Momento de la muerte de Rauch, Ilustración del pintor F. Fortuny.
El Combate de las Vizcacheras fue un enfrentamiento que tuvo lugar en Las Vizcacheras —en el actual partido de Rauch, provincia de Buenos Aires, República Argentina—, el 28 de marzo de 1829, en el marco de las Guerras civiles argentinas, en el que las fuerzas unitarias ―apoyadas por indios pampas― fueron vencidas por las federales ―apoyadas por indios ranqueles― y dieron muerte al coronel Federico Rauch.
Monolito del nombramiento de Rauch como ciudad en el cruce de las avenidas San Martín y Belgrano.
Rauch es una ciudad argentina ubicada en el centro este de la provincia de Buenos Aires. Es cabecera del partido de Rauch y está ubicada a 277 km de Buenos Aires y a 272 km de La Plata. Forma parte de la Quinta Sección Electoral de la Provincia de Buenos Aires.
Combate de las Vizcacheras | ||||
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Fecha | 28 de marzo de 1829 | |||
Lugar | río Vizcachera, actual partido de Rauch, provincia de Buenos Aires, República Argentina | |||
Resultado | victoria federal | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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ANTECEDENTES
Los indígenas que habitaban al sur de la frontera efectiva de las Provincias Unidas del Río de la Plataintervinieron de manera directa e indirecta en los los sucesos que hilvanaron el devenir histórico de la Argentina.
Entre ellos, los mapuches o araucanos se manifestaron a través de la araucanización de los territorios ubicados al oeste de la Cordillera de los Andes.
Una simplificación práctica establecería dos tipos de alianzas:
Estos alineamientos no fueron automáticos, y las alianzas que formaron los indígenas poco tuvieron que ver con la adhesión a los principios centralistas o a los federales, sino que se explicaban por sus propias dinámicas internas. Por eso, en más de una oportunidad y en el marco de las guerras civiles argentinas, hubo guerreros aborígenes en uno y otro bando.
Los guerreros de Nicasio y Mariano Rosas tuvieron sobradas razones para combatir al lado de los federales, en contra de Federico Rauch y los aborígenes pampas. El prusiano había llegado a Buenos Aires en 1819 y en 1826 ya era el jefe. Marchó hacia Kakel y la sierra de la Ventana, y en su carrera detrás de los indígenas, les arrebató miles de cabezas de ganado, destruyó los toldos e hizo prisioneros. El historiador Yunque dice:
Persigue hasta el exterminio en los vericuetos de la Sierra de la Ventana a los derrotados. [...] Así exterminó muchas tribus del sud y del oeste. Y llevó la confianza a los hacendados sobre quienes se erguía la riqueza de Buenos Aires. Tan es así que el propio Rosas, siempre tan avaro en sus pesos y a pesar de su amistad con Rauch, propicia una suscripción entre los estancieros en beneficio de los húsares: gratitud de propietario para con el can bravo que lo defiende.
LA NUEVA GUERRA CIVIL
El 9 de diciembre de 1828, el partido unitario -que había sido desplazado del poder por la elección de Manuel Dorrego como gobernador de la Provincia de Buenos Aires- con el apoyo tanto de la oficalidad y el ejército que regresó de la Guerra del Brasil -quienes, al igual que los unitarios, también culparon al electo gobernador federal de la firma de la Convención Preliminar de Paz de 1828- se sublevaron a las órdenes del general Juan Lavalle y vencieron al gobernador derrocado en la Batalla de Navarro, quien pereció fusilado.
Allí comenzó otra de las guerras civiles argentinas.
En el pago de Las Vizcacheras se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente 600 hombres y otro unitario, de número similar.
Las tropas leales al unitario Juan Lavalle ―quien había hecho fusilar a Dorrego― eran comandadas por Rauch, el cual marchaba al frente de sus Húsares del Plata y contaba con otras unidades y el apoyo de los indios pampas. Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado de coronel y como muchos de los militares de su época, tuvo la idea de escribir sus memorias donde dice que:
En tales circunstancias el enemigo se avistó. Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé.
Arnold no brindó más datos sobre los loncos que guiaban a los guerreros, salvo su nombre cristiano, Nicasio Maciel ―alias Arbolito―, valiente cacique que murió después de Caseros.
COMBATE
Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo ―según el relato de Arnold― sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos. Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía «Viva la Federación». Anotó su rival:
Cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio Maciel lo ultimó... Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar.
Momento de la muerte de Rauch, Ilustración del pintor F. Fortuny.
FINAL
A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez. Sobre el degüello de Federico Rauch, Arnold se limita a señalar que «se le cortó la cabeza».
A principios de 1829 el consejo de ministros del general Lavalle inventó el sistema de las “clasificaciones”, o sea la lista de todos los adversarios conocidos de esa situación, y esto con el objeto de asegurar o desterrar a los federales más conspicuos, como lo verificó con Tomás Manuel, Nicolás y Juan José Anchorena, con García Zúñiga, Arana, Terrero, Dolz, Maza, Rosas, etc. etc. (1)
Entretanto la reacción armada estallaba en casi toda la República. La Legislatura de Córdoba le confirió al gobernador Bustos “facultades extraordinarias”, y éste se aprestó a defenderse del ataque que se le anunciaba y era fácil prever. El general Quiroga declaró públicamente que se dirigía a restaurar las autoridades de Buenos Aires, y levantó una fuerte división en Cuyo. El gobernador Ibarra se dio la mano con el de Tucumán y formaron otro cuerpo de ejército para defenderse ambos. El general López, gobernador de Santa Fe, le declaró al general Lavalle que no le reconocía como gobernador de Buenos Aires y que cortaba con él toda relación de provincia a provincia. (2) En la campaña sur de Buenos Aires fuertes grupos de milicianos armados, buscaban su incorporación en los puntos que a jefes de su devoción indicaba Rosas desde Santa Fe,
El general Lavalle no tenía, como Rivadavia, ni la reputación de un político que sólo sabía actuar dentro del derecho y de la ley, ni la égida de un congreso como el de 1826 que hiciera triunfar en principio los ideales de la minoría, conteniendo –en brillante tregua para la libertad del pensamiento-, el empuje incontrastable de los pueblos y caudillos semibárbaros. No; que por ser exclusivamente un soldado cuadrado lo habían reconocido como jefe visible los unitarios que circunscribían su política a abrir camino con el sable a la Constitución de 1826. Con él conseguían lo que no consiguieron con Rivadavia; que ése era la primera personalidad entre ellos; la que descolló por su gran iniciativa, y la que por su virtud a todos se impuso en el momento solemne de su caída. El órgano oficial de los unitarios de 1828 condensaba esa política escribiendo: “… Al argumento de que si son pocos los federales es falta de generosidad perseguirlos, y si son muchos, es peligroso irritarlos, nosotros decimos que, sean muchos o pocos, no es tiempo de emplear la dulzura, sino el palo… sangre y fuego en el campo de batalla, energía y firmeza en los papeles públicos… Palo, porque sólo el palo reduce a los que hacen causa común con los salvajes. Palo, y de no los principios se quedan escritos y la Reública sin Constitución” (3) Nadie en la República se hacía ilusiones a este respecto; y por esto la reacción contra los unitarios de 1828, -aun prescindiendo del fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego- se manifestó más radical y más violenta que la que se había limitado a hacer el vacío a los poderes nacionales de 1826.
La lucha sobrevino desde luego. El coronel Juan Manuel de Rosas, del campo de Navarro se había dirigido a Santa Fe e impuesto al gobernador López de la situación de Buenos Aires, asegurándole que el general Lavalle estaba reducido en la ciudad, y que toda la campaña le era hostil. López pensó, y con razón, que lo primero que haría Lavalle sería irse sobre Santa Fe; y calculando que Rosas podría ser un poderoso antemural en Buenos Aires por su influencia decisiva en las campañas, de lo cual tenía pruebas recientes, reunió sus milicias, nombró a Rosas mayor general de su ejército y abrió su campaña contra Lavalle invadiendo a Buenos Aires por el norte. “…Quedé obligado a usar de la autoridad de que estaba investido, -escribía Rosas, desde su retiro de Southampton, recordando esos sucesos- y me puse a las órdenes del señor general López, general en jefe nombrado por la Convención Nacional, para operar contra el ejército de línea amotinado”. (4)
Lavalle envió al general José María Paz, al frente de la segunda división del ejército republicano, para que sofocase en las provincias del interior la resistencia de los jefes arriba mencionados; y mientras éste iniciaba su cruzada en Córdoba, él se dirigía con 1.500 veteranos al encuentro de López y de Rosas, quienes engrosaban su ejército con grupos numerosos de milicianos armados.
El general Estanislao López, con ser que inició su carrera en el Regimiento de Granaderos a Caballo y se batió heroicamente en San Lorenzo a las órdenes de San martín, no era un militar de las condiciones del general Lavalle; pero podía competir dignamente con éste, y aun superarlo en la clase de guerra que se propuso hacerle. Era la guerra del viejo y astuto caudillo, que no empeñaba combates serios, pero que fatigaba continuamente a su adversario, presentándole por todos lados grupos de caballería bien montada, mientras él se apoderaba de los recursos, y conseguía llevarlo más o menos debilitado hacia un punto donde le caía entonces con todas sus fuerzas. Los veteranos de Lavalle se veían por primera vez impotentes ante la pericia y astucia de esos dos jefes de milicias que obtenían en las dilatadas llanuras la ventaja singular de destruir su ejército regular, sin aceptar combates, sin presentarlos tampoco y dueños de los recursos y de los arbitrios de que aquél no podía echar mano.
Con todo, Lavalle comprendió la táctica especial de sus adversarios. Ayudado de algunos hacendados adictos pudo montar sus soldados en caballos selectos y obligar a López y a Rosas a los combates de Las Palmitas y de Las Vizcacheras
LAS VIZCACHERAS
En el combate que tuvo lugar en Las Vizcacheras el 28 de marzo de 1829 se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente 600 hombres y otro unitario, de número similar. A Las Vizcacheras hay que situarla en ese marco. Las tropas leales a Lavalle –el fusilador de Dorrego- eran comandadas por Rauch, quien marchaba al frente de sus Húsares de Plata y contaba con otras unidades. Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado de coronel. Cuenta en su libro “Un soldado argentino”, que Rauch les venía pisando los talones, con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil. Los federales llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de pu kona, que combatirían a su lado. Dice Arnold: “en tales circunstancias el enemigo se avistó. Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé”. Arnold no brinda más datos sobre los lonko que guiaban a los peñi salvo que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, “valiente cacique que murió después de Caseros”.
Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo –siempre según el relato de su adversario- sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos. Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía “Viva la federación”. Anotó su rival: “cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio lo ultimó… Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar”. A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez.
PARTE DE BATALLA
Informe del coronel Anacleto Medina al señor Inspector General coronel Blas Pico: “Chascomús, Marzo 29 de 1829 – El coronel que suscribe pone en conocimiento del Señor Inspector General, jefe del estado mayor, que habiéndose reunido en el punto de Siasgo al señor coronel Rauch, en virtud de órdenes que tenía, marchó toda la fuerza en persecución de los bandidos que habían invadido el pueblo de Monte, y ayer a las 2 de la tarde fueron alcanzados, como cuatro leguas de la estancia de los Cerrillos, del otro lado del Salado, en el lugar llamado de las Vizcachas. Una y otra división se encontraron, y, cargándose, resultó flanqueada la nuestra por los indios, que ocupaban los dos costados del enemigo. Después del choque, cedió nuestra tropa a la superioridad que, en doble número, tenía aquél, y se dispersó a distintos rumbos; ignorando el que firma cuál habrá seguido el comandante general del Norte. Se me ha incorporado parte del regimiento de húsares con todos sus jefes, hallándose heridos el comandante Melián, el ayudante Schefer y el teniente Castro del regimiento 4. El señor coronel D. Nicolás Medina se infiere que es muerto; y no será posible detallar la pérdida que habrá resultado, por no saber si se ha reunido por otro rumbo a otro jefe. La pérdida del enemigo debe ser bastante. Me he replegado a este punto con 72 húsares y 48 coraceros del 4. En él pienso permanecer, y defender esta población, que tengo probabilidad de que va a ser atacada, y se halla en gran compromiso el vecindario que se declaró por el orden.
El que suscribe saluda al Señor Inspector con su acostumbrada consideración. Anacleto Medina”.
Referencias
(1) Véase Memorias póstumas del general Paz, Tomo II, página 345. El general Paz era ministro de la guerra bajo ese gobierno del general Lavalle.
(2) Las notas de esta referencia se publicaron en Córdoba y posteriormente en El Archivo Americano. Véase el Buenos Aires cautiva y La nación Argentina decapitada a nombre y por orden del nuevo Catalina Juan Lavalle (1829), que redacta en Santa Fe el padre Castañeda.
(3 )Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).
(4) Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).
Fuente
Benencia, Julio Arturo – Partes de batallas de las Guerras Civiles (1822-1840) – Acad. Nacional de la Historia – Buenos Aires (1976).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Moyano, Adrián – El ajusticiamiento del Coronel Rauch en Las Vizcacheras.
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
Referencias
- ↑ Saltar a:a b «Batalla de Las Vizcacheras», artículo en el sitio web Revisionistas.
Bibliografía
Arnold, Prudencio (1970) «Un soldado argentino». Editorial Universitaria de Buenos Aires.
Pigna, Felipe (2010): «Federico Rauch, el espanto del desierto», artículo del 15 de agosto de 2010, en la revista Viva del diario Clarín (Buenos Aires), págs. 20-21.
Moyano, Adrián «Mariepu. El ajusticiamiento de Rauch en las Vizcacheras». En: Crónicas de la resistencia Mapuche. Lugar de edición: Bariloche, Caleuche, 2010. Pág. 257-265.
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Combate_de_las_Vizcacheras
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