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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

20 de abril de 2018

LIDERAZGO/LEADERSHIP. L0S 15 MALES/ENFERMEDADES DEL JEFE. Del discurso del PAPA Francisco a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2014. A los lectores de este Blog. ¡La mejor reflexión extractada/resumida aplicada al Liderazgo, que he visto en mi vida! (Teniente Coronel EA Carlos Alberto Santostefano).

TOMANDO COMO BASE EL DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO A LA CURIA ROMANA DE 2014, EL PROFESOR DE LA LONDON BUSINESS SCHOOL GARY HAMEL HA ADAPTADO ESTE MENSAJE AL MUNDO DE LA EMPRESA, CON EL FOCO ESPECIALMENTE PUESTO EN EL EMPRESARIO. EL RESULTADO, PUBLICADO POR LA REVISTA HARVARD BUSINESS REVIEW, ES ESTA LISTA DE 15 ENFERMEDADES DEL LÍDER.

Papa Francisco. Foto: Bohumil Petrik / Imagen referencial. Foto: Flickr de Universidad de Deusto (CC-BY-NC-SA-2.0)
BOSTON, 15 Abr. 15 / 04:05 pm (ACI).- En diciembre pasado, el Papa Francisco pronunció un discurso en el que detalló 15 “enfermedades” que aquejan a la Curia Vaticana. Gary Hamel, considerado en la última década como uno de los expertos en negocios más influyentes del mundo, adaptó este mensaje al mundo corporativo y ofreció desde la revista Harvard Business Review los 15 males que pueden afectar a cualquier líder en el mundo.
Hamel firma el artículo titulado “LAS 15 ENFERMEDADES DEL LIDERAZGO, SEGÚN EL PAPA FRANCISCO” y sostiene que estos males
“Son un peligro para todo líder y toda organización, y pueden afectar a nivel individual y comunitario”.
Hamel, que no es católico, considera que 
“Los líderes son susceptibles a adquirir enfermedades debilitantes, incluidas la arrogancia, la intolerancia, la miopía, la mezquindad. Cuando esas enfermedades no se tratan, la organización se debilita. Para tener una iglesia saludable, necesitamos líderes saludables”.
“A través de los años, he escuchado a decenas de expertos en administración enumerar las cualidades de grandes líderes. Pero es raro que hablen claramente sobre las ‘enfermedades’ del liderazgo. El Papa es más directo. Él entiende que como seres humanos somos proclives a ciertas cosas, no todas nobles”, sostiene Hamel y agrega que “el consejo del Papa es relevante a los líderes en todo el mundo”.
Hamel transformó las enfermedades descritas por el Papa en estos consejos para líderes, con un lenguaje más corporativo.
Traducción: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
1. LA ENFERMEDAD DE CREERSE INMORTAL, INMUNE E INDISPENSABLE
Un equipo de liderazgo que no es autocrítico y que no busca mejorar es un cuerpo muerto. Una simple visita al cementerio nos podría ayudar, al ver los nombres de tantas personas que se creían inmortales, inmunes e indispensables. Es la enfermedad de los que se ven mandando sobre los demás, y no al servicio de los demás. Es la patología del poder, y procede de un complejo de superioridad, de un narcisismo que impide ver a los demás, especialmente a aquellos más necesitados. El antídoto para esta plaga es la humildad, decir: «No soy más que un servidor, solo he hecho mi trabajo».
2. LA ENFERMEDAD DEL TRABAJO EXCESIVO
La encontramos en aquellos inmersos en el trabajo y que no se conceden un respiro. Negarse el descanso necesario lleva al estrés y a la agitación. El tiempo de reposo, para aquellos que ya han hecho su trabajo, es necesario y obligatorio, y debería ser tomado en serio. Pasar el tiempo con la familia y respetar los días libres y las vacaciones sirven para cargar las baterías de nuevo.
3. LA ENFERMEDAD DE LA PETRIFICACIÓN MENTAL Y EMOCIONAL
La podemos encontrar en líderes que tienen un corazón de piedra y un cuello rígido, en aquellos que a lo largo de la jornada pierden la serenidad y se esconden bajo una pila de papeles, y no son personas de compasión. Es peligroso perder la sensibilidad que nos permite llorar con los que lloran y alegrarnos con los que ríen. El tiempo pasa y nuestro corazones se vuelven duros e incapaces de amar a aquellos alrededor de nosotros. Ser un líder significa tener sentimientos de humildad y desprendimiento, de desapego y generosidad.
4. LA ENFERMEDAD DE UNA PLANIFICACIÓN EXCESIVA Y FUNCIONALISMO. 

Cuando un jefe planifica todo hasta el último detalle y cree que con un plan perfecto todo va a ir bien, entonces se convierte en un contable nada más. Es preciso preparar bien las cosas, pero sin caer en la tentación de intentar eliminar la espontaneidad y la capacidad de sorpresa, que son siempre más flexibles que toda planificación humana. Contraemos esta enfermedad porque es más fácil y cómodo instalarse en un modo de pensar sedentario y cerrado a los cambios.
5. LA ENFERMEDAD DE UNA POBRE COORDINACIÓN
Una vez que el líder pierde el sentido de comunidad, el entorno entero pierde su armonioso funcionamiento y equilibrio. Entonces se convierte en una orquesta que solo produce ruido: sus miembros no trabajan juntos y se pierde el espíritu de camaradería y de trabajo en equipo.
6. LA ENFERMEDAD DEL ALZHEIMER DEL JEFE
Consiste en perder la memoria de aquellos que nutrieron, dirigieron y nos apoyaron en nuestro viaje. La vemos en aquellos que han olvidado sus encuentros con los grandes líderes que los inspiraron; en aquellos que están completamente atrapados en el momento presente, en sus pasiones, caprichos y obsesiones; en aquellos que construyen muros y rutinas a su alrededor, y que cada vez se convierten en más y más esclavos de los ídolos que han construido con sus propias manos.
7. LA ENFERMEDAD DE LA RIVALIDAD Y LA VANAGLORIA
Cuando las apariencias, los beneficios y nuestros títulos se convierten en nuestro primer objetivo vital, olvidamos nuestro deber fundamental como líderes: 
«No hagáis nada por egoísmo o por presunción, sino en todo estimad a los demás por encima de vosotros». 
Un líder debe mirar no solo por su propio interés, sino también por el interés de los otros.
8. LA ENFERMEDAD DE LA ESQUIZOFRENIA EXISTENCIAL
Es la enfermedad de aquellos que llevan una doble vida, fruto de esa hipocresía típica de la mediocridad y del vacío emocional que ningún título y ningún logro pueden llenar. Es una enfermedad que afecta a menudo a aquellos que no están en contacto habitual con sus clientes ni con sus empleados, y que les aísla en tareas de despacho perdiendo contacto con la realidad y con las personas concretas.
9. LA ENFERMEDAD DEL COTILLEO, LA QUEJA Y LA MURMURACIÓN
Se trata de una grave enfermedad que comienza sencillamente, quizás incluso con una pequeña charla, y que toma posesión de una persona, haciéndole convertirse en un sembrador de malas hierbas, y en muchos casos, en un asesino a sangre fría del buen nombre de los compañeros. Es la enfermedad de las personas cobardes que no tienen el valor de hablar a la cara, sino que hablan a espaldas de los demás. ¡Guardémonos del terrorismo de los chismes!
10. LA ENFERMEDAD DE IDEALIZAR A LOS SUPERIORES
Es la enfermedad de los que agasajan al jefe con la esperanza de ganar su favor. Son víctimas del carrerismo y del oportunismo. Honran más a las personas que a la misión de la organización. Piensan más en lo que pueden conseguir que en lo que deberían dar; personas de mente corta, infelices y a menudo inspiradas únicamente por su letal egoísmo. Los líderes pueden verse afectados por esta plaga cuando tratan de obtener la sumisión, lealtad y dependencia psicológica de sus subordinados, con el resultado final de una insana complicidad.
11. LA ENFERMEDAD DE LA INDIFERENCIA HACIA LOS DEMÁS.
Sucede donde el líder solo piensa en sí mismo, y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas genuinas. Esto pasa de muchas maneras: 
  • Cuando la persona más competente no pone sus conocimientos al servicio de otros compañeros con menos destrezas, 
  • Cuando sabes algo y te lo quedas para ti mismo en lugar de compartirlo de manera provechosa con los demás, 
  • Cuando llevado por los celos te alegras de los fracasos de los demás en lugar de ayudarles y darles ánimos.
12. LA ENFERMEDAD DE LA «CARA LARGA»
Se puede observar en aquellas personas sombrías y austeras que creen que ser serios significa mostrar una cara de melancolía y severidad, y tratan a los demás –especialmente a sus subordinados– con rigor, brusquedad y arrogancia. De hecho, mostrar severidad y un estéril pesimismo es frecuentemente síntoma de miedo e inseguridad. Un líder debe esforzarse en ser cortés, sereno, entusiasta y alegre, una persona que transmite alegría allá donde va. Un líder no debería perder nunca ese espíritu alegre y lleno de humor que hace a la gente amable incluso en situaciones difíciles. ¡Qué beneficiosa es una buena dosis de humor!
13. LA ENFERMEDAD DE LA CODICIA
Esto ocurre cunado un líder trata de rellenar su vacío existencial acumulando bienes materiales, no porque los necesite, sino para sentirse seguro. El hecho es que no podremos llevarnos ninguno de estos bienes con nosotros cuando dejemos este mundo, porque «la mortaja no tiene bolsillos» y nuestros tesoros no podrán nunca rellenar ese vacío; al contrario, lo harán cada vez más profundo y al mismo tiempo exigente. Acumular cosas es solo una carga y ralentiza inexorablemente nuestro camino.
14. LA ENFERMEDAD DE LOS CÍRCULOS CERRADOS, EN LA QUE PERTENECER A UNA CAMARILLA ES MÁS FUERTE QUE NUESTRA IDENTIDAD COMPARTIDA.
Esta enfermedad también empieza con una buena intención, pero con el paso del tiempo esclaviza a sus miembros y se convierte en un cáncer que amenaza la armonía de la organización y causa mucho daño, especialmente a quienes consideramos apartados. Este “fuego amigo” de nuestros compañeros es un gran peligro, es un daño que golpea desde dentro. Como dice la Biblia, «todo reino dividido contra sí mismo no subsistirá».
15. LA ENFERMEDAD DE LA EXTRAVAGANCIA Y LA AUTO-EXHIBICIÓN
Esto pasa cuando un líder convierte el servicio en poder, y usa ese poder para una ganancia material, o para adquirir más poder todavía. Es la persona que acumula poder insaciablemente, difamando y desacreditando a otros, que muestra constantemente que es más capaz que los otros. Esta enfermedad es muy dañina porque lleva a la gente a justificar cualquier cosa para lograr un objetivo, a menudo en nombre de la justicia o de la transparencia. Como aquel líder que solía llamar a los periodistas para contar e inventar cosas sobre sus colegas, solo para verse él en primer lugar y sentirse poderosos y lleno de glamour, lo que al final daña a otros y daña a la propia organización.
¿ERES UN LÍDER SALUDABLE? - PARA SABER SI UNO ES UN LÍDER SALUDABLE, CONTESTE A ESTA PREGUNTAS.
  • * ¿Me siento superior a aquellos que trabajan para mí?
  • * ¿Hay un equilibrio entre mi trabajo y otras áreas de mi vida?
  • * ¿Sustituyo la intimidad humana verdadera por la mera formalidad?
  • * ¿Confío demasiado en mis planes y no lo suficiente en la intuición o la improvisación?
  • * ¿Paso poco tiempo construyendo puentes?
  • * ¿Reconozco debidamente mi deuda con mis maestros y mentores?
  • * ¿Obtengo demasiada satisfacción en mis beneficios y privilegios?
  • * ¿Me aíslo de mis clientes y de mis empleados?
  • * ¿Reconozco los logros de los demás?
  • * ¿Muestro servilismo hacia mis superiores?
  • * ¿Pongo mi propio éxito por delante del éxito de los demás?
  • * ¿Cultivo la alegría en mi entorno laboral?
  • * ¿Soy egoísta cuando se trata de compartir los premios y las alabanzas?
  • * ¿Cultivo las camarillas, o la comunidad?
  • * ¿Me comporto de manera egocéntrica con los que están a mi alrededor?
THE 15 DISEASES OF LEADERSHIP, ACCORDING TO POPE FRANCIS
Artículo original en inglés de la Revista HARVARD BUSINESS REVIEW
 Pope Francis has made no secret of his intention to radically reform the administrative structures of the Catholic church, which he regards as insular, imperious, and bureaucratic. He understands that in a hyper-kinetic world, inward-looking and self-obsessed leaders are a liability.

Last year, just before Christmas, the Pope addressed the leaders of the Roman Curia — the Cardinals and other officials who are charged with running the church’s byzantine network of administrative bodies. The Pope’s message to his colleagues was blunt. Leaders are susceptible to an array of debilitating maladies, including arrogance, intolerance, myopia, and pettiness. When those diseases go untreated, the organization itself is enfeebled. To have a healthy church, we need healthy leaders.

Through the years, I’ve heard dozens of management experts enumerate the qualities of great leaders. Seldom, though, do they speak plainly about the “diseases” of leadership. The Pope is more forthright. He understands that as human beings we have certain proclivities — not all of them noble. Nevertheless, leaders should be held to a high standard, since their scope of influence makes their ailments particularly infectious.

The Catholic Church is a bureaucracy: a hierarchy populated by good-hearted, but less-than-perfect souls. In that sense, it’s not much different than your organization. That’s why the Pope’s counsel is relevant to leaders everywhere.

With that in mind, I spent a couple of hours translating the Pope’s address into something a little closer to corporate-speak. (I don’t know if there’s a prohibition on paraphrasing Papal pronouncements, but since I’m not Catholic, I’m willing to take the risk.)

Herewith, then, the Pope (more or less):
____________________
The leadership team is called constantly to improve and to grow in rapport and wisdom, in order to carry out fully its mission. And yet, like any body, like any human body, it is also exposed to diseases, malfunctioning, infirmity. Here I would like to mention some of these “[leadership] diseases.” They are diseases and temptations which can dangerously weaken the effectiveness of any organization.
  1. The disease of thinking we are immortal, immune, or downright indispensable, [and therefore] neglecting the need for regular check-ups. A leadership team which is not self-critical, which does not keep up with things, which does not seek to be more fit, is a sick body. A simple visit to the cemetery might help us see the names of many people who thought they were immortal, immune, and indispensable! It is the disease of those who turn into lords and masters, who think of themselves as above others and not at their service. It is the pathology of power and comes from a superiority complex, from a narcissism which passionately gazes at its own image and does not see the face of others, especially the weakest and those most in need. The antidote to this plague is humility; to say heartily, “I am merely a servant. I have only done what was my duty.”
  2. Another disease is excessive busyness. It is found in those who immerse themselves in work and inevitably neglect to “rest a while.” Neglecting needed rest leads to stress and agitation. A time of rest, for those who have completed their work, is necessary, obligatory and should be taken seriously: by spending time with one’s family and respecting holidays as moments for recharging.
  3. Then there is the disease of mental and [emotional] “petrification.” It is found in leaders who have a heart of stone, the “stiff-necked;” in those who in the course of time lose their interior serenity, alertness and daring, and hide under a pile of papers, turning into paper pushers and not men and women of compassion. It is dangerous to lose the human sensitivity that enables us to weep with those who weep and to rejoice with those who rejoice! Because as time goes on, our hearts grow hard and become incapable of loving all those around us. Being a humane leader means having the sentiments of humility and unselfishness, of detachment and generosity.
  4. The disease of excessive planning and of functionalism. When a leader plans everything down to the last detail and believes that with perfect planning things will fall into place, he or she becomes an accountant or an office manager. Things need to be prepared well, but without ever falling into the temptation of trying to eliminate spontaneity and serendipity, which is always more flexible than any human planning. We contract this disease because it is easy and comfortable to settle in our own sedentary and unchanging ways.
  5. The disease of poor coordination. Once leaders lose a sense of community among themselves, the body loses its harmonious functioning and its equilibrium; it then becomes an orchestra that produces noise: its members do not work together and lose the spirit of camaraderie and teamwork. When the foot says to the arm: ‘I don’t need you,’ or the hand says to the head, ‘I’m in charge,’ they create discomfort and parochialism.
  6. There is also a sort of “leadership Alzheimer’s disease.” It consists in losing the memory of those who nurtured, mentored and supported us in our own journeys. We see this in those who have lost the memory of their encounters with the great leaders who inspired them; in those who are completely caught up in the present moment, in their passions, whims and obsessions; in those who build walls and routines around themselves, and thus become more and more the slaves of idols carved by their own hands.
  7. The disease of rivalry and vainglory. When appearances, our perks, and our titles become the primary object in life, we forget our fundamental duty as leaders—to “do nothing from selfishness or conceit but in humility count others better than ourselves.” [As leaders, we must] look not only to [our] own interests, but also to the interests of others.
  8. The disease of existential schizophrenia. This is the disease of those who live a double life, the fruit of that hypocrisy typical of the mediocre and of a progressive emotional emptiness which no [accomplishment or] title can fill. It is a disease which often strikes those who are no longer directly in touch with customers and “ordinary” employees, and restrict themselves to bureaucratic matters, thus losing contact with reality, with concrete people.
  9. The disease of gossiping, grumbling, and back-biting. This is a grave illness which begins simply, perhaps even in small talk, and takes over a person, making him become a “sower of weeds” and in many cases, a cold-blooded killer of the good name of colleagues. It is the disease of cowardly persons who lack the courage to speak out directly, but instead speak behind other people’s backs. Let us be on our guard against the terrorism of gossip!
  10. The disease of idolizing superiors. This is the disease of those who court their superiors in the hope of gaining their favor. They are victims of careerism and opportunism; they honor persons [rather than the larger mission of the organization]. They think only of what they can get and not of what they should give; small-minded persons, unhappy and inspired only by their own lethal selfishness. Superiors themselves can be affected by this disease, when they try to obtain the submission, loyalty and psychological dependency of their subordinates, but the end result is unhealthy complicity.
  11. The disease of indifference to others. This is where each leader thinks only of himself or herself, and loses the sincerity and warmth of [genuine] human relationships. This can happen in many ways: When the most knowledgeable person does not put that knowledge at the service of less knowledgeable colleagues, when you learn something and then keep it to yourself rather than sharing it in a helpful way with others; when out of jealousy or deceit you take joy in seeing others fall instead of helping them up and encouraging them.
  12. The disease of a downcast face. You see this disease in those glum and dour persons who think that to be serious you have to put on a face of melancholy and severity, and treat others—especially those we consider our inferiors—with rigor, brusqueness and arrogance. In fact, a show of severity and sterile pessimism are frequently symptoms of fear and insecurity. A leader must make an effort to be courteous, serene, enthusiastic and joyful, a person who transmits joy everywhere he goes. A happy heart radiates an infectious joy: it is immediately evident! So a leader should never lose that joyful, humorous and even self-deprecating spirit which makes people amiable even in difficult situations. How beneficial is a good dose of humor! …
  13. The disease of hoarding. This occurs when a leader tries to fill an existential void in his or her heart by accumulating material goods, not out of need but only in order to feel secure. The fact is that we are not able to bring material goods with us when we leave this life, since “the winding sheet does not have pockets” and all our treasures will never be able to fill that void; instead, they will only make it deeper and more demanding. Accumulating goods only burdens and inexorably slows down the journey!
  14. The disease of closed circles, where belonging to a clique becomes more powerful than our shared identity. This disease too always begins with good intentions, but with the passing of time it enslaves its members and becomes a cancer which threatens the harmony of the organization and causes immense evil, especially to those we treat as outsiders. “Friendly fire” from our fellow soldiers, is the most insidious danger. It is the evil which strikes from within. As it says in the bible, “Every kingdom divided against itself is laid waste.”
  15. Lastly: the disease of extravagance and self-exhibition. This happens when a leader turns his or her service into power, and uses that power for material gain, or to acquire even greater power. This is the disease of persons who insatiably try to accumulate power and to this end are ready to slander, defame and discredit others; who put themselves on display to show that they are more capable than others. This disease does great harm because it leads people to justify the use of any means whatsoever to attain their goal, often in the name of justice and transparency! Here I remember a leader who used to call journalists to tell and invent private and confidential matters involving his colleagues. The only thing he was concerned about was being able to see himself on the front page, since this made him feel powerful and glamorous, while causing great harm to others and to the organization.
Friends, these diseases are a danger for every leader and every organization, and they can strike at the individual and the community levels.
  • So, are you a healthy leader? Use the Pope’s inventory of leadership maladies to find out. Ask yourself, on a scale of 1 to 5, to what extent do I . . 
  • Feel superior to those who work for me?
  • Demonstrate an imbalance between work and other areas of life?
  • Substitute formality for true human intimacy?
  • Rely too much on plans and not enough on intuition and improvisation?
  • Spend too little time breaking silos and building bridges?
  • Fail to regularly acknowledge the debt I owe to my mentors and to others?
  • Take too much satisfaction in my perks and privileges?
  • Isolate myself from customers and first-level employees?
  • Denigrate the motives and accomplishments of others?
  • Exhibit or encourage undue deference and servility?
  • Put my own success ahead of the success of others?
  • Fail to cultivate a fun and joy-filled work environment?
  • Exhibit selfishness when it comes to sharing rewards and praise?
  • Encourage parochialism rather than community?
  • Behave in ways that seem egocentric to those around me?
  • As in all health matters, it’s good to get a second or third opinion. Ask your colleagues to score you on the same fifteen items. Don’t be surprised if they say, “Gee boss, you’re not looking too good today.” Like a battery of medical tests, these questions can help you zero in on opportunities to prevent disease and improve your health. A Papal leadership assessment may seem like a bit of a stretch. But remember: the responsibilities you hold as a leader, and the influence you have over others’ lives, can be profound. Why not turn to the Pope — a spiritual leader of leaders — for wisdom and advice?
Gary Hamel is visiting professor at London Business School and cofounder of The Management Innovation Exchange. His latest book is “What Matters Now.”





DISCURSO ORIGINAL DEL PAPA FRANCISCO A LA CURIA ROMANA EL Lunes 22 de diciembre de 2014. 
Fuente: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/december/documents/papa-francesco_20141222_curia-romana.html
PRESENTACIÓN DE LAS FELICITACIONES NAVIDEÑAS DE LA CURIA ROMANA DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Sala Clementina - Lunes 22 de diciembre de 2014
La Curia Romana y el Cuerpo de Cristo
«Tú estás sobre los Querubines, tú que has cambiado la miserable condición del mundo cuando te has hecho como uno de nosotros» (San Atanasio).
Queridos Hermanos
Al final del Adviento, nos reunimos para los tradicionales saludos. En unos días tendremos la alegría de celebrar la Natividad del Señor; el evento de Dios que se hizo hombre para salvar a los hombres; la manifestación del amor de Dios, que no se limita a darnos algo y enviarnos algún mensaje o ciertos mensajeros, sino que se entrega a sí mismo; el misterio de Dios que toma sobre sí nuestra condición humana y nuestros pecados para revelarnos su vida divina, su inmensa gracia y su perdón gratuito. Es la cita con Dios, que nace en la pobreza de la gruta de Belén para enseñarnos el poder de la humildad. En efecto, la Navidad es también la fiesta de la luz que no es recibida por la gente «selecta», sino por los pobres y sencillos que esperaban la salvación del Señor.
En primer lugar, quisiera desearos a todos vosotros – colaboradores, hermanos y hermanas, Representantes pontificios esparcidos por el mundo – y a todos vuestros seres queridos una santa Navidad y un feliz Año Nuevo. Deseo agradeceros cordialmente vuestro compromiso cotidiano al servicio de la Santa Sede, de la Iglesia Católica, de las Iglesias particulares y del Sucesor de Pedro.
Puesto que somos personas, y no sólo números o títulos, recuerdo particularmente a los que durante este año han terminado su servicio, por razones de edad, por haber asumido otros encargos o porque han sido llamados a la casa del Padre. También para todos ellos y sus familiares, mi recuerdo y gratitud.
Con vosotros, quiero elevar un profunda y sentida acción de gracias al Señor por el año que nos está dejando, por los acontecimientos vividos y todo el bien que él ha querido hacer con generosidad a través del servicio de la Santa Sede, pidiendo humildemente perdón por las faltas cometidas «de pensamiento, palabra, obra y omisión».
A partir precisamente de esta petición de perdón, quisiera que este encuentro, y las reflexiones que compartiré con vosotros, fueran para todos nosotros un apoyo y un estímulo para un verdadero examen de conciencia y preparar nuestro corazón para la santa Navidad.
Pensando en este encuentro, me ha venido a la mente la imagen de la Iglesia como Cuerpo Místico de Jesucristo. Es una expresión que, como explicó el Papa Pío XII, «brota y aun germina de todo lo que en las Sagradas Escrituras y en los escritos de los Santos Padres frecuentemente se enseña».[1] A este respecto, san Pablo escribió: «Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo» (1 Co 12,12).[2]
En este sentido, el Concilio Vaticano II nos recuerda que «en la construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios (cf. 1 Co 12,1-11), distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia».[3] «Cristo y la Iglesia son por tanto el “Cristo total”, Christus Totus. La Iglesia es una con Cristo».[4]
Es bello pensar en la Curia Romana como un pequeño modelo de la Iglesia, es decir, como un «cuerpo» que trata seria y cotidianamente de ser más vivo, más sano, más armonioso y más unido en sí mismo y con Cristo.
En realidad, la Curia Romana es un organismo complejo, compuesto por muchas Congregaciones, Consejos, Oficinas, Tribunales, Comisiones y numerosos elementos que no todos tienen el mismo cometido, pero que se coordinan para su funcionamiento eficaz, edificante, disciplinado y ejemplar, no obstante la diversidad cultural, lingüística y nacional de sus miembros.[5]
En todo caso, siendo la Curia un cuerpo dinámico, no puede vivir sin alimentarse y cuidarse. En efecto, la Curia – como la Iglesia – no puede vivir sin tener una relación vital, personal, auténtica y sólida con Cristo.[6] Un miembro de la Curia que no se alimenta diariamente con esa comida se convertirá en un burócrata (un formalista, un funcionario, un mero empleado): un sarmiento que se marchita y poco a poco muere y se le corta. La oración cotidiana, la participación asidua en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y la Reconciliación, el contacto diario con la Palabra de Dios y la espiritualidad traducida en la caridad vivida, son el alimento vital para cada uno de nosotros. Que nos resulte claro a todos que, sin él, no podemos hacer nada (cf. Jn 15,5).
Por tanto, la relación viva con Dios alimenta y refuerza también la comunión con los demás; es decir, cuanto más estrechamente estamos unidos a Dios, más unidos estamos entre nosotros, porque el Espíritu de Dios une y el espíritu del maligno divide.
La Curia está llamada a mejorarse, a mejorarse siempre y a crecer en comunión, santidad y sabiduría para realizar plenamente su misión.[7] Sin embargo, como todo cuerpo, como todo cuerpo humano, también está expuesta a los males, al mal funcionamiento, a la enfermedad. Y aquí quisiera mencionar algunos de estos posibles males, males curiales. Son males más habituales en nuestra vida de Curia. Son enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor. Creo que nos puede ayudar el «catálogo» de los males – siguiendo a los Padres del Desierto, que hacían aquellos catálogos – de los que hoy hablamos: nos ayudará a prepararnos al Sacramento de la Reconciliación, que será un gran paso para que todos nosotros nos preparemos para la Navidad.

1. EL MAL DE SENTIRSE «INMORTAL», «INMUNE», E INCLUSO «INDISPENSABLE», DESCUIDANDO LOS CONTROLES NECESARIOS Y NORMALES. UNA CURIA QUE NO SE AUTOCRÍTICA, QUE NO SE ACTUALIZA, QUE NO BUSCA MEJORARSE, ES UN CUERPO ENFERMO. UNA SIMPLE VISITA A LOS CEMENTERIOS PODRÍA AYUDARNOS A VER LOS NOMBRES DE TANTAS PERSONAS, ALGUNA DE LAS CUALES PENSABA QUIZÁS SER INMORTAL, INMUNE E INDISPENSABLE. ES EL MAL DEL RICO INSENSATO DEL EVANGELIO, QUE PENSABA VIVIR ETERNAMENTE (CF. LC 12,13-21), Y TAMBIÉN DE AQUELLOS QUE SE CONVIERTEN EN AMOS, Y SE SIENTEN SUPERIORES A TODOS, Y NO AL SERVICIO DE TODOS. ESTA ENFERMEDAD SE DERIVA A MENUDO DE LA PATOLOGÍA DEL PODER, DEL «COMPLEJO DE ELEGIDOS», DEL NARCISISMO QUE MIRA APASIONADAMENTE LA PROPIA IMAGEN Y NO VE LA IMAGEN DE DIOS IMPRESA EN EL ROSTRO DE LOS OTROS, ESPECIALMENTE DE LOS MÁS DÉBILES Y NECESITADOS.[8] EL ANTÍDOTO CONTRA ESTA EPIDEMIA ES LA GRACIA DE SENTIRSE PECADORES Y DECIR DE TODO CORAZÓN: «SOMOS SIERVOS INÚTILES, HEMOS HECHO LO QUE TENÍAMOS QUE HACER» (LC 17,10). 

2. OTRO: EL MAL DE «MARTALISMO» (QUE VIENE DE MARTA), DE LA EXCESIVA LABORIOSIDAD, ES DECIR, EL DE AQUELLOS ENFRASCADOS EN EL TRABAJO, DEJANDO DE LADO, INEVITABLEMENTE, «LA MEJOR PARTE»: EL ESTAR SENTADOS A LOS PIES DE JESÚS (CF. LC 10,38-42). POR ESO, JESÚS LLAMÓ A SUS DISCÍPULOS A «DESCANSAR UN POCO» (MC 6,31), PORQUE DESCUIDAR EL NECESARIO DESCANSO CONDUCE AL ESTRÉS Y LA AGITACIÓN. UN TIEMPO DE REPOSO, PARA QUIEN HA COMPLETADO SU MISIÓN, ES NECESARIO, OBLIGADO, Y DEBE SER VIVIDO EN SERIO: EN PASAR ALGÚN TIEMPO CON LA FAMILIA Y RESPETAR LAS VACACIONES COMO UN MOMENTO DE RECARGA ESPIRITUAL Y FÍSICA; HAY QUE APRENDER LO QUE ENSEÑA EL ECLESIASTÉS: «TODO TIENE SU TIEMPO, CADA COSA SU MOMENTO» (3,1). 

3. TAMBIÉN EXISTE EL MAL DE LA «PETRIFICACIÓN» MENTAL Y ESPIRITUAL, ES DECIR, EL DE AQUELLOS QUE TIENEN UN CORAZÓN DE PIEDRA Y SON «DUROS DE CERVIZ» (HCH 7,51); DE LOS QUE, A LO LARGO DEL CAMINO, PIERDEN LA SERENIDAD INTERIOR, LA VIVACIDAD Y LA AUDACIA, Y SE ESCONDEN DETRÁS DE LOS PAPELES, CONVIRTIÉNDOSE EN «MÁQUINAS DE LEGAJOS», EN VEZ DE EN «HOMBRES DE DIOS» (CF. HB 3,12). ES PELIGROSO PERDER LA SENSIBILIDAD HUMANA NECESARIA PARA HACERNOS LLORAR CON LOS QUE LLORAN Y ALEGRARNOS CON QUIENES SE ALEGRAN. ES LA ENFERMEDAD DE QUIEN PIERDE «LOS SENTIMIENTOS PROPIOS DE CRISTO JESÚS» (FLP 2,5), PORQUE SU CORAZÓN, CON EL PASO DEL TIEMPO, SE ENDURECE Y SE HACE INCAPAZ DE AMAR INCONDICIONALMENTE AL PADRE Y AL PRÓJIMO (CF. MT 22,34-40). SER CRISTIANO, EN EFECTO, SIGNIFICA TENER «LOS SENTIMIENTOS PROPIOS DE CRISTO JESÚS» (FLP 2,5), SENTIMIENTOS DE HUMILDAD Y ENTREGA, DE DESPRENDIMIENTO Y GENEROSIDAD.[9]

4. EL MAL DE LA PLANIFICACIÓN EXCESIVA Y EL FUNCIONALISMO. CUANDO EL APÓSTOL PROGRAMA TODO MINUCIOSAMENTE Y CREE QUE, CON UNA PERFECTA PLANIFICACIÓN, LAS COSAS PROGRESAN EFECTIVAMENTE, SE CONVIERTE EN UN CONTABLE O GESTOR. ES NECESARIO PREPARAR TODO BIEN, PERO SIN CAER NUNCA EN LA TENTACIÓN DE QUERER ENCERRAR Y PILOTAR LA LIBERTAD DEL ESPÍRITU SANTO, QUE SIGUE SIENDO MÁS GRANDE, MÁS GENEROSO QUE TODOS LOS PLANES HUMANOS (CF. JN 3,8). SE CAE EN ESTA ENFERMEDAD PORQUE «SIEMPRE ES MÁS FÁCIL Y CÓMODO INSTALARSE EN LAS PROPIAS POSICIONES ESTÁTICAS E INAMOVIBLES. EN REALIDAD, LA IGLESIA SE MUESTRA FIEL AL ESPÍRITU SANTO EN LA MEDIDA EN QUE NO PRETENDE REGULARLO NI DOMESTICARLO... – ¡DOMESTICAR AL ESPÍRITU SANTO! –, ÉL ES FRESCURA, FANTASÍA, NOVEDAD».[10]

5. EL MAL DE UNA FALTA DE COORDINACIÓN. CUANDO LOS MIEMBROS PIERDEN LA COMUNIÓN ENTRE ELLOS, EL CUERPO PIERDE SU ARMONIOSA FUNCIONALIDAD Y SU TEMPLANZA, CONVIRTIÉNDOSE EN UNA ORQUESTA QUE PRODUCE RUIDO, PORQUE SUS MIEMBROS NO COOPERAN Y NO VIVEN EL ESPÍRITU DE COMUNIÓN Y DE EQUIPO. COMO CUANDO EL PIE DICE AL BRAZO: «NO TE NECESITO», O LA MANO A LA CABEZA: «YO SOY LA QUE MANDO», CAUSANDO ASÍ MALESTAR Y ESCÁNDALO. 

6. TAMBIÉN EXISTE LA ENFERMEDAD DEL «ALZHEIMER ESPIRITUAL», ES DECIR, EL OLVIDO DE LA «HISTORIA DE LA SALVACIÓN», DE LA HISTORIA PERSONAL CON EL SEÑOR, DEL «PRIMER AMOR» (AP 2,4). ES UNA DISMINUCIÓN PROGRESIVA DE LAS FACULTADES ESPIRITUALES QUE, EN UN PERÍODO DE TIEMPO MÁS LARGO O MÁS CORTO, CAUSA UNA GRAVE DISCAPACIDAD DE LA PERSONA, POR LO QUE SE HACE INCAPAZ DE LLEVAR A CABO CUALQUIER ACTIVIDAD AUTÓNOMA, VIVIENDO UN ESTADO DE DEPENDENCIA ABSOLUTA DE SU MANERA DE VER, A MENUDO IMAGINARIA. LO VEMOS EN LOS QUE HAN PERDIDO EL RECUERDO DE SU ENCUENTRO CON EL SEÑOR; EN LOS QUE NO TIENEN SENTIDO «DEUTERONÓMICO» DE LA VIDA; EN LOS QUE DEPENDEN COMPLETAMENTE DE SU PRESENTE, DE SUS PASIONES, CAPRICHOS Y MANÍAS; EN LOS QUE CONSTRUYEN MUROS Y COSTUMBRES EN TORNO A SÍ, HACIÉNDOSE CADA VEZ MÁS ESCLAVOS DE LOS ÍDOLOS QUE HAN FRAGUADO CON SUS PROPIAS MANOS. 

7. EL MAL DE LA RIVALIDAD Y LA VANAGLORIA.[11] ES CUANDO LA APARIENCIA, EL COLOR DE LOS ATUENDOS Y LAS INSIGNIAS DE HONOR SE CONVIERTEN EN EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA VIDA, OLVIDANDO LAS PALABRAS DE SAN PABLO: «NO OBRÉIS POR VANIDAD NI POR OSTENTACIÓN, CONSIDERANDO A LOS DEMÁS POR LA HUMILDAD COMO SUPERIORES. NO OS ENCERRÉIS EN VUESTROS INTERESES, SINO BUSCAD TODOS EL INTERÉS DE LOS DEMÁS» (FLP2,3-4). ES LA ENFERMEDAD QUE NOS LLEVA A SER HOMBRES Y MUJERES FALSOS, Y VIVIR UN FALSO «MISTICISMO» Y UN FALSO «QUIETISMO». EL MISMO SAN PABLO LOS DEFINE «ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO», PORQUE SU GLORIA «ESTÁ EN SU VERGÜENZA; Y NO PIENSAN MÁS QUE EN LAS COSAS DE LA TIERRA» (FLP 3,18.19). 

8. EL MAL DE LA ESQUIZOFRENIA EXISTENCIAL. ES LA ENFERMEDAD DE QUIEN TIENE UNA DOBLE VIDA, FRUTO DE LA HIPOCRESÍA TÍPICA DE LOS MEDIOCRES Y DEL PROGRESIVO VACÍO ESPIRITUAL, QUE GRADOS O TÍTULOS ACADÉMICOS NO PUEDEN COLMAR. ES UNA ENFERMEDAD QUE AFECTA A MENUDO A QUIEN, ABANDONANDO EL SERVICIO PASTORAL, SE LIMITA A LOS ASUNTOS BUROCRÁTICOS, PERDIENDO ASÍ EL CONTACTO CON LA REALIDAD, CON LAS PERSONAS CONCRETAS. DE ESTE MODO, CREA SU MUNDO PARALELO, DONDE DEJA DE LADO TODO LO QUE ENSEÑA SEVERAMENTE A LOS DEMÁS Y COMIENZA A VIVIR UNA VIDA OCULTA Y CON FRECUENCIA DISOLUTA. PARA ESTE MAL GRAVÍSIMO, LA CONVERSIÓN ES MÁS BIEN URGENTE E INDISPENSABLE (CF. LC 15,11-32). 

9. EL MAL DE LA CHÁCHARA, DE LA MURMURACIÓN Y DEL COTILLEO. DE ESTA ENFERMEDAD YA HE HABLADO MUCHAS VECES, PERO NUNCA SERÁ BASTANTE. ES UNA ENFERMEDAD GRAVE, QUE TAL VEZ COMIENZA SIMPLEMENTE POR CHARLAR, PERO QUE LUEGO SE VA APODERANDO DE LA PERSONA HASTA CONVERTIRLA EN «SEMBRADORA DE CIZAÑA» (COMO SATANÁS), Y MUCHAS VECES EN «HOMICIDA A SANGRE FRÍA» DE LA FAMA DE SUS PROPIOS COLEGAS Y HERMANOS. ES LA ENFERMEDAD DE LOS BELLACOS, QUE, NO TENIENDO VALOR PARA HABLAR DIRECTAMENTE, HABLAN A SUS ESPALDAS. SAN PABLO NOS AMONESTA: «HACEDLO TODO SIN MURMURACIONES NI DISCUSIONES, PARA SER IRREPRENSIBLES E INOCENTES» (CF. FLP2,14-18). HERMANOS, ¡GUARDÉMONOS DEL TERRORISMO DE LAS HABLADURÍAS! 

10. EL MAL DE DIVINIZAR A LOS JEFES: ES LA ENFERMEDAD DE QUIENES CORTEJAN A LOS SUPERIORES, ESPERANDO OBTENER SU BENEVOLENCIA. SON VÍCTIMAS DEL ARRIBISMO Y EL OPORTUNISMO, HONRAN A LAS PERSONAS Y NO A DIOS (CF. MT 23,8-12). SON PERSONAS QUE VIVEN EL SERVICIO PENSANDO SÓLO EN LO QUE PUEDEN CONSEGUIR Y NO EN LO QUE DEBEN DAR. SON SERES MEZQUINOS, INFELICES E INSPIRADOS ÚNICAMENTE POR SU EGOÍSMO FATAL (CF. GA 5,16-25). ESTE MAL TAMBIÉN PUEDE AFECTAR A LOS SUPERIORES, CUANDO HALAGAN A ALGUNOS COLABORADORES PARA CONSEGUIR SU SUMISIÓN, LEALTAD Y DEPENDENCIA PSICOLÓGICA, PERO EL RESULTADO FINAL ES UNA AUTÉNTICA COMPLICIDAD. 

11. EL MAL DE LA INDIFERENCIA HACIA LOS DEMÁS. SE DA CUANDO CADA UNO PIENSA SÓLO EN SÍ MISMO Y PIERDE LA SINCERIDAD Y EL CALOR DE LAS RELACIONES HUMANAS. CUANDO EL MÁS EXPERTO NO PONER SU SABER AL SERVICIO DE LOS COLEGAS CON MENOS EXPERIENCIA. CUANDO SE TIENE CONOCIMIENTO DE ALGO Y LO RETIENE PARA SÍ, EN LUGAR DE COMPARTIRLO POSITIVAMENTE CON LOS DEMÁS. CUANDO, POR CELOS O PILLERÍA, SE ALEGRA DE LA CAÍDA DEL OTRO, EN VEZ DE LEVANTARLO Y ANIMARLO. 

12. EL MAL DE LA CARA FÚNEBRE. ES DECIR, EL DE LAS PERSONAS RUDAS Y SOMBRÍAS, QUE CREEN QUE, PARA SER SERIAS, ES PRECISO UNTARSE LA CARA DE MELANCOLÍA, DE SEVERIDAD, Y TRATAR A LOS OTROS – ESPECIALMENTE A LOS QUE CONSIDERA INFERIORES – CON RIGIDEZ, DUREZA Y ARROGANCIA. EN REALIDAD, LA SEVERIDAD TEATRAL Y EL PESIMISMO ESTÉRIL[12] SON FRECUENTEMENTE SÍNTOMAS DE MIEDO E INSEGURIDAD DE SÍ MISMOS. EL APÓSTOL DEBE ESFORZARSE POR SER UNA PERSONA EDUCADA, SERENA, ENTUSIASTA Y ALEGRE, QUE TRANSMITE ALEGRÍA ALLÁ DONDE ESTÉ. UN CORAZÓN LLENO DE DIOS ES UN CORAZÓN FELIZ QUE IRRADIA Y CONTAGIA LA ALEGRÍA A CUANTOS ESTÁN A SU ALREDEDOR: SE LE NOTA A SIMPLE VISTA. NO PERDAMOS, PUES, ESE ESPÍRITU ALEGRE, LLENO DE HUMOR, E INCLUSO AUTOIRÓNICO, QUE NOS HACE PERSONAS AFABLES, AUN EN SITUACIONES DIFÍCILES.[13] ¡CUÁNTO BIEN HACE UNA BUENA DOSIS DE HUMORISMO! NOS HARÁ BIEN RECITAR A MENUDO LA ORACIÓN DE SANTO TOMÁS MORO:[14] YO LA REZO TODOS LOS DÍAS, ME VA BIEN. 

13. EL MAL DE ACUMULAR: SE PRODUCE CUANDO EL APÓSTOL BUSCA COLMAR UN VACÍO EXISTENCIAL EN SU CORAZÓN ACUMULANDO BIENES MATERIALES, NO POR NECESIDAD, SINO SÓLO PARA SENTIRSE SEGURO. EN REALIDAD, NO PODREMOS LLEVARNOS NADA MATERIAL CON NOSOTROS, PORQUE «EL SUDARIO NO TIENE BOLSILLOS», Y TODOS NUESTROS TESOROS TERRENOS – AUNQUE SEAN REGALOS – NUNCA PODRÁN LLENAR ESE VACÍO, ES MÁS, LO HARÁN CADA VEZ MÁS EXIGENTE Y PROFUNDO. A ESTAS PERSONAS EL SEÑOR LES REPITE: «TÚ DICES: SOY RICO; ME HE ENRIQUECIDO; NADA ME FALTA. Y NO TE DAS CUENTA DE QUE ERES UN DESGRACIADO, DIGNO DE COMPASIÓN, POBRE, CIEGO Y DESNUDO... SÉ, PUES, FERVIENTE Y ARREPIÉNTETE» (AP 3,17-19). LA ACUMULACIÓN SOLAMENTE HACE MÁS PESADO EL CAMINO Y LO FRENA INEXORABLEMENTE. ME VIENE A LA MENTE UNA ANÉCDOTA: EN TIEMPOS PASADOS, LOS JESUITAS ESPAÑOLES DESCRIBÍAN LA COMPAÑÍA DE JESÚS COMO LA «CABALLERÍA LIGERA DE LA IGLESIA». RECUERDO EL TRASLADO DE UN JOVEN JESUITA, QUE MIENTRAS CARGABA EN UN CAMIÓN SUS NUMEROSOS HABERES: MALETAS, LIBROS, OBJETOS Y REGALOS, OYÓ DECIR A UN VIEJO JESUITA DE SABIA SONRISA QUE LO ESTABA OBSERVANDO: «¿Y ESTA SERÍA LA “CABALLERÍA LIGERA” DE LA IGLESIA?». NUESTROS TRASLADOS SON UNA MUESTRA DE ESTA ENFERMEDAD. 

14. EL MAL DE LOS CÍRCULOS CERRADOS, DONDE LA PERTENENCIA AL GRUPO SE HACE MÁS FUERTE QUE LA PERTENENCIA AL CUERPO Y, EN ALGUNAS SITUACIONES, A CRISTO MISMO. TAMBIÉN ESTA ENFERMEDAD COMIENZA SIEMPRE CON BUENAS INTENCIONES, PERO CON EL PASO DEL TIEMPO ESCLAVIZA A LOS MIEMBROS, CONVIRTIÉNDOSE EN UN CÁNCER QUE AMENAZA LA ARMONÍA DEL CUERPO Y CAUSA TANTOS MALES – ESCÁNDALOS – ESPECIALMENTE A NUESTROS HERMANOS MÁS PEQUEÑOS. LA AUTODESTRUCCIÓN O EL «FUEGO AMIGO» DE LOS CAMARADAS ES EL PELIGRO MÁS ENGAÑOSO.[15] ES EL MAL QUE ATACA DESDE DENTRO;[16] ES, COMO DICE CRISTO, «TODO REINO DIVIDIDO CONTRA SÍ MISMO QUEDA ASOLADO» (LC 11,17). 

15. Y EL ÚLTIMO: EL MAL DE LA GANANCIA MUNDANA Y DEL EXHIBICIONISMO,[17] CUANDO EL APÓSTOL TRANSFORMA SU SERVICIO EN PODER, Y SU PODER EN MERCANCÍA PARA OBTENER BENEFICIOS MUNDANOS O MÁS PODER. ES LA ENFERMEDAD DE LAS PERSONAS QUE BUSCAN INSACIABLEMENTE MULTIPLICAR PODERES Y, PARA ELLO, SON CAPACES DE CALUMNIAR, DIFAMAR Y DESACREDITAR A LOS OTROS, INCLUSO EN LOS PERIÓDICOS Y EN LAS REVISTAS. NATURALMENTE PARA EXHIBIRSE Y MOSTRAR QUE SON MÁS ENTENDIDOS QUE LOS OTROS. TAMBIÉN ESTA ENFERMEDAD HACE MUCHO DAÑO AL CUERPO, PORQUE LLEVA A LAS PERSONAS A JUSTIFICAR EL USO DE CUALQUIER MEDIO CON TAL DE CONSEGUIR DICHO OBJETIVO, CON FRECUENCIA ¡EN NOMBRE DE LA JUSTICIA Y LA TRANSPARENCIA! Y AQUÍ ME VIENE A LA MENTE EL RECUERDO DE UN SACERDOTE QUE LLAMABA A LOS PERIODISTAS PARA CONTARLES – E INVENTAR – ASUNTOS PRIVADOS Y RESERVADOS DE SUS HERMANOS Y PARROQUIANOS. PARA ÉL SOLAMENTE CONTABA APARECER EN LAS PRIMERAS PÁGINAS, PORQUE ASÍ SE SENTÍA «PODEROSO Y ATRACTIVO», CAUSANDO MUCHO MAL A LOS OTROS Y A LA IGLESIA. ¡POBRECITO!

Hermanos, estos males y estas tentaciones son naturalmente un peligro para todo cristiano y para toda curia, comunidad, congregación, parroquia, movimiento eclesial, y pueden afectar tanto en el plano individual como en el comunitario.
Es preciso aclarar que corresponde solamente al Espíritu Santo – el alma del Cuerpo Místico de Cristo, como afirma el Credo Niceo-Constantinopolitano: «Creo… en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida» – curar toda enfermedad. Es el Espíritu Santo el que sostiene todo esfuerzo sincero de purificación y toda buena voluntad de conversión. Es él quien nos hace comprender que cada miembro participa en la santificación del cuerpo y también en su decaimiento. Él es el promotor de la armonía:[18] «Ipse harmonia est», afirma san Basilio. Y san Agustín nos dice: «Mientras cualquier miembro permanece unido al cuerpo, queda la esperanza de salvarle; una vez amputado, no hay remedio que lo sane».[19]
La curación es también fruto del tener conciencia de la enfermedad, y de la decisión personal y comunitaria de curarse, soportando pacientemente y con perseverancia la cura.[20]
Así, pues, estamos llamados – en este tiempo de Navidad y durante todo el tiempo de nuestro servicio y de nuestra existencia – a vivir «siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor» (Ef 4,15-16).
Queridos hermanos:
Una vez leí que los sacerdotes son como los aviones: únicamente son noticia cuando caen, aunque son tantos los que vuelan. Muchos critican y pocos rezan por ellos. Es una frase muy simpática y también muy verdadera, porque indica la importancia y la delicadeza de nuestro servicio sacerdotal, y cuánto mal podría causar a todo el cuerpo de la Iglesia un solo sacerdote que «cae».
Por tanto, para no caer en estos días en los que nos preparamos a la Confesión, pidamos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, que cure las heridas del pecado que cada uno de nosotros lleva en su corazón, y que sostenga a la Iglesia y a la Curia para que se mantengan sanas y sean sanadoras; santas y santificadoras, para gloria del su Hijo y la salvación nuestra y del mundo entero. Pidámosle que nos haga amar a la Iglesia como la ha amado Cristo, su hijo y nuestro Señor, y nos dé valor para reconocernos pecadores y necesitados de su misericordia, sin miedo a abandonar nuestra mano entre sus manos maternales.
Feliz Navidad a todos vosotros, a vuestras familias y a vuestros colaboradores. Y, por favor, ¡no olvidéis rezar por mí! Gracias de todo corazón.
Referencias
[1] La Iglesia, siendo un mysticum Corpus Christi, «necesita también una multitud de miembros, que de tal manera estén trabados entre sí, que mutuamente se auxilien. Y así como en este nuestro organismo mortal, cuando un miembro sufre, todos los otros sufren también con él, y los sanos prestan socorro a los enfermos, así también en la Iglesia los diversos miembros no viven únicamente para sí mismos, sino porque ayudan también a los demás y se ayudan unos a otros, ya para mutuo alivio, ya también para edificación cada vez mayor de todo el cuerpo... No basta una cualquier aglomeración de miembros para constituir el cuerpo, sino que necesariamente ha de estar dotado de lo que llaman órganos, esto es, de miembros que no ejercen la misma función, pero están dispuestos en un orden conveniente, así la Iglesia ha de llamarse Cuerpo, principalmente por razón de estar formada por una recta y bien proporcionada armonía y trabazón de sus partes, y provista de diversos miembros que convenientemente se corresponden los unos a los otros».
[2] Cf. Rm 12,5: «Así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo de Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros».
[3] Const. dogm. Lumen gentium, 7.
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 795; ibíd., 789: «La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a él: siempre está unificada en él, en su cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia “Cuerpo de Cristo” se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del Cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo».
[5] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 130-131.
[6] Jesús ha enseñado varias veces cómo debe ser la unión de los fieles con él: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15,4-5).
[7] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Pastor bonus, art. 1; Código de Derecho Canónico, can. 360.
[8] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 197-201.
[9] Cf. Benedicto XVI, Audiencia general, 1 junio 2005.
[11] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 95-96.
[12] Cf, ibíd., 84-86.
[13] Cf, ibíd., 2.
[14] «Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el mal, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos, y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama “Yo”. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea».
[15] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 88.
[16] El Beato Pablo VI refiriéndose a la situación de la Iglesia dijo tener la sensación de que «por alguna ranura había entrado el humo de satanás en el templo de Dios»: Homilía en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, 29 junio 1972; cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 98-101.
[17] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 93-97 («No a la mundanidad espiritual»).
[18] Cf. Homilía en la Catedral católica del Espíritu Santo, Estambul, 29 noviembre 2014, «El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él da la vida, suscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de Dios y, sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de muchos, hace un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo... El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior».
[19] San Agustín, Sermo 137, 1: PL., 38, 754.
[20] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 25-33 (Pastoral en conversión).

Fuente: 
https://hbr.org/2015/04/the-15-diseases-of-leadership-according-to-pope-francis
http://www.alfayomega.es/119232/las-15-enfermedades-de-un-jefe-segun-el-papa-francisco

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