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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

27 de mayo de 2019

LAS MUJERES REVOLUCIONARIAS, 25 DE MAYO DE 1810.

Una de las características de la enseñanza de la historia es la exclusión de las mujeres en el relato de la construcción del país. Sin embargo, los documentos y la tradición oral —que son los elementos que permiten reconstruir los hechos del pasado— que, desde el rol que cumplían en la sociedad de su época, contribuyeron tanto como los hombres en la organización y desarrollo de la República Argentina.
La Revolución de Mayo trascendió la instauración de una nueva forma de gobierno: significó un avance en la democratización de la sociedad. Si bien los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” que inspiraron a los revolucionarios no se tradujeron al género femenino en términos igualitarios, ellas participaron junto a los varones desde el lugar que ocupaban en la sociedad de la época.
Ese fue el caso de Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, quien reunió a un grupo de amigas entre ellas a las señoras de Riglos, de Lasala, de Castelli y de Agrelo, entre otras, y en la mañana del 18 de mayo de 1810 se presentaron en la casa de Juan José Viamonte, donde se intentaba convencer a Cornelio Saavedra de que había llegado el momento de la revolución.
Casilda le dijo:
“Coronel, no hay que vacilar, la Patria lo necesita para que la salve. Ya sabe usted lo que quiere el pueblo, y usted no puede volvernos la espalda y dejar perdidos a nuestros maridos, a nuestros hermanos y a todos nuestros amigos”.
Tiempo antes, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había creado un Juzgado de Vigilancia Política para perseguir a los revolucionarios, a quienes acusó de difundir noticias falsas respecto a lo que sucedía en España y los calificó como
“algunos pocos díscolos que extendiendo noticias falsas y seductivas, pretenden mantener la discordia y fomentar el espíritu de partido”.
Por eso Casilda le rogó a Saavedra que no los abandonara. Para tener una idea del estado de ánimo de los revolucionarios, una carta de José Darregueira fechada el 23 de mayo de 1810 da cuenta de lo que le sucedía a Mariano Moreno dos días antes de tomar el poder.
“Hace como dos horas que nuestro M. –escribe aludiendo a Moreno- me mandó rogar que lo viese porque lo que tenía que decirme era muy urgente y muy grave. Fui al instante y lo encontré paseándose de pared a pared por su bufete y a puerta cerrada”.
Enseguida, explica el motivo de la agitación y asegura que Moreno le dijo:
“Amigo, estamos perdidos; si es cierto lo que me dicen pronto vamos a la horca, porque el poder se afirma en manos de los europeos, y lo primero que van a hacer es exterminarnos. Hemos errado el golpe. Debíamos haber dado los primeros; destituir a Cisneros y tomar el gobierno, porque el que a primero da dos veces…, pero ustedes no me han querido creer ¡y aquí nos tiene usted perdidos!”.
Moreno se refería a los sucesos del Cabildo Abierto del día anterior que terminaron con la designación del mismo Cisneros como presidente de la Junta en una maniobra que luego los revolucionarios pudieron desbaratar.
Darregueira continúa el relato y señala que Moreno le hablaba “paseándose agitado y sin darme lugar a preguntarle nada”. Después, en alusión a la designación de Cisneros al frente de la Junta, Moreno expresó:
“Las primeras medidas van a caer sobre nosotros; no tardaremos en ir a las cárceles y de allí a las horcas. ¡Váyase usted por Dios! Averigüe bien lo que hay. Prevenga a Beruti y a French; y convénzase de que es preciso andar pronto, pronto. No deje de verme más tarde. Apercíbase usted de que en el bando del Cabildo se va a mandar convocar una junta o congreso general del virreinato nombrada por los jefes del interior. Ya usted comprende lo que será este congreso nombrado por nuestros enemigos, y dígame usted si nuestras vidas no están pendientes de un hilo”.
Indagado por Darregueira, Moreno confesó que la fuente de su información era el escribano del Cabildo y concluyó con esta contundente afirmación:
“Yo le juro a usted que si esto no se ataja, no quiero saber de nada, ni he de salir ya de mi casa para nada. No cuenten conmigo”.
Finalmente, la Junta se estableció tal como lo querían los revolucionarios. Días después, El 7 de junio de 1810, La Gaceta de Buenos Aires publicó una resolución de la Primera Junta convocando a los vecinos a concurrir a la casa del vocal Miguel de Azcuénaga, donde se recibían las donaciones para equipar al primer ejército patrio.
Casilda figura encabezando la larga lista que fue publicando el periódico con la donación del salario de dos soldados. Contribuyeron las porteñas pero también las mujeres de las provincias. Aportaron las ricas, pero también las mujeres del pueblo y hasta las esclavas. Conmueve ver el nombre de María Eusebia Segovia, esclava, donando 1 peso fuerte
“y se ofrece para servicio de cocina con dos hijos”, o el de Juana Pavón que aportó 2 pesos fuertes “que los tenía destinados para vestir, pero ha querido tener la satisfacción de cederlos para auxilios de los gastos de la expedición”.

MORIA LA FLOR DEL ALTO PERÚ
En 1862 muere en la pobreza Juana Azurduy, guerrera boliviana de heroica actuación en la Independencia del Norte. Al morir su esposo, Ascensio Padilla, asumió el mando de la guerrilla con el grado de Coronela. Vivió en Salta y reclamó inútilmente a Bolivia sus bienes confiscados. Juana Azurduy Bermúdez nació en Toroca, Intendencia de Potosí, Virreinato del Río de la Plata, el 12 de julio de 1780 y murió en Sucre, Bolivia, el 25 de mayo de 1862 fue una patriota del Alto Perú que luchó en las Guerras de independencia hispanoamericanas por la emancipación del Virreinato del Río de la Plata contra el Reino de España y asumió la comandancia de las guerras que conformaron la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que su memoria es honrada en la Argentina y en Bolivia. Juana contrajo matrimonio a sus 25 años con Manuel Ascencio Padilla en 1805.
Azurduy y su esposo se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 18093 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas, Ramón García de León y Pizarro, levantamiento que culminó a principios de 1810 cuando los revolucionarios fueron vencidos por las tropas realistas que el virrey del Virreinato del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, envió al mando del brigadier Vicente Nieto, condenando a sus cabecillas a prisión y al destierro.
Producida la Revolución de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, la capital virreinal, los esposos Padilla se ligaron, a partir de 1811, al Ejército Auxiliar del Norte enviado desde Buenos Aires, para combatir a los realistas del Alto Perú y recibieron a los jefes revolucionarios Juan José Castelli, Antonio González Balcarce y Eustoquio Díaz Vélez en las haciendas de Yaipiri y Yurubamba.
Tras la derrota de las fuerzas patriotas en la batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811, el ejército del virrey del Perú, al mando de José Manuel de Goyeneche, recuperó el control del Alto Perú. Las propiedades de los Padilla, junto con las cosechas y sus ganados, fueron confiscadas; asimismo, Juana Azurduy y sus cuatro hijos fueron apresados, aunque Padilla logró rescatarlos, refugiándose en las alturas de Tarabuco.
En 1812 Padilla y Juana Azurduy se pusieron a las órdenes del general Manuel Belgrano, nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Norte, llegando a reclutar 10 000 milicianos.
Producido el Éxodo Jujeño, prestaron colaboración con la retaguardia comandada por el mayor general Díaz Vélez.
La popular entrada de Díaz Vélez en Potosí, el 17 de mayo de 1813, permitió que Juana Azurduy y su familia pudiera reencontrase con Padilla.
Azurduy organizó luego el "Batallón Leales" que participó en la batalla de Ayohuma el 9 de noviembre de 1813, nueva derrota que significó el retiro temporal de los ejércitos rioplatenses del Alto Perú. A partir de ese momento Padilla y sus milicianos se dedicaron a realizar acciones de guerrillas contra los realistas.
El 3 de marzo de 1816, cerca de Villar (Bolivia), Juana Azurduy, al frente de treinta jinetes, entre ellos varias mujeres, atacó a las fuerzas del general español La Hera, les quitó el estandarte y recuperó fusiles.
Azurduy atacó el cerro de Potosí, tomándolo el 8 de marzo de 1816. Debido a su actuación, tras el triunfo logrado en el combate del Villar, recibió el rango de teniente coronel por un decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816. Tras ello, el general Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable.
El 14 de noviembre de 1816 fue herida en la batalla de La Laguna, su marido acudió a rescatarla y en este acto fue herido de muerte.
El cambio de planes militares, de abandonar la ruta altoperuana para combatir a los realistas afincados en el Perú por vía chilena, disminuyó el apoyo logístico a sus fuerzas por lo que se vio obligada a replegarse hacia el sur, uniéndose finalmente a Martín Miguel de Güemes. A la muerte de Güemes en 1821 se vio reducida a la pobreza.
En 1825 el libertador general Simón Bolívar, luego de visitarla y ver la condición miserable en que vivía, avergonzado la ascendió al grado de coronel y le otorgó una pensión. Luego de la visita le comentó al mariscal Antonio José de Sucre:
«Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre».
Pasó varios años en Salta, solicitando al gobierno boliviano sus bienes confiscados. La pensión que le habían otorgado le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares.
Murió indigente el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común.
Su restos fueron exhumados cien años después y fueron depositados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.
Una cueca norteña escrita por el historiador Félix Luna y musicalizada por Ariel Ramírez honra el accionar de Juana Azurduy, llamándola "la flor del Alto Perú".
Su personaje en la película de Leopoldo Torre Nilsson Güemes: la tierra en armas fue protagonizada por Mercedes Sosa.
El Ejército Argentino ha nombrado al Regimiento de Infantería de Monte Nº 28, con sede en Tartagal (provincia de Salta), como Generala Juana Azurduy.
Su imagen decora el "Salón Mujeres Argentinas" de la Casa Rosada, sede del gobierno argentino. Cuando el presidente de Venezuela Hugo Chávez visitó en 2009 la Casa de Gobierno saludó militarmente su imagen y la presidente argentina Cristina Fernández le comentó:
Hacés muy bien en hacerle la venia. Perdió cinco de sus seis hijos en la guerra por la Independencia.
Los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales inaugurando el monumento a Juana Azurduy en Buenos Aires.
El 14 de julio de 2009 la presidente Cristina Fernández ascendió post-mortem a Juana Azurduy, del grado de teniente coronel a generala del Ejército Argentino.
En marzo de 2010, el mismo presidente personalmente entregó el sable y las insignias de generala del Ejército Argentino ante sus restos, resguardados en la Casa de la Libertad, en Sucre. Junto al presidente boliviano Evo Morales firmaron un tratado que instituye el día del nacimiento de Juana Azurduy, como el "Día de la Confraternidad Argentina-Boliviana".
La presidenta también dispuso que en Parque Colón, contiguo a la Casa Rosada de Buenos Aires, se ubique un monumento en honor a la figura de Juana Azurduy de Padilla reemplazando al monumento a Cristóbal Colón. La estatua, del artista Andrés Zerneri, mide 16 metros de alto y 25 toneladas de peso, fue realizada en bronce y donada por el gobierno de Bolivia, se inauguró en junio de 2015.

Fuentes:
Carranza, Adolfo. Patricias Argentinas. Monqaut y Vázquez Millán Editores. Bs. As. 1901.
López, Vicente Fidel. Evocaciones Históricas. W.M. Jackson Editores. Bs. As. 1945.

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