcupaciónMilitar y Político
Rango
Participó enGuerras civiles argentinas 
DESARROLLO
Apenas entrado Quiroga en la provincia de Tucumán, le salió al encuentro Lamadrid con sus tropas, en el paraje de El Tala. El encuentro pareció comenzar con una rápida victoria del tucumano, pero una veloz recuperación de Quiroga desorientó a los hombres de Lamadrid.5​ Para empeorar las cosas, Lamadrid estaba enfermo de indigestión.
Puente sobre el Rio Tala - Límite Tucumán - Salta - Argentina
CONSECUENCIAS
Lamadrid fue seriamente herido en la batalla, y sus hombres huyeron. Creyéndolo muerto, los soldados de Quiroga desnudaron el cuerpo del jefe enemigo, pero cuando el jefe riojano lo buscó para darle sepultura, no encontró el cadáver. Lamadrid logró esconderse y refugiarse en Tucumán algunas semanas más tarde, donde logró reasumir el gobierno para una revancha.5​ Las heridas de Lamadrid quedaron como terribles cicatrices en su cara, y la pérdida de la mitad de una oreja, características que harían inconfundible la figura del jefe unitario en el futuro.
EL TALA
🔺El pueblo de El Tala, ubicado a centenares de metros del limite provincial con Tucumán en el cruce las de las Rutas provinciales 35 y 25. Tiene una población aproximadamente de 2.600 habitantes y cuya estación recuerda al Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos, soldado de la independencia que combatió en la Guerra Gaucha.
En 1873 se realizó el trazado de la Villa El Tala a cargo del agrimensor oficial el Doctor Carlos Schossig, el 16 de julio de dicho año en base del plano realizado por el ingeniero Guillermo Rucker esposo de la hermana mayor de Lola Mora.
El Tala cuenta con una escuela primaria y un colegio secundario. El patrono del pueblo es San Antonio de Padua cuya fiesta se realiza los 13 de junio.
El Tala - Tucumán - Argentina
LAS LUCHAS ENTRE LAMADRID Y QUIROGA - (UNITARIOS Y FEDERALES).
Tan pronto como Lamadrid se entera de que los unitarios están en el poder, y de que el país está dirigido por un gobierno de esa ideología, que encabeza Bernardino Rivadavia, escribe a Buenos Aires proponiendo sea organizado en Tucumán un gran ejército, porque 
"el único medio de enfrentar a los gobiernos de Santiago del Estero, Córdoba y La Rioja, es el de levantar una fuerza en Tucumán, para contenerlos y sujetarlos a la obediencia".
El gobierno de Buenos Aires acepta organizar esa fuerza, pero no en Tucumán, sino en Salta, "para no despertar sospechas", y previene a Lamadrid que con tal propósito remite a la provincia del norte dos mil fusiles y mil quinientos sables, íleon una tropa que deberá ser auxiliada durante el trayecto".
Entre tanto Quiroga, de acuerdo con Ibarra y con Bustos, presiona a Lamadrid para que desconozca a Rivadavia. Mas éste guarda una actitud cautelosa: ni dice, como en verdad podría hacerlo, que se solidariza con Rivadavia, ni da señales de declararse en contra. En vista de que Lamadrid no se resuelve, Quiroga, en representación propia y en la de sus aliados, se dirige al gobernador de Catamarca, exigiéndole que desconozca a Rivadavia. Gutiérrez, menos hábil que Lamadrid, le responde que no sólo se niega a lo que le pide, sino que le hace saber que ya tiene reconocido al gobierno de Rivadavia, y que le ha jurado obediencia.
Ante esta respuesta, Facundo se une con un contrincante de Gutiérrez llamado Figueroa Cáceres, avanza sobre Catamarca y lo pone en el gobierno después de hacer huir a Gutiérrez. Mas esto no basta, porque el enemigo sigue movilizándose, como se lo previene Bustos, en una carta urgente:
"Ha caído en mis manos una comunicación de Gutiérrez, Bedoya y Mota, para el Presidente Rivadavia, en la que solicitan se ordene a Tucumán y Salta para que los auxilien con tropas para atacar a usted en su provincia, y también se ordene a San Juan le haga la guerra a usted, que ellos lo atacarán al mismo tiempo".
Facundo no se intranquiliza mayormente porque, controlando la situación de Catamarca, tiene cubiertas las espaldas. Pero esto también dura poco, porque enterado Lamadrid de que Gutiérrez ha sido depuesto, manda al coronel Helguera con trescientos soldados de caballería y lo repone en el cargo.
Bustos insiste, Ibarra también solicita la invasión de Tucumán y el catamarqueño Figueroa Cáceres reclama acción, sin que Facundo se mueva, sin que ellos terminen de comprender el porqué de la actitud de este hombre desconcertante, siempre dispuesto a iniciar la pelea y ahora, al parecer, vacilante. En realidad, Facundo está tan resuelto a la pelea como siempre, y si sus aliados se desconciertan ante la actitud que asume, es porque no lo conocen en sus verdaderas dimensiones.
¿Qué pretenden Bustos, Ibarra y Figueroa Cáceres? ¿Que sean solamente las manos de Facundo las que saquen las castafías del fuego? Lo que ocurre es que sus aliados no comprenden que en Facundo hay una doble personalidad: la del jugador, impulsivo, vehemente, siempre dispuesto a ganarlo o a perderlo todo en un instante, y la de aquel que se crió con los solitarios del desierto, acostumbrados a practicar "el misterioso arte de la espera".
Vuelve a insistir una vez más Bustos. ¿Por qué continuar esperando? ¿Acaso es posible que lo sigan haciendo indefinidamente sin exponerse a que el enemigo los acorrale?
Un buen día, cuando nadie lo espera, Facundo se dirige a Ibarra y a Bustos para que estén listos a fin de iniciar la guerra. Llama a Figueroa Cáceres, rompe su marcha con él, llevando trescientos infantes y ochocientos jinetes, derrota a Gutiérrez en Catamarca, lo pone nuevamente en fuga y cuando los tucumanos quieren darse cuenta, está sobre ellos, como el propio Lamadrid lo admite:
“Fue tan rápido el movimiento de Quiroga, que cuando me llegó la noticia a Tucumán, el 20 de octubre, se aproximaba ya a pisar su territorio?”.
En el primer momento, Lamadrid se cree perdido. Manda que los escuadrones de milicias se reúnan en el campo de La Ciudadela y procura producir una escisión entre los aliados de Quiroga:
"Hícele un propio a Ibarra en el acto, proponiéndole una entrevista sin más compañía que un par de hombres y dos ayudantes en Vinará, avisándole la invasión de Quiroga"... "Ibarra se negó ".
¿Qué hacer? Porque, además de que sus tropas son limitadas y bisoñas, el gobierno no tiene armas. Cuando Lamadrid se encuentra frente a este dilema pasan por Tucumán, rumbo a la provincia de Salta, los dos mil fusiles y mil quinientos sables que manda el gobierno de Buenos Aires. El primer impulso de Lamadrid es apoderarse de estas armas. Pero vacila, teme cometer un abuso que lo haga pasible de una' sanción severa, y cuando lo que está en juego es la suerte de su provincia, quizá la de la Nación misma, se conforma con recoger cuarenta fusiles y cuarenta sables, dejando que los demás sigan hacia Salta. Con el enemigo a la vista, Lamadrid distribuye esas armas, después de lo cual logra equipar unos cuatrocientos hombres con tercerolas y lanzas.
Cuando publica una proclama, reclamando la presencia de integrantes de escuadrones de milicias, aun en el caso de que carezcan de armas, la concurrencia es tan numerosa que se ve obligado a seleccionar. Y aun esto le resulta difícil, pues cuando pide que los voluntarios "sin compromisos personales" den un paso al frente, no queda uno solo sin hacerlo.
"Fue así -dice Lamadrid- que llegados los escuadrones salí a proclamarlos, anunciándoles que el insolente Quiroga había pisado nuestro territorio y marchaba a castigarlo; les dije:
"Para esto sólo necesito veinticinco hombres decididos de cada escuadrón, y quiero que sean de los menos ocupados y solteros. Con este conocimiento marchen al frente los que quieran seguirme”.
"Apenas hube dado la orden de marchar, cuando todos los escuadrones marcharon al frente, sin quedar uno solo rezagado".
Lamadrid agradece el gesto de solidaridad, mas reitera que sólo necesita veinticinco hombres por escuadrón. Da otra vez la orden y vuelve a registrarse el avance en masa. Entonces hace adelantar exclusivamente a los solteros, que no son hijos únicos, y así obtiene los hombres que necesita y que está en condiciones de armar. Nombra los jefes y oficiales que han de mandarlos y se pone en marcha. Al pasar por Monteros se le incorpora un escuadrón, y en San Ignacio ocurre lo propio con el gobernador Gutiérrez, a quien siguen ochenta hombres de caballería.
En este último lugar se produce un encuentro breve con partidas desprendidas del ejército de Quiroga, y Lamadrid logra tomar unos prisioneros, a quienes interroga, informándose de la potencialidad de las fuerzas del enemigo. Después, tratando de ganar tiempo, o quizás "por probar un arreglo amigable, a fin de evitar la efusión de sangre", utiliza a los prisioneros para que lleven una carta destinada a Quiroga, en la cual le pregunta "¿cuál es el objeto de haber pisado ya el territorio de la provincia, sin darme el menor aviso ni recibir de mi parte agravio alguno". En esta comunicación, y ya en tren de desafío personal, Lamadrid invita a Quiroga a que, si tiene alguna cuestión directa con él, será mejor que se enfrenten ambos al día siguiente, "a la vista de las tropas", para resolver "nuestra querella a solas, sin exponer para nada la vida de nuestros compatriotas".
La actitud de Lamadrid, y su propuesta a Quiroga para que resuelvan la cuestión planteada mediante un encuentro personal, es algo que está perfectamente encuadrado dentro de la modalidad de su carácter y la belicosidad de su temperamento. Pero lo que se encuentra en juego allí, en ese momento, no es precisamente una cuestión personal, ni corresponde que el jefe unitario proceda en los términos en que lo hace.
En verdad, solamente tomando en consideración lo enconado de los ánimos, y la trascendencia que tienen los hechos que se suceden, es posible pensar que Lamadrid asuma una actitud como la que acaba de asumir, tratando de arrastrar a Quiroga para que ambos resuelvan, como si se tratase de una cuestión privada, la situación de carácter nacional que las circunstancias han creado.
ESTACIÓN RUIZ DE LOS LLANOS (EL TALA)
COMBATE DE EL TALA
Con la provocativa carta de Lamadrid a la vista, convencido de que allí está en juego algo mucho más importante que la rivalidad de un jefe militar y un caudillo, que ni siquiera se conocen personalmente, Quiroga se dispone a librar el combate que tiene premeditado. Observa los movimientos y la formación del enemigo. Envía bombeadores que le comunican el dispositivo de combate de Lamadrid, con el gobernador Gutiérrez a la derecha, el coronel Helguera en la izquierda y las reservas dependiendo directamente de él. Con estos informes en su poder, Facundo coloca sus trescientos infantes en el Centro de la línea de batalla, dándoles una reserva de doscientos jinetes. El resto de sus fuerzas, unos seiscientos llaneros, forma en las alas.
Todo parece estar previsto. Mas hay algo que Facundo deja de tomar en cuenta, por el desprecio que siente hacia todo lo que no sea choque directo de armas blancas. Y este algo es la artillería de Lamadrid, la cual, a continuación de las escaramuzas intrascendentes que preceden al combate, se pone en acción.
Dos cañonazos, disparados sobre la infantería de Quiroga, hacen vacilar a las tropas de éste. Se hunde el centro de su línea mientras la caballería de Lamadrid, cargando por ambos flancos, arrolla a la de Facundo, que no sale del desconcierto sembrado por los disparos de artillería. Un momento de vacilación y todo está perdido para el jefe riojano, porque su caballería retrocede perseguida por la de Lamadrid. Facundo ve el peligro, se pone a la cabeza de los doscientos jinetes de su reserva y carga, mientras la artillería unitaria vuelve a dejar escuchar el estruendo de sus disparos. Al advertir la carga de Quiroga, Lamadrid, que ya se considera vencedor, sale a enfrentarlo con la infantería y un puñado de jinetes. Se produce una gran confusión, mientras los infantes de Facundo, reanimados por la carga de caballería de éste, abren fuego sobre la tropa enemiga que avanza, matando el caballo de Lamadrid.
Al ver caer al jefe, la fuerza tucumana retrocede en desorden, tratando de salvar los cañones. Se pone de pie Lamadrid, monta en otro caballo y carga contra su propia gente, conteniéndola a golpes. En su parte, Lamadrid dice que la contiene a palos. Pero, evidentemente, éste no es un día feliz para el veterano soldado, cuyo nuevo caballo también cae al recibir una bala enemiga. Al verlo así, lo rodean los soldados enemigos y comienza una lucha desigual, de uno contra quince. Lamadrid se defiende y contraataca, hasta que cae sin sentido, bañado en sangre. Un momento después, los vencedores lo despojan de cuanto lleva, dejándolo desnudo y por muerto, con más de una docena de heridas.
El mayor Ciriaco Díaz Vélez, de la fuerza de Lamadrid, y su pariente, regresa vencedor al frente de la caballería, dispuesto a intimar la rendición de la fuerza de Quiroga, que hasta ha perdido "su bandera negra, con dos canillas y una calavera blanca sobre ella y la siguiente inscripción: Rn.O.M.".
En ese momento vuelve Facundo con su gente, carga sobre los cívicos de la infantería de Lamadrid, a quienes acaba de vencer poco antes, los hace retroceder sobre la caballería de Díaz Vélez y siembra el desconcierto también entre ella. Un nuevo entrevero, una nueva matanza, sin método de ninguna clase, y el mayor Díaz Vélez cae prisionero, con media docena de heridas en el cuerpo. Convencido de que el triunfo es suyo, un poco porque su audacia contribuye a conquistarlo, y otro poco por la pobre fortuna con que se bate el adversario, Facundo ubica su comando general a un costado del escenario bélico, hasta donde llega el coronel Bargas, jefe de su infantería, para informarle que el coronel Lamadrid ha caído muerto en el campo de batalla. Para corroborar lo que dice, muestra las armas y las ropas de Lamadrid, en el momento en que llega prisionero Ciriaco Díaz Vélez.
A pesar de tener a la vista las ropas del jefe unitario, y a pesar de que, Díaz Vélez le asegura que efectivamente se trata de las armas y de las prendas de vestir del jefe unitario, Facundo no se convence. Necesita hechos concretos, terminantes. ¿Y qué hecho de tal naturaleza puede ser más convincente. que el cadáver del propio Lamadrid? Facundo monta a caballo, ordena que uno de sus soldados lleve en ancas a Díaz Vélez, quien no puede cabalgar solo, y marcha en busca del cuerpo de Lamadrid.
Este episodio ha sido referido con lujo de detalles por el propio jefe unitario, en la parte de sus memorias que se relaciona con las alternativas del combate de "El Tala". Dice en ellas que Facundo manda reunir todos los cadáveres que se encuentran en el campo de batalla "y que no son poco?, para que Díaz Vélez identifique al de Lamadrid.
"Como los cadáveres estaban ya hinchados, y desnudos los más de ellos, pues habían pasado ya algunas horas desde las 10, bajo un sol abrasador, temía mi hermano Díaz Vélez era cuña do de Lamadrid , según me lo comunicó después de la fuga, equivocarse no conociéndome, para no sufrir tal vez la muerte por dicha causa, los registró a todos con cuidado, buscando en ellos las dos únicas señas por donde podría conocerme, y eran: un balazo único que tenía desde la guerra de nuestra independencia, en el muslo izquierdo, que había sido recibido en la acción de Salta y por un balazo que tenía y un diente que me faltaba en la mandíbula inferior. Luego que hubo practicado dicho reconocimiento, díjole a Quiroga que no estaba mi cadáver entre ninguno de cuantos tenía a la vista, y para que no dudase el general le hizo la explicación de dichas señales. Quiroga mandó acampar entonces su gente, después de bien cerciorado del alejamiento de la mía, libró sus 6rdenes para la reunión de todos sus dispersos, y escribió también a Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, llamándolo con sus fuerzas para que pasaran juntos a Tucumán."
La últimas palabras de Lamadrid ponen de relieve un hecho que no siempre han dejado en claro las crónicas históricas. Y este hecho consiste en que Juan Felipe Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, de quien se asegura que participa en el combate de El Tala, no llega a tiempo con sus tropas para intervenir en él. Lo ocurrido, a tal respecto, fue, quizá, que Ibarra no tenía previsto que Quiroga dispusiese librar el combate sin que antes se hubiese efectuado la reunión de las tropas que mandaba cada uno de ellos. Facundo, llevado por la violencia de su temperamento, libra aquel combate sin contar con el apoyo de las fuerzas de su aliado, al ver la resolución con que se movilizaba Lamadrid y, posiblemente, con la esperanza de que Ibarra atacase por retaguardia al jefe unitario, cuando el combate entre él y Quiroga ya estuviese iniciado.
En cuando al combate de El Tala, librado el 27 de octubre de 1826, no tiene importancia, ni por el número de los combatientes que allí participan, ni por la significación de los elementos bélicos que entran en juego. Facundo lo sabe muy bien y de allí que, de momento, lo más interesante para él consiste en poner en claro si Lamadrid ha muerto, o si continúa viviendo.

"EL MUERTO" DE EL TALA - GRAL. GREGORIO A. DE LAMADRID
¿Por qué no aparece Lamadrid entre los muertos desparramados sobre el campo donde se libra el combate de "El Tala"? Esto es algo que no puede explicarse Facundo, con las armas y las ropas de aquél a la vista. Los soldados que lo ven caer en medio de la lucha, los que le quitan las ropas y las armas, tampoco lo comprenden. Y como quiera que el criollo de esta época es muy dado a creer en brujerías y en otras cosas extra naturales, dan los significados más diversos a la desaparición de aquel muerto.
Pero, ¿es que Lamadrid está realmente muerto? Tal lo que llegan a creer, también, los soldados que lo recogen en el campo, cuando el combate llega a su término. Lo abandonan al reaparecer una partida adversaria, escondiéndolo en unos pajonales. Lo recogen otra vez y otra vez tienen que abandonarlo, hasta que finalmente lo conducen al rancho de un curandero, sin que haya recuperado aún el conocimiento. Lo llevan después a Río Chico, siempre tratando de ocultarlo, y en la misma forma logran introducirlo en la ciudad de Tucumán.
Ocho días después del combate, cuando Quiroga entra a la capital, Lamadrid es sacado de allí y conducido al pueblo de Trancas, situado 20 kilómetros al norte.

"Así que Quiroga entró en compañía del gobernador Ibarra a Tucumán, y fue impuesto por los pocos vecinos que habían quedado, de haberme sacado para Trancas, no quiso creerlo, pues me tenía por muerto, o pretendía por lo menos hacerlo entender así a los suyos, para cuyo efecto publicó un bando, imponiendo la pena de muerte al que dijera que yo vivía."
Evidentemente, Facundo no puede creer que Lamadrid siga viviendo, y más bien supone que sus partidarios tratan de forjar el mito de la resurrección de un muerto. Pero de pronto, he aquí algo que no pudo ser producido por un muerto, pues se trata de una carta que Lamadrid les remite, a él y a Ibarra, en la que les dice:
"El muerto de "El Tala" desafía a los caciques Quiroga e Ibarra, para que lo esperen mañana a darle cuenta de las atrocidades que han cometido en su pueblo; pues la providencia le ha vuelto a la vida para que tenga la satisfacción de castigarlos como merecen."
Quiroga guarda silencio, pero Ibarra le contesta:
"Me alegro mucho de que estés ya mejorado para servir a tus amos los porteños; pero respecto al castigo con que nos amenazas, lo veremos."
Después de enviar esta respuesta, Ibarra levanta su campo, Quiroga hace lo propio y ambos regresan a sus respectivas provincias.
El Tala - Iglesia San Antonio de Padua
CONTINÚA LA GUERRA
La rivalidad entre "el muerto" que desafía a Facundo después de haber sido derrotado en "El Tala” sólo pueden explicarse en cuanto se tenga en cuenta el carácter social que adquiere esta guerra.
¿Y en qué consiste esta guerra social? ¿Por qué se produce? ¿Qué factores y circunstancias la generan y la alimentan? ¿Cuál es la causa de que un provinciano como Lamadrid defienda a los unitarios, y de que otro provinciano como Facundo, o como Ibarra, los ataque?
Ocurre que, tanto como los intereses regionales, se enfrentan aquí dos conceptos de la vida, dos tipos de costumbres, dos grados de civilización: el que pertenece a las multitudes pastoriles que encabezan los caudillos, y el que corresponde a las clases cultivadas, que se identifican con la conducción unitaria.
Esta guerra es interminable por el carácter y el sentido social que tiene, pues aquí no se trata, como en los conflictos bélicos internacionales, de que la suerte de todo se resuelva en una gran batalla, al término de la cual el vencedor impone condiciones al vencido y todo vuelve a quedaren paz, sin que ninguno de los contendientes desaparezca. La que se desarrolla entre unitarios y federales, o entre provincianos y porteños, es una guerra total, a muerte, que no puede resolverse sino mediante el triunfo absoluto de una de las tendencias, y la derrota, también absoluta, de la otra.
Esta guerra es tan total, tan absoluta, que ni siquiera admite la existencia de neutrales. Se está con los unitarios o con los federales; con el interior o con Buenos Aires; con los caudillos o con Rivadavia. La consigna es la misma para los integrantes de los dos bandos: " Quien no está a mi favor, está en mi contra".
Lo que aflora es un factor ideológico; mas no es solamente él quien genera y alimenta el conflicto en sus más profundas raíces, porque existe también un problema social, e inclusive un problema económico, que nadie conoce, que nadie estudia, que nadie trata de resolver razonablemente, pues todos están dados ya a la empresa de querer resolverlo por medio de las armas. Se encaran los problemas como si fueran personales y aun superficiales: Facundo contra Lamadrid; el coraje de éste procurando prevalecer sobre el coraje de aquél. Pero los problemas, en lugar de personales, son colectivos, y en lugar de superficiales, son profundos.
El Tala - Tucumán - Argentina
EL MILITAR QUE SOBREVIVIÓ A UNA BATALLA APUÑALADO Y CON UN TIRO EN LA CABEZA. 
Gregorio Aráoz de Lamadrid lideró una de las alas del "ejército grande" de Justo José de Urquiza, que pondría fin al período rosista. Le decían "el inmortal".
Uno de los personajes más extraordinarios de nuestra historia es Gregorio Aráoz de Lamadrid. Nació en Tucumán el 28 de noviembre de 1795. En 1811 se incorporó a las milicias del general Belgrano, que tendría en Lamadrid a uno de sus hombres más cercanos y confiables. Estuvo junto a Don Manuel en las batallas de Salta y Tucumán, pero también en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
El 15 de abril de 1817, al mando de 150 hombres, sitió y ocupó la ciudad de Tarija. Siguió aquella campaña batallando sin parar y llegando a Tucumán con 386 soldados, más del doble del número original porque se le fueron sumando voluntarios. Belgrano lo ascendió a coronel. Para entonces las batallas por la independencia se mezclaban con nuestras guerras civiles y Lamadrid optó por el bando unitario.

Será el gran enemigo de Quiroga, que lo derrotó en El Tala el 27 de octubre de 1826. Aquí ocurrió una escena de película en la vida de Lamadrid: se le vino encima un pelotón de 15 montoneros a los que enfrentó solo. Terminó con el tabique nasal roto, una herida punzante en el estómago y un tiro de gracia en la cabeza. Sacando fuerzas de vaya a saber dónde, logró arrastrarse hasta un rancho y sobrevivir. El Tala fue una derrota tremenda, pero también el nacimiento de la leyenda “Lamadrid, el inmortal”. Algo de eso había porque para diciembre ya había recuperado no sólo la salud sino el mando de su provincia y las ganas de revancha frente a Quiroga, que lo volvió a derrotar en el Rincón de Valladares el 6 de julio de 1827. Se exilió en Bolivia, pero al enterarse de la sublevación de Lavalle, a fines de 1828, se unió a sus filas. Por todos los medios trató de impedir el fusilamiento del gobernador derrocado, el federal Manuel Dorrego.

La revancha con su pesadilla, Facundo Quiroga, le llegaría en las batallas de La Tablada y Oncativo, tras las cuales desataría su furia y una verdadera carnicería contra los montoneros derrotados. Por la captura del máximo jefe político-militar unitario, el general Paz, Lamadrid debió asumir la jefatura en un contexto desfavorable, con la creciente influencia de Rosas.
Llegaría la hora señalada para Quiroga en La Ciudadela de Tucumán el 4 de noviembre de 1831. La derrota fue total y Lamadrid marchó a Bolivia y de allí a Montevideo en 1834. Por uno de esos extraños misterios, su enemigo Rosas le encomendó la misión de poner orden en el Norte y limpiar de unitarios aquellos territorios. Lamadrid fue, pero para seguir militando en la causa unitaria con los recursos de la Buenos Aires federal.
Lavalle decidió unir fuerzas con Lamadrid en Córdoba. Pero los hombres se desencontraron y Lavalle fue derrotado en Quebracho Herrado y partió a La Rioja, y Lamadrid decidió hacerse fuerte en Tucumán, desde donde lanzó una ofensiva sobre Cuyo que terminaría en la derrota de Rodeo del Medio el 24 de septiembre de 1841. Se fue a Chile con la ayuda de Sarmiento.

Las noticias corrían lentas y Lamadrid no pudo enterarse a tiempo que Lavalle moría asesinado en Jujuy. En 1846 volvió a Montevideo para unirse al exilio antirrosista. Cinco años más tarde sería contactado por emisarios de Justo José de Urquiza para que comandara una de las alas de su “ejército grande”, que pondría fin al período rosista en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. Cuando la tropa hizo su entrada a Buenos Aires, hubo un solo oficial llevado en andas por la gente: Aráoz de Lamadrid.
Después escribiría sus memorias que son, junto a las del general Paz, una fuente imprescindible para conocer la historia desde la mirada unitaria. Murió en Buenos Aires en 1857, su cuerpo fue trasladado a Tucumán y depositado en la catedral.
El Tala - Tucumán - Argentina

LA BATALLA DE "EL TALA" - 27 DE OCTUBRE DE 1826
La noticia de la batalla de El Tala cae como una bomba en Buenos Aires al saberse que Lamadrid ha sido derrotado. La oligarquía porteña no sale de su asombro. ¿Cómo? ¿Qué? ¿El general Facundo Quiroga derrotando al fiero Lamadrid? ¿El general Facundo Quiroga? ¿Qué general es éste? ¿Un gaucho, un paisano, un montonero? por Pedro De Paoli *
Ya Presidente de la República, don Bernardino, da una prueba mucho mayor de que no es ningún iluso ni ningún romántico. Escribe a Hullet Brothers, de Londres: “Las minas son ya, por ley, propiedad nacional, y están exclusivamente bajo la administración del Presidente”. Mayor inmoralidad y desparpajo en un mandatario no puede pedirse.
Así está Rivadavia, y así sus diputados y ministros socios suyos en la Minning, cuando les causa asombro que un oscuro general de provincia, se cuadre frente al avasallamiento que intentan de las autonomías de las provincias y de los bienes y las fortuna de sus habitantes.
Pero no se arredró don Bernardino ni sus comitentes, por el contrario, les causaba risa la pretensión del provinciano audaz que se atrevía, tan luego, sí, tan luego, con el indomable Lamadrid.
Allá en La Rioja las cosas, empero se ven de otra manera: calculan que la lucha ha de ser dura y larga y que si bien la justicia está de parte de las provincias, los recursos de Buenos Aires son muchos, y habrá que ceñirse bien el cinto.
Se elige con cuidado a la gente que debe remontar los escuadrones: todos mozos guapos y ágiles; se selecciona la caballada, nueva y bien vareada; se inspeccionan bien las tercerolas, se repasan los cañones, y se cuida que la pólvora sea de primera calidad: nuevecita y bien seca.
Facundo elige cuidadosamente sus oficiales, sus ayudantes, su trompa de órdenes y su tambor. Previene que el avituallamiento sea sano, fresco y abundante. Y una atardecer plácido de octubre, el ejército, sin banda de música ni alharacas, abandona su acantonamiento de La Rioja y siguiendo la mirada penetrante de Facundo, endereza hacia Tucumán.
A través de la larga travesía, cruza pueblos y villorrios, y la gente sale a ver esa tropa tan correcta y vistosa que se dirige hacia el norte atravesando Catamarca. Los más de los soldados son hijos de familias pastoras, gauchos de Los Llanos, labradores de Chilecito y Vinchina, artesanos de la capital. Todos han dejado su familia para ir a la guerra acudiendo al llamado del gobernador Villafañe y del caudillo de Los Llanos. Muchos de los oficiales son hacendados, viñateros, hombres afincados de regular fortuna, pero solidarios con la causa de su provincia. Los menos son soldados de profesión, que son escasos en La Rioja, ya porque no se los necesite, ya porque el erario público no puede mantenerlos.
Pero el ejército riojano marcha entusiasmado; saben sus componentes que desde Buenos Aires se atenta contra la libertad de la provincia, contra la economía del pueblo y se pretende, además, arrebatarle a La Rioja sus riquezas naturales para entregárselas a extranjeros.
El ejército hace alto en los puntos donde puede encontrar agua, que va escaseando en toda la ruta, y llega por fin a topar con las patrullas de exploración de Lamadrid. El ejército hace alto: Facundo con un pequeño grupo de soldados avanza y explora el lugar: allí, un poco a la izquierda hay un sitio muy a propósito para una batalla: es el campo de El Tala.
Los dos ejércitos, frente a frente, se alinean en formación de batalla, abriendo sus alas de caballería y colocando en medio los pocos cañones de que disponen, mientras la infantería, que también es escasa en ambos bandos, cubre los claros entre las dos alas un poco a la retaguardia.
Lamadrid galopa de un escuadrón a otro impaciente y nervioso, sin poder ya dominar su instinto guerrero y acometedor. Facundo, al frente de un nutrido escuadrón de reserva se coloca hacia dentro de su ala derecha. No ha retumbado aún en el aire el quinto cañonazo cuando los clarines tocan “al ataque”. Las alas de caballería, como en un gigantesco respingo, arrancan al galope entre el blandir en alto de los sables y los alaridos estridentes de algunos soldados que no pueden impedir el atavismo indígena que llevan dentro. Chocan caballos y hombres mientras los pocos cañones vomitan metralla y la infantería, lentamente al principio, y a paso de carga luego, avanza y avanza despreciando el fuego contrario.
El ala izquierda de Facundo cede campo al enemigo, retrocede o simula una conversión de pocos grados; el ala derecha, donde está Facundo con su escuadrón elegido, viene a quedar un tanto al sesgo, “en pleno oblicuo”. Las caballerías de Lamadrid tocan a triunfo y pechan el ala izquierda riojana hacia atrás, mientras el ala derecha, combatiendo, no se mueve de su primitiva posición. Cuando lo que podría llamarse la retaguardia de la caballería de Lamadrid está a la altura del grueso del ala derecha de la caballería de Facundo, éste se coloca al frente, enarbola su lanza, da la orden de ataque, que el trompa de órdenes repite en el cobre, y como un rayo esa tropa riojana se precipita sobre el anca de la caballería de Lamadrid. Todo cambia entonces: tomada la caballería de Lamadrid entre dos fuegos, pues el ala izquierda que simulaba el retroceso vuelve a grupas, el desastre tucumano es pavoroso. Todo se deshace, todo se pierde. Rota la formación de Lamadrid, solo un grupo bien montado, con su general al frente, da la cara. Pero la avalancha riojana todo lo deshace, y pocos momentos después no quedan más que fugitivos, muertos y heridos tucumanos.
El ejército riojano se toma un corto resuello, y enseguida circula la orden de Facundo: hay que atender a los heridos y recoger a los muertos. Salen chasques a la ciudad para dar parte de la batalla a las autoridades y para que los familiares de los muertos se hagan cargo de los cadáveres (1). Cuando todo está debidamente atendido, Facundo toma sus disposiciones para restablecer el orden en la ciudad y en la provincia. Escribe a Ibarra, gobernador de Santiago del Estero y a Bustos, gobernador de Córdoba. Indaga qué suerte ha corrido el general Lamadrid, porque él ha de estar en todo (2). Y luego, tranquilamente, sin ruidos ni alharacas, ordena el regreso a La Rioja, donde ha de licenciar a su tropa, para que cada cual vuelva a sus ocupaciones, porque su ejército “no es de profesionales de la muerte, sino de labradores y hacendados” (3)
La noticia de la batalla de El Tala cae como una bomba en Buenos Aires al saberse que Lamadrid ha sido derrotado. La oligarquía porteña no sale de su asombro. ¿Cómo? ¿Qué? ¿El general Facundo Quiroga derrotando al fiero Lamadrid? ¿El general Facundo Quiroga? ¿Qué general es éste? ¿Un gaucho, un paisano, un montonero?
Pero allí, cerca de los oligarcas que así se expresan, está el porteño don Julio Costa, hombre adinerado, de gran prestigio y de mucho respeto. Y como quien no quiere la cosa, mirando de soslayo a todos y hablando como consigo mismo, explica lo que no alcanzan a comprender: ¿Gaucho? Sí, tal vez, como es gaucho el general Martín Güemes. ¿Montonero? Cuando conozcan el parte circunstanciado de la batalla de El Tala sabrán si el ejército de Quiroga se ajustó o no a la más estricta táctica militar de Julio César y del mismo Napoleón, y su tropa era disciplinada como la que más, o no. ¿Paisano? Posiblemente, porque no es militar de carrera, no ama la guerra y es expresión genuina de la tierra criolla. ¡Paisano, sí, hombre de tierra adentro, hacendado fuerte, de gran fortuna, hombre de su terruño, con su mujer y sus hijos, hidalgo, hombre de gran estirpe señorial española y gallega para más dato, caudillo, respetado por los hombres de poder y de mando, y amado por todos los pobres y necesitados de la región! ¿El general don Juan Facundo Quiroga, gaucho, paisano, montonero? Andense con cuidado, no ser que la oligarquía porteña de la logia de “Los Caballeros de América” hallen la horma de su zapato, pese al falso relumbrón de su falso presidente.
Y don Braulio Costa toma su galera de pelo, su bastón, se ajusta bien la larga levita, y se aparta de la reunión rumbo a su casa, desde donde enviará una “reservada” a su mandante el general don Juan Facundo Quiroga, socio principalísimo de las minas de plata de Famatina, en la Rioja.
Los oligarcas logistas quedan perplejos. A ver como se esfuman todos esos grandes negocios que ha traído de Londres don Bernardino. A ver como es todo humo de paja que aventa al diablo un oscuro general de provincia. Y presurosos vánse en grupos a la casa de don Bernardino.
Allá está el presidente, rodeado de sirvientes y de esclavos, enhiesto, duro, tieso, todo respingado y de mal humor porque ha tenido que echar de su casa a un insolente amigo de la infancia, que se ha permitido segui tuteándolo sin advertir que ahora es el Presidente de la República.
Los amigos y socios se quedan poco cohibidos, pero poco a poco se van recobrando, insinúan algunas palabras; algunos más audaces intentan una sonrisa y por fin lo rodean y tres o cuatro de ellos se sientan.
Por fin, alguien, con palabras entrecortadas, para ir sondeando la impresión que causan en el señor presidente, se refiere al resultado de la batalla de El Tala. Don Bernardino se encrespa más de lo que es, el color moreno oscuro de su cara se hace más subido, sus gruesos labios se alargan y sus ojos, de por sí un poco salidos de las órbitas, parecen salirse más aún. El atrevido que tuvo la osadía de hablar de la batalla se encoge en el asiento arrepentidísimo de haber hablado. ¡Todos enmudecen! ¡Qué irá a decirles, ahora, el señor presidente! Y cuando ya se preparan para decir que ellos no tienen la culpa ni de la batalla, ni de la derrota de Lamadrid, el excelentísimo señor presidente don Bernardino Rivadavia habla, habla pausadamente, en voz baja, como consigo mismo. Pero no se refiere a la batalla en sí, sino a un asunto que lo preocupa más que el hecho militar, que la política: se refiere a su negocio, al negocio de las minas: Si, él se refiere a otra cosa, a los mineros ingleses que ya hace una semana que partieron para La Rioja a posesionarse de las minas de plata de Famatina que son propiedad de la provincia de La Rioja y de Facundo Quiroga. Si, señores, esos mineros ya han partido, creyendo Rivadavia que Lamadrid triunfaría sobre Facundo. ¿Qué será de ellos cuando, en La Rioja, se encuentren, mano a mano, y cara a cara, con Facundo? Don Bernardino guarda silencio un instante. Algunos de los oligarcas de la logia “Los Caballeros de América”, le oyen decir, después, muy bajo, casi musitando: ¿Y qué será, luego, de todos nosotros, cuando se sepa en Inglaterra?...
Notas:
(1) Como en todos los casos, el comportamiento de Facundo fue aquí ejemplar: Dice el historiador Zinny: “Lamadrid y su hermano político don Ciriaco Díaz Vélez, que también había sido herido, fueron perfectamente asistidos en Vipos, por Quiroga”. Sarmiento dice en Facundo, refiriéndose a este hecho y a los que le siguieron: “En todas estas tres expediciones, en que Facundo ensaya sus fuerzas, se nota todavía poca efusión de sangre, pocas violaciones de la moral”. Aunque, regateándole, reconoce en Facundo su conducta humanitaria.
* DE PAOLI, Pedro: Facundo. Vida del Brigadier General Don Juan Facundo Quiroga, víctima suprema de la impostura. Bs. As., La Posta, 1952, pp. 109-113.
Referencia

  1. Saltar a:a b Best, Félix (1960). Historia de las guerras argentinas, de la independencia, internationales, civiles y con el indio. Buenos Aires: Peuser, pp. 365.
  2. Quiroga busca en seguida a Lamadríd, que a su vez viene a su encuentro, chocando el 27 de octubre de 1826 en El Tala. Cuenta cada uno con más de mil hombres — tan necesarios para la guerra exterior con Brasil — y resulta vencido (...)
  3. Volver arriba↑ Partes de batalla de las guerras civiles: 1822-1840. Tomo II. Academia Nacional de la Historia, 1974, Bs. As., pp. 75.
  4. COMBATE DE TALA 27 - X - 1826
  5. [Oficio del gobernador Delegado de Tucumán José Ignacio Helgüero al Ministro de Estado de la República (...) encontraron con una división de 1.200 que conducía el caudillo Quiroga, en el campo de la Tala.
  6. Volver arriba↑ Best, Félix (1932). Compendio de las campañas militares argentinas más importantes realizadas desde 1810 hasto nuestros días. Tomo I. Buenos Aires: Taller gráfico de L. Bernard, pp. 97. Tropa formada en Tucumán.
  7. Saltar a:a b Rosa, 1972: 3
  8. Saltar a:a b c La Gazeta - Combate de El Tala
  9. Volver arriba↑ Best, Félix (1960). Historia de las guerras argentinas. Tomo II. Peuser, pp. 365.
Bibliografía
José María Rosa (1972). Historia argentina: Unitarios y federales (1826-1841). Editorial Oriente. Buenos Aires.

Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_El_Tala
https://www.clarin.com/viva/militar-apunalado-tiro-cabeza-sobrevivio-batalla_0_r1YPtp_D-.html
http://www.lagazeta.com.ar/el_tala.htm
http://elrenegu.blogspot.com.ar/2011/12/el-tala-27x1826.html

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