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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

25 de enero de 2019

INICIO DEL CRUCE DE LOS ANDES, 12 de Enero de 1817

CERRO DE LA GLORIA EN LA PROV. DE MENDOZA
CRUCE DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES
ENTRE EL 14 DE ENERO Y EL 8 DE FEBRERO DE 1817.

"EN VEINTICUATRO DIAS HEMOS HECHO LA CAMPAÑA, PASAMOS LAS CORDILLERAS MAS ELEVADAS DEL GLOBO, CONCLUIMOS CON LOS TIRANOS Y DIMOS LA LIBERTAD A CHILE..."
Palabras del general San Martín en el parte detallado de la batalla de Chacabuco. Santiago e Chile, febrero 22 de 1817.
Cruce de los Andes
Guerra de Independencia de Chile
Ejercito Libertador cruce de Cordillera de los andes.jpg
Los generales José de San Martín (izquierda) y Bernardo O'Higgins cruzan los Andes.

Fecha12 de enero-8 de febrero de 1817
LugarDesde Argentina a Chile
ConsecuenciasInicio de la Patria Nueva en Chile
Beligerantes
Bandera de la Provincia de Mendoza.svg Ejército de los Andes
Comandantes
José de San Martín
Bernardo O'Higgins
Fuerzas en combate
4000 regulares y 1200 milicianos
LAS SEIS RUTAS SANMARTINIANAS CRUCE DE LOS ANDES SE INICIÓ (12/01/1817)
PASOS O RUTAS? 
¿CUALES FUERON LOS NOMBRES DE LAS COLUMNAS DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES?
✔️TRADICIONALMENTE ALGUNOS AUTORES HAN DENOMINADO CON DISTINTOS NOMBRES A LAS COLUMNAS O DIVISIONES Y DESTACAMENTOS QUE CONFORMARON AL EJÉRCITO DE LOS ANDES EN SU CAMPAÑA POR LA CORDILLERA HACIA CHILE EN ENERO DE 1817.
➖ALGUNOS LOS DENOMINARON CON LOS NOMBRES DE LOS COMANDANTES DE CADA UNO DE ESOS COMPONENTES, Y OTROS EN LO QUE SE TRANSFORMO EN LA MANERA MÁS GENERAL PARA DARLOS A CONOCER: A TRAVÉS DE LOS PASOS POR DONDE CRUZARON HACIA CHILE.
➖PERO LO INTERESANTE, ES QUE SÓLO ALGUNOS DE LOS NOMBRES QUE FUERON DADOS COMO "PASOS" LO ERAN; EL RESTO ERAN "RUTAS" O "CAMINOS".

✅¿CÓMO FUERON LLAMADAS CADA UNA DE LAS 6 COLUMNAS DE MANERA GENERAL? DE LA SIGUIENTE MANERA:
✔️1) PASO DE LOS PATOS - GRUESO DEL EJÉRCITO 
✔️2) PASO DE USPALLATA - COLUMNA DEL CNL GREGORIO DE LAS HERAS
✔️3) PASO DEL PLANCHÓN - COLUMNA DEL TCNL FREIRE
✔️4) PASO DE GUANA - COLUMNA DEL TCNL CABOT 
✔️5) PASO DEL PORTILLO - COLUMNA DEL CAP LEMOS
✔️6) PASO DE COMECABALLOS - COLUMNA DEL CAP ZELADA

✅LO CORRECTO DE LOS NOMBRES DE LAS DIVISIONES Y DESTACAMENTOS Y SUS 6 PASOS ES:

1) 1° COLUMNA PRINCIPAL COMPUESTA POR EL GRUESO DEL EJÉRCITO (RUTA DE LOS PATOS): 
➖ESTABA DIVIDIDO EN 3 ESCALONES CON UN DÍA DE MARCHA DE DIFERENCIA ENTRE SÍ. 
➖EL PRIMER ESCALÓN, DENOMINADO DIVISIÓN VANGUARDIA A ÓRDENES DEL GRL SOLER; 
➖EL SEGUNDO ESCALÓN A ÓRDENES DEL GRL O´HIGGINS 
➖Y EL TERCER ESCALÓN A ÓRDENES DIRECTAS DEL GRL SAN MARTÍN. 
ESTA COLUMNA CRUZÓ POR 3 PASOS:
- PASO DE LAS YARETAS, 
- PASO DE ORTIZ 
-PASO DE OJO DE AGUA O GOLPE DE AGUA.

2) 2° COLUMNA PRINCIPAL COMPUESTA POR LA EXPEDICIÓN SOBRE SANTA ROSA DE CHILE (TAL EL NOMBRE QUE RECIBE EN LAS INSTRUCCIONES POR PARTE DEL GRL SAN MARTÍN) ✴️(RUTA O CAMINO DE USPALLATA):
➖ESTABA A ÓRDENES DEL CNL JUAN GUALBERTO GREGORIO DE LAS HERAS, LLEVANDO TAMBIÉN A TODA LA ARTILLERÍA A ÓRDENES DEL TCNL LUIS BELTRÁN. 
ESTA COLUMNA CRUZÓ POR 2 PASOS:
✴️PASO DEL BERMEJO 
✴️PASO IGLESIAS.

3) DIVISIÓN DEL NORTE (TAL EL NOMBRE QUE RECIBE EN LAS INSTRUCCIONES POR PARTE DEL GRL SAN MARTÍN) (RUTA DE CALINGASTA):
ESTABA A ÓRDENDES DEL TCNL CABOT Y ES LA PRIMERA EN PARTIR EL 9 DE ENERO DE 1817. 
✴️ESTA DIVISIÓN CRUZÓ POR EL PASO DE GUANA.

4) EXPEDICIÓN DEL SUR (TAL EL NOMBRE QUE RECIBE EN LAS INSTRUCCIONES POR PARTE DEL GRL SAN MARTÍN) (CAMINO DEL PLANCHÓN):
ESTABA A ÓRDENES DEL TCNL RAMÓN FREIRE. 
ESTA DIVISIÓN CRUZÓ POR UNA ZONA UBICADA ENTRE ✴️EL PASO VERGARA (PROBABLE PUNTO POR DONDE CRUZÓ), EL PORTEZUELO DEL PLANCHÓN Y EL PLANCHÓN PETEROA CERCANO AL VOLCÁN DEL MISMO NOMBRE.

5) EXPEDICIÓN DEL COMANDANTE DEL FUERTE DE SAN CARLOS:
ESTABA A ÓRDENES DEL CAP JOSÉ LEÓN LEMOS, COMANDANTE DEL FUERTE DE SAN CARLOS.
✴️ESTA DIVISIÓN CRUZÓ POR EL PASO DE PIUQUENES.

6) DESTACAMENTO DEL TCNL ZELADA:
ESTE DESTACAMENTO FORMABA PARTE DEL EJÉRCITO DEL NORTE Y FUE ENVIADO POR EL GRL MANUEL BELGRANO A SOLICITUD DEL GRL JOSÉ DE SAN MARTÍN. EL DESTACAMENTO ORIGINAL FORMADO POR 50 HOMBRES, FUE REFORZADO POR 80 MILICIANOS EN LA RIOJA. ESTE DESTACAMENTO CRUZÓ POR 
✴️EL PASO DE COMECABALLOS.
Los generales José de San Martín (izquierda) y Bernardo O'Higgins cruzan los Andes
LA SALIDA DE LOS GRANADEROS PARA CRUZAR LOS ANDES
➡️El Regimiento de Granaderos a Caballo, como parte del Ejército de los Andes, partirá escalonado para iniciar la Campaña del Cruce de los Andes formando en distintos puntos de las Columnas.
LAS FECHAS DE SALIDA 
✅18 de Enero: El Capitán Aldao con 30 Granaderos formando en la Columna del Coronel La Heras, o "Expedición sobre Santa Rosa de Chile" por la Ruta de Uspallata.
✅19 de Enero: El 4to Escuadrón del Regimiento a órdenes del Sargento Mayor José Melián, formando en la Vanguardia de la Ruta de los Patos bajo el mando del Brigadier Manuel Estanislao Soler.
✅20 de Enero: El 3er Escuadrón del Regimiento a órdenes del Coronel Rudecindo Alvarado, formando en uno de los escalones de la Vanguardia por la Ruta de los Patos.
✅22 de Enero: El Capitán Mariano Necochea con el "Escuadrón Escolta del General", formado por 100 Granaderos a Caballo, formando en la Vanguardia de la Ruta de los Patos.
✅23 de Enero: El 1er y 2do Escuadrón a órdenes del Coronel y Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, José Matías Zapiola, con dirección a la Ruta de los Patos, formando parte de la Reserva bajo el mando del General en Jefe del Ejército de los Andes José de San Martín.
✅El 24 por la tarde partirá el General San Martín desde la Ciudad de Mendoza, una vez que todos los efectivos del Ejército partieron hacia sus destinos. Su marcha fue apresurada buscando encontrarse con los Escuadrones de Zapiola.
➖A esto se le sumaban los pelotones del Regimiento que habían ya partido desde el Campo de Instrucción, formando parte de las Divisiones o Columnas Auxiliares:
✅9 de Enero, el Teniente Hidalgo con 20 Granaderos formando en la Columna del Comandante Cabot hacia el Paso de Guana.
✅14 de Enero, un pelotón de Granaderos formando en la Columna del Capitán Agregado al Regimiento Ramón Freire, jefe de la llamada "Expedición al Sur" por la Ruta del Planchón.
Fotografía: Imagen de la Bandera que ondeó al frente de la Columna al mando del teniente Coronel Juan Manuel Cabot. La misma tiene 1,70 mt x 1 mt. También llamada "Bandera Ciudadana", se encuentra actualmente en custodia de la Provincia de San Juan.
Fue la primera bandera con los colores celeste y blanco que se alzó victoriosa en territorio chileno.
Juan Manuel Cabot (San Miguel de Tucumán, Virreinato del Río de la Plata, 23 de marzo de 1784 - Santiago, Chile, 1837) fue un militar argentino que participó en las guerras de independencia de su país y de Chile.
 Teniente Coronel Juan Manuel Cabot
Biografía Estudió en el Real Colegio de San Carlos en Buenos Aires, y en esa ciudad se dedicó al comercio. Se unió a las fuerzas porteñas en la Reconquista contra la primera invasión inglesa; durante la segunda, fue oficial de artillería del Cuerpo de Voluntarios Patriotas de la Unión. Retirado de la milicia y dedicado al comercio, participó de las conspiraciones que desembocaron en la Revolución de MayoIdentificado con los líderes revolucionarios Mariano Moreno y Nicolás Rodríguez Peña, en septiembre de 1810 se incorporó como teniente al regimiento de la Estrella, reclutado por Domingo French entre los simpatizantes de Moreno. Tras la derrota del partido de Moreno en abril, permaneció como instructor de reclutas del regimiento, ahora llamado Número 3 de Infantería. En 1813 fue enviado con fuerzas de infantería a unirse a la Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú. No llegó a entrar en combate, y fue enviado nuevamente a Buenos Aires.Campaña a Chile. En abril de 1815 fue enviado a unirse al Ejército de los Andes, que se estaba formando en Mendoza a órdenes de José de San Martín; éste lo ascendió al grado de teniente coronel y lo puso a órdenes del coronel Juan Gregorio de Las Heras, cuyo regimiento, el 11 de infantería, tenía fama de ser el mejor instruido.A fines de 1816, San Martín lo envió al mando de un regimiento combinado a San Juan, desde donde debía tomar parte de la campaña de Chile por su flanco norte: por el Paso de Guana, ubicado al norte de esa provincia, tomar la provincia de Coquimbo y su capital, La Serena. Su segundo jefe era el teniente coronel Francisco ZeladaCruzó la Cordillera de los Andes en dos semanas, y obtuvo dos victorias en dos días sucesivos: la escaramuza de Barraza y la decisiva batalla de Salala, que le permitió tomar la ciudad de La Serena el 12 de febrero, el mismo día en que San Martín obtenía la victoria de ChacabucoHizo algunas expediciones por el interior de la provincia conquistada, y a principios del año siguiente se unió al resto del Ejército. Luchó en Cancha Rayada y Maipú. Después de esa victoria, hizo un recorrido militar por todo el norte de Chile, regresando a Santiago después de haber organizado las guarniciones militares de la zona.En mayo de 1819 – por razones que no explicitó, pero probablemente por una herida de guerra que le lesionó su mano izquierda– solicitó y obtuvo la baja del ejército. Se dedicó al comercio en la capital chilena, y no se sabe que nunca haya vuelto a tomar las armas.Falleció en Santiago de Chile en 1837.
Cruce de los Andes (San Martín y O'Higgins) - Óleo de Martín Boneo (1865).

El Cruce de los Andes fue un conjunto de maniobras realizadas por el Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina) entre el 14 de enero y el 8 de febrero de 1817, para atravesar con una fuerza de 4.000 regulares y 1.200 milicianos1 la cordillera de los Andes desde la región argentina de Cuyo hasta Chile, y enfrentar a las tropas realistas leales a la Corona española que allí se encontraban. Formó parte del plan que el general José de San Martín desarrolló para llevar a cabo la Expedición Libertadora de Argentina, Chile y del Perú.
Ejército de los Andes
Activa1816 - 1824
PaísFlag of Argentina (alternative).svg Provincias Unidas del Río de la Plata
Tamaño
en origen:
  • 3778 soldados
  • 1392 auxiliares
Comandantes
Comandantes
notables
José de San Martín: jefe del ejército.
Insignias
Símbolo de
identificación
Bandera de la Provincia de Mendoza.svgBandera del Ejército de los Andes.
Guerras y batallas
El Libertador José de San Martín.
El Cruce de los Andes es considerado como uno de los grandes hechos históricos de Argentina, así como también como una de las mayores hazañas de la historia militar universal. Algunos autores lo toman como parte de un conjunto de acciones que integran el llamado Plan de Maitland.
IDEA
Tras la Revolución de mayo de 1810, se inició la guerra de independencia argentina, como parte de un conjunto de revoluciones contra la monarquía española a lo largo de todo el continente sudamericano. Si bien dichos movimientos lograron un éxito inicial, luego su avance sufrió un estancamiento, debido a la resistencia y represión que llevaron a cabo los sectores americanos y peninsulares leales a la corona española, que mantenían su centro de poder en Perú.
ORGANIZACIÓN
El Libertador José de San Martín.
Para llevar a cabo su plan, San Martín llegó a Mendoza el 7 de septiembre de 1814 con la idea de organizar un pequeño y disciplinado ejército en la Provincia de Cuyo. A poco de llegado, entre el 1 y 2 de octubre de ese año, se produjo en Chile la Batalla de Rancagua, en la cual las fuerzas patriotas chilenas fueron derrotadas, y parte de sus restos cruzaron la cordillera en dirección a Mendoza, quedando Chile nuevamente en manos realistas.
El Libertador José de San Martín.
Ante esta situación, San Martín recibió e incorporó a su incipiente ejército cuyano —que ya contaba con alrededor de 1000 hombres—2 los restos de tropas chilenas al mando de Andrés del Alcázar y Bernardo O'Higgins; la otra facción siguió a José Miguel Carrera decidiendo no formar parte del nuevo ejército. Al mismo tiempo San Martín incorporó a su ejército el Batallón de Auxiliares Argentinos(también llamado Auxiliares de Chile), que había retornado de su misión en Chile al mando del coronel Juan Gregorio de Las Heras por órdenes del gobierno de las Provincias Unidas después de tomar conocimiento del Tratado de Lircay.
El Libertador José de San Martín.
San Martín nombró al jurisconsulto chileno Dr. Hipólito de Villegas, quien fuera desterrado por los hermanos Carrera, como apoderado del Ejército de los Andes para percibir los fondos que recolectaban con el objeto de proveer el sostenimiento de las tropas. Intentó poner rápidamente a su ejército en condiciones de combatir, ante el temor de que los realistas cruzaran la cordillera y atacaran Mendoza, debido a la aparición de destacamentos realistas en el Portillo, Las Flechas y Ladera de las Vacas en el paso de Uspallata. Pese a esos movimientos, este temor nunca se hizo realidad debido a que el líder de las fuerzas españolas en Chile, Casimiro Marcó del Pont, consideró el cruce por parte de un ejército como impracticable.
El Libertador José de San Martín.
Así fue que San Martín se abocó durante los años 1815 y 1816 a formar el Ejército de los Andes, y a prepararlo para el cruce de la cordillera de los Andes y el ataque a los realistas de Chile. El 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas declaran su independencia y con Juan Martín de Pueyrredón elegidoDirector Supremo el general San Martín recibió el apoyo pleno del gobierno central para mejorar y consolidar el ejército. La ciudad de Mendoza se transformó en un gran cuartel y fábrica militar, y casi todos los pobladores cuyanos participaron en la elaboración de pólvora y municiones, aprendieron a fundir cañones, tejer tela y coser ropa. Se montó una fundición de armas a cargo del religioso franciscano fray Luis Beltrán, un cuerpo de maestranza a cargo de Antonio Álvarez Condarco y servicios sanitarios a cargo del médico Diego Paroissien
El Libertador José de San Martín.
A mediados de 1816, San Martín se instaló en el campamento de El Plumerillo, ubicado en las adyacencias de la ciudad de Mendoza, donde constituyó su Estado Mayor. La actividad de San Martín incluyó un complejo plan para engañar al enemigo (Guerra de Zapa) mediante el envío de espías y conferencias con indígenas difundiendo el rumor de que cruzaría los Andes por un paso más al sur, lo cual era de mayor factibilidad. Los indígenaspehuenches comunicaron estos planes a los españoles de Chile, quienes así dispersaron sus fuerzas y perdieron poder de resistencia. El grueso del ejército cruzó los Andes por los difíciles pasos de Los Patos en San Juan, al mando éste del General José de San Martín y Uspallata de Mendoza, los cuales eran considerados como imposibles para el cruce, pero permitían cortar por el centro a las líneas defensivas realistas y dirigirse directamente aSantiago de Chile. Debieron atravesar más de 500 km de cordillera y pre-cordillera.
Réplica de la bandera del ejército de los Andes situada en elcementerio de la Recoleta de Buenos Aires.
TROPA
El ejército se conformó por aproximadamente 3800 soldados argentinos (incluyendo una parte del ejército de patriotas chilenos), 1200 milicianos como tropa de auxilio (para conducción de víveres y municiones), 120 barreteros y 21 piezas de artillería.
TRANSPORTE
Para el cruce utilizaron 1600 caballos y 10 600 mulas, por lo que todo el personal realizó el cruce montado.
ARMAS
Llevaron 22 cañones, 2000 tiros de cañón, 1129 sables y 5000 fusiles de bayoneta.
ALIMENTACIÓN
La base de la alimentación del ejército fue el valdiviano —plato sobre la base de carne seca (charqui) machacado, grasa, rodajas de cebolla cruda y agua hirviendo—. Las columnas que llevaban los víveres iban a retaguardia. Transportaron más de 40 toneladas de charqui, galletas de maíz, 113 cargas de vino, aguardiente para disminuir el frío nocturno, ajo y cebolla (para combatir el soroche,o apunamiento) 600 reses para la provisión de carne fresca, quesos y ron.
ABRIGO
Además de los uniformes, llevaron ponchos de San Luis, frazadas y mantas de franela. El frío era tan intenso que los animales también fueron abrigados. Se los cubrió con mantas .
LA SALUD DEL GENERAL SAN MARTÍN
San Martín padecía de úlceras, y durante muchos tramos del cruce, aquejado por sus dolencias, debió ser trasladado en camilla. Durante el regreso aBuenos Aires, luego del primer cruce, estas dolencias hicieron empeorar su salud.
BANDERA
A pedido de San Martín, las damas mendocinas cosieron una bandera, la que fue bordada a mano. Cuando el ejército se embarcó hacia el Perú en Valparaíso, viajó con una bandera chilena con tres estrellas agregadas, por lo que San Martín dejó la bandera de los Andes en depósito del Gobierno chileno. Luego de renunciar al protectorado del Perú, al pasar por Mendoza San Martín puso en conocimiento del gobierno provincial que la bandera estaba en Chile y fue reclamada y trasladada a Mendoza. Actualmente esta bandera se encuentra en un edificio creado con el fin particular de cuidar la Bandera. El Memorial de la Bandera del Ejército de Los Andes fue inaugurado el 17 de agosto de 2012. En él se pueden encontrar, además, dos banderas capturadas en la Batalla de Chacabuco. A pedido de San Martín tenía muy claro los colores que debía tener la bandera del Ejército de los Andes: celeste y blanco. A la búsqueda de telas salieron la esposa del Libertador, Remedios y su amiga, Laureana Ferrari. Tras conseguirla, Remedios se puso a coser y sus amigas a bordar.
 El Libertador José de San Martín.

El Libertador José de San Martín.

El Libertador José de San Martín.
El escudo de armas que orna el centro de la bandera, se estima que fue dibujado por el Capitán Bermúdez o el Sargento Antonio Arcos. Laureana Ferrari escribió que el óvalo del escudo fue diseñado por una tal señora de Huisi y las manos dibujadas por el brigadier Soler; también reveló que las lentejuelas de oro fueron sacadas de dos de sus abanicos (que hoy se encuentran expuestos en el Museo Histórico Nacional) y que el óvalo y el sol del escudo fueron adornados con rosetas de diamantes y perlas de collares suyos y de Remedios. El 5 de enero de 1817 - a pocos días de la partida del Ejército - la bandera fue bendecida en la iglesia matriz de Mendoza. Después de la ceremonia, San Martín tomó la bandera y se dirigió a la plaza mayor, donde estaban las tropas alineadas. Ante ellas exclamó: "Soldados: Esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América". Y la agitó tres veces en medio de un indescriptible júbilo de campanas, salvas, vivas y músicas.
El Ejército de los Andes partiendo del campamento de El Plumerillo, Mendoza. Óleo de José Bouchet.
EL CRUCE
Artículo principal: Seis rutas sanmartinianas
. Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino atravesar estos inmensos montes.
Carta de San Martín a Tomás Guido, del 14 de junio de 1816
El 5 de enero de 1817 se inició el cruce de la cordillera de los Andes.
El Ejército de los Andes, formado en El Plumerillo (a 7 km de Mendoza), abandonó el campamento e inició el cruce de los Andes por los pasos de Los Patos y Uspallata. Estas vías abruptas aseguraban el factor sorpresa. El cruce duró 21 días, utilizándose guías (baqueanos). Se atravesaron alturas superiores a los 4.000 msnm.
El plan de campaña era dividir las tropas en dos columnas (principal y secundaria) y cuatro destacamentos.
Principal: estaba formado por tres columnas al mando respectivo de Miguel Estanislao Soler (vanguardia) San Martín y O'Higgins, ambos con la reserva a una jornada de distancia. Avanzó por el paso de Los Patos.
Secundaria: estaba al mando de Juan Gregorio de Las Heras, que avanzó por la ruta de Uspallata. A dos días de distancia lo seguía Luis Beltrán con el parque y la artillería.
Las fuerzas principales llegaron al otro lado entre el 6 y el 8 de febrero.
LAS CIFRAS DEL CRUCE
5424 hombres (3 generales, 28 jefes, 208 oficiales y 2105 granaderos)
22 cañones transportados (2 obuses de 6 pulgadas, 7 cañones de batalla de 4 pulgadas, 9 cañones de montaña, 2 cañones de hierro y 2 cañones de 10 onzas)
28 km promedio de avance por día
800 km de frente de teatro de operaciones
3000 msnm(altitud) fue la altura media
40 °C de diferencia térmicas entre el día (30 °C) y la noche (-10 °C)
"EN VEINTICUATRO DIAS HEMOS HECHO LA CAMPAÑA, PASAMOS LAS CORDILLERAS MAS ELEVADAS DEL GLOBO, CONCLUIMOS CON LOS TIRANOS Y DIMOS LA LIBERTAD A CHILE..."
Palabras del general San Martín en el parte detallado de la batalla de Chacabuco. Santiago e Chile, febrero 22 de 1817.
1· La organzación del Ejército de los Andes
Definidas las líneas generales del plan de campaña, San Martín inició los trabajos para organizar el ejército con que habría de llevar a cabo la gran empresa, sobre la base de los dos únicos núcleos de tropas que existían en Mendoza: el Cuerpo de Auxiliares de Chile, al mando del coronel Gregorio de Las Heras - que fue llevado a Mendoza después de la derrota de Rancagua, en 1814- y las milicias cívicas de la provincia, agrupadas en dos cuerpos de caballería y dos batallones de infanteria denominados Cívicos Blancos y Cívicos Pardos.
Al mismo tiempo que se organizaba el ejército había que atender a la defensa inmediata del territorio, siempre amenazado desde Chile. Esta eventualidad obligó a San Martín a aumentar urgentemente los efectivos de los cuerpos mencionados y colocarlos en condiciones de afrontar las tareas de protección más indispensables, para lo cual implantó una especie de servicio militar obligatorio para la provincia de Cuyo.
El 8 de noviembre de 1814, se creó el Batallón N° 11 de Infantería, con los citados contingentes de Auxiliares de Chile más un escuadrón de caballería. A mediados de diciembre, se incorporaron dos compañías del Batallón N 8, procedentes de Buenos Aires, y una compañía de artillería con cuatro piezas, a las órdenes del sargento mayor Pedro Regalado de la Plaza. Los efectivos obtenidos hasta entonces (400 hombres y 4 cañones) estaban muy lejos de las mínimas necesidades futuras, lo que indujo a San Martín
A aprtir de 1815, el infatigable gobernador de Cuyo aplicó una serie de procedimientos expeditivos para llevar el ejército al pie orgánico exigido por la magnitud de la empresa a realizar y en los que fue auxiliado por el Gobierno de Buenos Aires. En el mes de febrero, consiguió que le incorporasen nuevas dotaciones de artillería. El 26 de julio, llegaron a Mendoza los Escuadrones 3 y 4 de Granaderos a Caballo, enviados por el Director Supremo, al mando del capitán Soler y del teniente Lavalle, llevando vestuario, equipo y armamento para 400 soldados.
El 14 de agosto, San Martín recurrió al voluntariado, con lo que obtuvo algunos contingentes apreciables. Con los emigrados chilenos organizó la Legión Patriótica de Chile y, faltándole aún 130 hombres para completar los escuadrones de granaderos, publicó el célebre bando:
"tengo 130 sables arrumbados en el cuartel de Granaderos a Caballo, por falta de brazos que los empuñen..., que le aportó igual número de voluntarios."
Hacia octubre de 1815, el incipiente ejército contaba ya con unos 1.600 soldados de infantería, 1.000 de caballería de línea y 220 artilleros, con 10 cañones.
Mientras aumentaba el ejército, se presentaban problemas de difícil solución, pues había que vestir a las tropas y poner en condiciones de uso al armamento que, en su mayor parte, se hallaba en mal estado. Escaseaban, además, la pólvora y las municiones, careciéndose de medios para proveerse de ellas pues las únicas fábricas existentes - en Córdoba y La Rioja - no alcanzaban a satisfacer la demanda del Ejército del Alto Perú. El ingenio inagotable de San Martín zanjó en poco tiempo estas dificultades.
El Libertador José de San Martín.
Con el concurso de un emigrado chileno, Dámaso Herrera, muy entendido en mecánica, se transformó el molino de Tejada en batán, accionado por el sistema hidráulico que poseía. San Luis contribuyó con bayetas de lana, las que una vez en Mendoza se teñían y se abatanaban hasta el grado de consistencia que se creía conveniente, y de estas bayetas o pañetes se vistió el ejército.
Del mismo modo, fue creada la maestranza y el parque de artillería, con la hábil dirección de fray Luis Beltrán, gran experto en matemática, física y metalurgia. En cuanto a la pólvora, dada la abundancia de salitre en la zona, se instaló un laboratorio con la dirección del ingeniero José Antonio Álvarez de Condarco, obteniéndose un producto de superior calidad y cubriéndose todas las necesidades previstas.
A estos organismos siguió la creación de otros, no menos importantes: la sanidad fue confiada al doctor Diego Paroissien; la vicaria castrense al sacerdote José Lorenzo Güiraldes; la comisaría del ejército a Juan Gregorio Lemos y la justicia militar, como auditor de guerra, al doctor Bernardo de Vera y Pintado.
Hasta ese momento, principios de 1816, la campaña sobre Chile no había sido formalizada oficialmente por el Gobierno nacional. Como era urgente apresurar su organización con la incorporación de otros 1.600 hombres, la obtención de ganado y dinero para la adquisición de armas, San Martín comisionó a Manuel Ignacio Molina para que se entrevistase con el Director Supremo. Como resultado de la gestión, solamente obtuvo una contribución en dinero.
En marzo de 1816, San Martín solicitó la incorporación de los otros dos escuadrones de Granaderos a Caballo que se encontraban en el Ejército del Alto Perú. Al siguiente mes se le enviaron estos granaderos que, al pasar por La Rioja, reclutaron 100 hombres más.
El Libertador debió sumar a los grandes problemas que tuvo para llevar a cabo su empresa, la incomprensión del Gobierno de Buenos Aires, no muy convencido de las posibilidades de expedicionar a través de los Andes.
El 3 de mayo de 1816, el Congreso nacional, reunido en Tucumán, eligió Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. Este, ante la insistencia de San Martín, con quien tuvo una entrevista en Córdoba, orientó todos los esfuerzos hacia Cuyo. Se activaron los trabajos y esta provincia cordillerana se transformó en una inmensa fragua para forjar un ejército bien dotado que debía abatir el estandarte español en Chile.
El 1 de agosto, el Director Supremo dio al ejército de Cuyo el nombre definitivo de Ejército de los Andes y San Martín fue designado su general en jefe. Para darle una nueva estructura, el Regimiento N 11 fue dividido en dos cuerpos, manteniendo el primer batallón su anterior número y dándose al otro la nominación de Batallón N 1 de Cazadores. El Batallón N 8, mediante el reclutamiento de un fuerte contingente de negros, alcanzó a contar con 355 hombres, que pronto fueron aumentados con nuevos aportes de la provincia.
En noviembre de ese año, San Martín propuso la formación de una compañía de zapadores, considerada imprescindible por la característica topográfica del teatro de operaciones. La propuesta le fue negada, siendo sustituida por plazas de gastadores, las necesarias a cada cuerpo, creándose un cuerpo con los barreteros de minas.
El Regimiento de Granaderos a Caballo quedó finalmente organizado con cuatro escuadrones de 145 hombres cada uno. El quinto escuadrón, formado con personal seleccionado, se transformó en el Escuadrón Cazadores de la Escolta. Con los artilleros se creó un batallón de 241 hombres con 18 piezas de diverso calibre.
Paralelamente a la organización del ejército fue necesario disponer su mantenimiento, adquirir los materiales de guerra y propender a los recursos para financiar la campaña. Los pueblos de Cuyo, a pesar de su pobreza, sintieron exaltado su patriotismo, lo que permitió a San Martín organizar y encauzar la economía provincial para poder cubrir al máximo las necesidades.
Durante el año 1815, las minas de Pismanta y Huayaguaz proveyeron 27 quintales de plomo y gran cantidad de azufre y las de Uspallata produjeron igualmente plomo y algo de plata. De este modo se lograron extraer de Cuyo los elementos para la fabricación de pólvora y los metales para alimentar las fraguas de fray Luis Beltrán.
La absoluta necesidad de aumentar los ingresos del fisco, dada la insuficiencia de la ayuda del Gobierno de Buenos Aires, indujo a San Martín a ampliar el régimen tributario de la provincia y crear diversos arbitrios: la contribución extraordinaria de guerra o impuesto directo sobre los capitales, a razón de 4 reales por cada 1.000 pesos, que también incluyó a los comerciantes exportadores y de tránsito; el impuesto a la carne de consumo corriente, que produjo unos 6.000 pesos anuales; la contribución patriótica, que aportó 8.700 pesos; la contribución basada "sobre el pie sólido de los producidos por las fincas rústicas", y otra, extraordinaria, de la que consta una recaudación de 9.000 pesos. Se recurrió a las donaciones
voluntarias en dinero, ganado y elementos directa o indirectamente útiles al ejército.
Los traficantes en vinos y aguardientes abonaron, por propia iniciativa, un derecho de extracción calculado en 2.300 pesos mensuales; el gremio de carreteros aportó una contribución voluntaria de un peso por cada viaje de carreta y la cofradía de Nuestra Señora del Rosario efectuó un donativo en metálico que, sumado al de algunos españoles simpatizantes con la causa de la independencia, alcanzó los 3.940 pesos.
San Martín dispuso que ingresen al tesoro público los capitales de propiedad del convento de las monjas de La Buena Esperanza; la recaudación de los capitales a censo de las diversas cofradías fundadas en las iglesias y la limosna colectada por la comunidad de la Merced para la redención de los cautivos cristianos. En concepto de ingresos eventuales se recurrió a la disminución del sueldo de los empleados públicos prometiendo el reintegro a quienes no lo cediesen voluntariamente; se aceptaron préstamos voluntarios y forzosos; se dispuso el secuestro y confiscación de bienes de los europeos y americanos enemigos de la revolución y de los prófugos en Perú, Chile y otros lugares. El renglón de multas produjo ingresos considerables; se procedió a la venta de tierras públicas y se creó una lotería, que el gobiernoadministraba en el territorio de su jurisdicción.
Al iniciarse la campaña, San Martín había pedido al Gobierno nacional la aprobación de la hipoteca de 44.000 pesos hecha de los fondos generales de hacienda de la provincia en favor de los prestamistas, de los que 24.000 erogó Mendoza, 18.000 San Juan y 2.000 la Punta de San Luis. También obtuvo del comercio de Mendoza un préstamo adicional de 20.000 pesos.
Fue así como, al conjuro del Gran Capitán, surgieron todos los recursos para organizar, armar, equipar y mantener un ejército. Cuando la población de Cuyo ya no tuvo nada para dar, continuó ofreciendo sus propios esfuerzos: las damas cosieron ropas e hilaron vendas; numerosos artesanos prestaron su concurso para las construcciones militares; los carreteros y
arrieros realizaron el transporte gratuito de todos los elementos necesarios al ejército.
En todo momento las fuerzas reclutadas recibían una cuidadosa instrucción, dirigida personalmente por el general San Martín, la que se intensificó a mediados del año 1816. Se estableció un campamento en el paraje llamado El Plumerillo, pocos kilómetros al noroeste de Mendoza. En el frente del campamento se despejó un gran terreno que se destinó como plaza de instrucción y, hacia el oeste, se construyó un tapial doble para espaldón de tiro.
Al finalizar ese año, la instrucción militar, tanto de las tropas como de los cuadros, había alcanzado un grado de perfeccionamiento no igualado, hasta entonces, por ejército americano alguno. Esta estructura bélica se completó con un Cuartel General, con el Estado Mayor (creado el 24 de diciembre de 1816), con las especialidades (barreteros de minas, arrieros y baqueanos) y con los servicios de vicaria castrense, sanidad, remonta, justicia, aprovisionamiento y custodia de bagajes.
Los efectivos de todas las unidades de línea, servicios y tropas auxiliares del Ejército de los Andes, arrojaron un total de: 3 generales, 28 jefes, 207 oficiales, 15 empleados civiles, 3.778 soldados combatientes y 1.392 auxiliares, lo que suma un conjunto de 5.423 hombres.
Disponía, además, de 18 piezas de artillería, 1.500 caballos y 9.280 mulas.
Sólo faltaba al ejército una bandera: el comercio de Mendoza proveyó la sarga, de colores blanco y celeste, con la cual varias damas confeccionaron el estandarte que las huestes redentoras llevaron hasta el pie del Chimborazo.
2· Introducción
Relatos del Padre Furlong: "Cruce de los Andes"
"EN VEINTICUATRO DIAS HEMOS HECHO LA CAMPAÑA, PASAMOS LAS CORDILLERAS MAS ELEVADAS DEL GLOBO, CONCLUIMOS CON LOS TIRANOS Y DIMOS LA LIBERTAD A CHILE..."
Palabras del general San Martín en el parte detallado de la batalla de Chacabuco. Santiago e Chile, febrero 22 de 1817.
Para la inmensa mayoría de los que estudian y enseñan la historia patria, el paso de los Andes es un hecho de gran realce, una empresa difícil, penosa y peligrosa, pero están muy lejos de imaginar lo arduo y sobrehumano que fue aquel cruce, único en los anales de la historia argentina y universal. Si exceptuamos a los cuyanos que contemplan, día tras día, ese imponente muro de proporciones gigantescas, y oyen a la continua las infinitas peripecias y mortales accidentes que allí tienen lugar, bien pocos han de ser los argentinos que tengan una idea, ni siquiera aproximada de lo que debió costar a San Martín cruzar la Cordillera.
El viaje actual, ya sea en tren, ya sea en rápido automóvil u ómnibus de pasajeros, y ni hablar en avión, sólo muy ligeramente capacita para que pueda uno formarse alguna idea de lo que, otrora, significó cruzar aquel compacto aglomerado de gigantescos montes.
Para comprenderlo, con mayor aproximación a la realidad histórica, es menester eliminar, mentalmente, la amplia carretera que hoy existe; es menester suprimir la mayoría de los puentes, y es menester prescindir del túnel, de que se valen, así los trenes como los autos, para acortar distancias y evitar terribles ascensos y descensos. En 1817 nada de eso había. La carretera no era tal; sólo era un camino, de treinta a cincuenta centímetros de anchura, desigual y pedregoso, camino de mulas en el que había que viajar con la lentitud propia de estos animales, dado lo cual, el cruce demandó de 20 días para las tropas de la patria.
Es posible que algún estudioso, al referirse al paso de los Andes no peque de esa estrechez mental, ni de esa visual miope, pero la inmensa mayoría de quienes no hayan pasado la Cordillera o, a lo menos no se hayan internado en ella hasta Uspallata, por ejemplo, o hasta un punto análogo, forzosamente han debido formarse, y se forman, una idea harto inadecuada de lo que fue la hazaña sanmartiniana.
El coronel Leopoldo R. Ornstein ha escrito, con sobrado fundamento, que "algunos tratadistas han establecido un parangón entre el paso de los Andes con el de los Alpes por Aníbal, primeramente, y por Napoleón después. La similitud es muy relativa, por cuanto difieren en forma muy pronunciada las dimensiones y características geográficas del teatro de operaciones, como también los medios y recursos como fueron superadas en cada caso ambas cadenas orográficas.
Esas diferencias son, precisamente, las que presentan la hazaña de San Martín como algo único en su género. En efecto: Aníbal cruzó los Alpes por caminos que ya en esa época eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial. Y aunque no puede afirmarse que su transitabilidad fuese fácil, tampoco debe considerarse que pudiera presentar grandes dificultades, puesto que el general cartaginés pudo llevar consigo elefantes, carros de combates y sus largas columnas de abastecimiento.
San Martín atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa que sólo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones. Habría podido Aníbal franquear las cinco cordilleras de la ruta de Los Patos, escalando, con elefantes y vehículos, los 5.000 metros del Paso Espinacito?
El Recodo de la muerte
Aún hoy día se recuerda a los turistas el punto denominado otrora "el recodo de la muerte", por las desgracias frecuentísimas que tenían lugar en esa curva.
En 1825 la cruzó el capitán F. Bond Head y se hizo eco de la tradición de cómo la arriada de mulas pasaba con temor y temblor por aquel punto: "cuando doblaron por la senda torcida, los colores diferentes de los animales, los diferentes colores del equipaje que conducían, con la ropa pintoresca de los peones que vociferaban el extraño canto con que arrean las mulas, y la vista del peligroso paso que debían trasponer, formaban en conjunto un espectáculo interesantísimo.
"Así que la mula delantera llegó al comienzo del paso, se paró, resistiéndose claramente a seguir, y es natural que todas las demás se detuvieran también.
"Era la mula más linda que teníamos y, por eso, se la había cargado con doble peso que a las otras; su carga nunca había sido aliviada y se componía de cuatro maletas, dos que me pertenecían a mí y contenían no solamente una pesadísima talega de duros, sino también papeles de tal importancia que difícilmente podría yo continuar el viaje sin ellos. Los peones luego redoblaron los gritos e inclinándose al costado de la mula recogían piedras que tiraban a la mula delantera.
Con la nariz en el suelo, literalmente olfateando el camino, marchaban despacio, cambiando a menudo la posición de sus patas, si encontraban flojo el terreno, hasta llegar a la parte peor del paso, donde se volvió a parar, y entonces empecé a mirar con grande ansiedad mis maletas; pero los peones le volvieron a tirar pedradas y ella siguió la senda y llegó con felicidad adonde yo estaba; varias otras siguieron.
"Por fin, la mulita portadora de una maleta con dos grandes bolsas de víveres y muchas otras cosas, al pasar el mal punto, golpeó la carga con la roca, con lo que las patas traseras cayeron al precipicio, y las piedras sueltas inmediatamente comenzaron a desmoronarse a su contacto; sin embargo, la delantera se afirmó aún en el estrecho sendero, donde no tenía sitio para su cabeza, pero colocó el hocico en la senda, a la izquierda y parecía sostenerse con la boca; su peligroso destino se decidió pronto por una mulita suelta que se acercó y, como venían detrás, golpeó el hocico de su camarada, desplazándola; le hizo perder el equilibrio y, patas arriba, la pobre criatura instantáneamente empezó una caída realmente terrorífica.
Con todo el equipaje, fuertemente amarrado, se precipitó por la pendiente escarpada, hasta llegar a una parte completamente perpendicular, y entonces pareció rebotar y, dando vueltas en el aire, cayó de lomo y sobre la carga en el torrente profundo. Al momento desapareció."
Tales eran los caminos que, por espacio de más de veinte días, tuvieron que recorrer los soldados del más glorioso de nuestros ejércitos. Nada extraño es, pues, que las bajas de vacunos y caballares, y aun de mulas, fuera considerable.
Lo extraño es que no hubiese sido inmensamente más grande. Si se prescinde de los medios mecanizados, sería, aun hoy día, una empresa nada fácil para un ejército, cruzar la Cordillera, por el paso de Uspallata o por el paso de los Patos.
Pasos que apenas dejaban pasar
Y notemos aquí, antes de proseguir adelante, que la voz "pasos" es muy inexacta. No hay pasos en la Cordillera, si por pasos se entienden callejones o desfiladeros más o menos planos entre montes.
Existen sí desfiladeros, pero no es dado transitar por ellos, esto es, no en el fondo sobre suelo firme y seguro, sino en las alturas y por caminos abiertos a pico, entre los cien y los quinientos metros de altura sobre el fondo de las cortaduras o lecho de los ríos.
Tanto si se va por Uspallata, como por los Patos, que son los caminos más viables, y fueron los elegidos por San Martín, sólo hay como un décimo del trayecto, donde se va en las bajuras y no en las alturas.
Llevar un ejército de 5.423 hombres, con 9.280 mulas, 1.500 caballos y 16 piezas de artillería, además de sobrestantes, anclotes, vituallas, forraje y municiones, por tales sendas y con todas las dificultades causadas por la estrechez e inseguridad de las mismas, a las que hay que añadir la falta de agua, en unas ocasiones, el exceso de agua en otras, los intensísimos fríos de noche, y aún en pleno día, el mal de montaña o soroche, la falta de pastos para el ganado y de leña para hacer fuego y para disponer el rancho, etc., etc., y todo esto, no por espacio de uno o dos días, sino por espacio de unos veinte días, es algo superior a toda ponderación. Es una hazaña que raya en la esfera de lo impracticable, de lo imposible.
Es el ya citado Lozano que había cruzado la cordillera a mediados del siglo XVIII, quien pudo decir con toda verdad que "La inmensa altura de estos disformes montes parece competir con el cielo. Ni Pirineos, ni Alpes, ni otros de los más elevados montes, que sabemos, pueden correr pareja con ellos y quedaría vanaglorioso el Olimpo tan celebrado, de merecer le admitiesen por competidor.
La falta de agua y leña
Y Rosales, a quien también ya hemos citado, está en lo cierto al describir la Cordillera como "una muralla de soberbios montes amontonándose unos sobre otros, de tal arte, que el primero sirve de escala o de grada para el segundo, hasta subir a tan grande altura que sobrepuja con mucho las nubes... y son en su comparación niños o pigmeos los Alpes, los Pirineos y Apeninos de Italia y otros gigantes de soberbia grandeza".
Pero nada arredró a San Martín. Nada de eso le arredró, pero todo esto le conturbó.
El mismo lo escribía así a Tomás Guido, en carta del 14 de junio de 1816: "lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes". Como el camino, así por Uspallata como por los Patos, supone el cruzar cuatro cordilleras, son otros tantos los empinados ascensos y otros tantos los precipitados descensos, casi siempre por rutas, hoy discretamente anchos, pero otrora, inconcebiblemente estrechos, por las que tiene que andar el viajero.
Pero no era el camino, aunque tan abrupto y rebelde, tan traidor y falso, la única dificultad que hubo que vencer el gran soldado de la Patria. Estaba también la falta de agua. Singular paradoja: abunda el agua en la Cordillera, y es precisamente costeando ríos de buen caudal y de excelente calidad, que se hallan los caminos, y, no obstante, no hay agua, o sólo la hay en contados puntos. Es que en la Cordillera, sobre todo del lado argentino tiene lugar el tormento de Tántalo: estar al lado, a pocos metros, de abundante agua y no poder beberla. La razón es muy sencilla: entre la senda que lleva el viajante y el río, hay 100, 200, 500 o más metros de montaña tan perpendicular que no hay cómo bajar, y en caso de bajar, no hay cómo subir otra vez.
Si no es en algún que otro punto, donde el río y camino se encuentran a igual o casi igual nivel, no hay que pensar en utilizar el agua del río Mendoza, si se hace el viaje por Uspallata, o el agua del Río de los Patos, si se toma la otra ruta principal. San Martín conocía esta realidad y por eso reguló las jornadas según hubiese, o no, posibilidad de agua. He aquí algunas líneas del itinerario a seguir, por el grueso del Ejército: "1ª jornada... con monte y agua a una legua, antes de la parada; 2ª jornada... sin agua alguna; 3ª jornada... con agua dos leguas antes, en el carrizal; 4ª jornada... sin agua en toda la tirada; 5ª jornada... poca agua; 6ª jornada... sin agua; 7ª jornada... sin agua toda [la jornada]; 8ª jornada... con agua, etc."
Haciendo la travesía por jornadas, según los sitios donde había agua para saciar la sed de más de 5.000 hombres y de más de 10.000 bestias, quedaba eliminada una de las dificultades más grandes.
No hay agua, sino en contadas ocasiones, pero no hubo entonces, ni hay al presente, pasto alguno adecuado para las bestias ni leña alguna para los fogones, fuera del valle de Uspallata y del Valle Hermoso, en los que el ejército podía estar acampando durante algunos días. En todos los restantes nada podría hallarse a uno y otro fin, ya que el clima desértico de la Cordillera hace que ésta sólo ofrezca rocas desnudas de toda vegetación y valles cubiertos de inmensos pedregales.
En la aridez de las laderas sólo se ve, de vez en cuando, unos arbustos espinosos y retorcidos, entremezclados con pastos duros que hasta los 4,000 metros constituyen el tapiz vegetal como estepa arbustiva. A excepción del valle del Uspallata y del Valle Hermoso, no había que pensar en hallar forraje para los animales, si bien en algunos puntos existía y existe el pasto puna, gramínea tan dura como poco digerible.
Habia que llevar todo el forraje
Fue, pues, necesario llevar a lomo de mula, todo el necesario forraje para alimentar a 10.000 bestias, durante unos veinte días. Desgraciadamente no se llevó el suficiente, puesto que no pocas mulas, que eran sin duda, las peor alimentadas, desfallecieron de puro flacas. Así lo manifestó el mismo Beltrán, a cuyo cargo corría el acarreo de la artillería: "Estoy sin mulas, porque con el trabajo se caen de flacas."
Otro producto de primera necesidad, del que se debió llevar la necesaria cantidad fue la leña, así para hacer fuego y disponer el rancho para más de cinco mil hombres, como para ahuyentar el intenso frío de las noches, aunque en esto segundo hubo poco gasto, por cuanto, en no pocas ocasiones, se llegó a prohibir el hacer fuego por la noche, por el peligro de que sirviera de guía a los espías enemigos.
Proctor recuerda cómo no es posible hallar arbustos algunos, con que hacer fuego, y que la manera de hacer fuego, usada por los arrieros consiste en juntar cantidad de bosta seca de mulas, que siempre hay en la senda. El día en que las fuerzas de Las Heras se aproximaron a la cumbre, y a ella ascendieron en la oscuridad, por temor a ser sorprendidos, prohibió ese general el que se encendiera fuego, aun para preparar los alimentos.
La tropa sólo pudo contar con una ración de galleta y una porción de vino. Gracias a las aguadas que se pudieron utilizar, y gracias a la leña, de que iba provisto el ejército y a la bosta que había en los caminos, sobre todo en los puntos más amplios de los mismos, usados como corrales, el ejército cocinaba de ordinario su rancho.
Todos los comestibles fueron traídos desde Mendoza por la misma tropa y a lomo de mula, o en las mochilas, y condimentada con grasa y ají picante. Con la sola adición de agua caliente y harina de maíz tostado se prepara un potaje tan agradable como substancioso. Sobre las mulas cargueras iban 3.000 arrobas de charqui, además de galletas de harina, maíz tostado, vino, aguardiente, ajos y cebollas. Estos últimos tubérculos eran para combatir el apunamiento o soroche.
Las provisiones de quince días para 5.000 hombres ocuparon 510 mulas y las cargas de vino para ración diaria, 113 mulas. Según Miller, el número de reses en pie, vacunos todos ellos, llegaba a 483.
A todos estos requisitos, a los que San Martín tuvo que atender para el éxito de la arriesgada empresa, hay que agregar otras necesidades, que habían de ser previstas y solucionadas. Nada hemos hallado sobre el mal de ojos, causado por los fuertes rayos solares, al reverberar éstos sobre la nieve, ni sabemos que este mal afectara a los soldados de San Martín, como afectó a los de Jenofonte, como éste refiere en su Anábasis o Expedición de los diez mil, y en caso de haber dañado a la tropa, ignoramos de qué remedio se valieron los médicos de la misma, pero sabemos que el frío atormentó terriblemente a la tropa, no obstante toda la sabia y acertada previsión de San Martín.
La puna o el soroche
Pero a todas las dificultades señaladas hay que agregar aún otra: los efectos de la puna o soroche. El fenómeno es ciertamente terrible, ya que, aún en horas de más normalidad, la fatiga es grande y las fuerzas casi nulas. Y no hay adaptación alguna súbita, sino lenta de meses o años.
Según el doctor Eduardo Acevedo Díaz "recientes investigaciones afirman que el habitante de las punas y de las altas cordilleras, es una variedad del hombre. Sus pulmones son de amplia capacidad; en proporción al tamaño del cuerpo, su corazón es de gran dimensión; el tórax es atlético; el pulso es lento".
San Martín trató de aminorar las consecuencias de la puna, propinando abundante ajo y cebolla a sus soldados, y facilitando el camino a los atacados en mula. Escribe Espejo que "toda la infantería iba montada hasta la primera noche de vivac en el descenso de la cordillera, para precaver o disminuir la fatiga que el soroche produjera en la tropa. No obstante esto, entre los artículos de la proveeduría, se llevaban cargas de cebollas, de ajos y de vino para racionar la tropa en las jornadas peligrosas, que la experiencia ha enseñado ser antídotos poderosos que de ordinario precaven el mal o lo curan".
Como es de suponer, ni ese antídoto, ni el hacer que la infantería montara las mulas, salvó a la tropa de los graves males y aun de males mortales. El proveer a los soldados de mulas, sobre que montar, a lo menos en los trayectos más expuestos a la puna, era una buena medida, pero esta medida no fue tan eficiente como podría creerse, ya que suponía el ensillar y desensillar, labor que en las alturas se hace poco menos que imposible para los afectados por la puna. Lo cierto es que, como escribía San Martín a Miller, "la puna atacó a la mayor parte del ejército, de cuyas resultas perecieron varios soldados".
Bajo los terribles y angustiosos efectos de la puna, aquellos hombres no sólo tenían que ensillar y desensillar; tenían que llevar el peso de su ropa, mochila cargada, armas y municiones, y tenían que cargar con parte del menaje de cocina, y tenían que conducir las arrias de mulas y las recuas de ganado, y tenían que llevar a pulso unas veces y, sobre zorras, otras veces, ya subiendo con cabrestantes, ya bajando por medio de los mismos, las pesadas zorras y los pesadísimos cañones.
Eran 500 los milicianos que tenían a su cargo esa labor, pero fue menester que todo el ejército participara en ese acarreo, ya que los vehículos, fabricados para el transporte, así de la artillería, como del puente y de los cabrestantes, no sólo resultaron inútiles, en dos tercios del camino, sino que el acarreo de los mismos resultaba otra pesada carga.
Los fríos eran intensísimos
En las zonas cercanas a la cumbre, los días, según las horas y según la ubicación en que se encuentra uno, son muy calurosos o muy fríos, y las noches son frigidísimas siempre, tanto en las proximidades de la cumbre, como lejos de ella.
A quince y veinte grados bajo cero, llega el frío en algunas noches de verano, y aún en pleno día. Y pensar que toda la tropa, desde San Martín hasta el último soldado, tuvieron que dormir a lo arriero, no una, sino muchas noches, usando por cama la montura, el poncho y el jergón, y todo ello sobre el duro suelo.
La nieve que indefectiblemente cayó sobre ellos, algunas noches, fue un reconfortante, como suele acaecer y la escena matutina debió ser de singularísima en esas ocasiones, ya que el frío más intenso es el de las primeras horas de la mañana, y todos los bagajes, cargas y armas estarían cubiertos de nieve, y las aguas, y demás líquidos estarían helados, y los animales ateridos de frío.
Eric Krumm, que recorrió el camino seguido por San Martín, describe lo que era el dormir y el despertarse: "lo que más pena daba era el ver a los animales husmeando en la nieve, en busca de pasto, con las "velas" de hielo colgándoles de las crines, de la cola e incluso de las pestañas. La nevada continuaba hasta alcanzar en algunos lugares a los 30 cm.".
Digamos aquí que la nieve borra las huellas y si no hay buenos baquianos es harto fácil el extraviarse una caravana. El mismo Eric Krumm, que hizo la travesía en 1938 nos informa al respecto: "Las dificultades del camino aumentaron, a medida que subíamos; los peones eran poco conocedores de la zona, y la nieve había cubierto toda huella. Desde el pie de la cumbre hasta el Portillo, a 4800 metros, había que repechar más de mil metros en una cuesta sumamente peligrosa".
Para defender a sus soldados contra el frío, adoptó San Martín dos medidas extraordinarias: el proporcionar a la tropa zapatos que abrigaran bien los pies, y el distribuir a los mismos, buena cantidad de alcohol, que le llevara calor al organismo. No olvidó proveerlos de ponchos forrados y muy abrigadores, pero creyó que lo más importante era un buen calzado, así para caminar por caminos pedregosos, como para defenderse del frío.
Con los desperdicios de cuero de las reses, hizo construir tamangos o zapatones altos y anchos y los hizo forrar interiormente con trapos y lana. En su bando del 17 de octubre de 1816, ordenando recoger trapos de lana para forrar los tamangos, manifestaba San Martín que ello era necesario "por cuanto la salud de la tropa es la poderosa máquina que bien dirigida puede dar el triunfo, y el abrigo de los pies es el primer cuidado".
ABRIGOS HASTA PARA LAS BESTIAS
No obstante todos estos medios, es indecible lo que debió sufrir la tropa, sobre todo los hombres no acostumbrados a climas fríos. Digamos que también se proveyó de protección a las bestias, contra las inclemencias andinas. Proveyó a caballos, mulas y vacas de la llamada enjalina chilena o abrigo forrado en pieles.
Desechó los forrados de paja, por el peligro de que las bestias los comieran, por falta de otra alimentación. Como puede colegirse de todo lo dicho, aquellas veinte o más noches cordilleranas debieron ser atrozmente terribles, y es posible que más de un soldado hubiera desertado, si la soledad, la distancia y el desamparo del yermo, no le hubiera impedido.
El fenómeno, a haberse realizado, no nos habría de extrañar, ya que aquella vida era humanamente intolerable y el que lo tolerara un ejército de 5.000 héroes, fue un fenómeno inaudito. Caminar con suma fatiga, durante todo el día y pasar veinte o más noches sin cuarteles, sin carpas, sin techo alguno, hasta sin la más rudimentaria comodidad, en zonas frigidísimas, bajo todas las inclemencias más bravías de los Andes, y todo ello sin una queja, sin una deserción y sin una señal de descontento, es por cierto un hecho único.
Logística y organización
LOS MILICIANOS CON LAS ZORRAS
Había caminos por los que era absolutamente imposible arrastrar la artillería. San Martín no ignoraba esta realidad y así se explica el que hiciera retobar todas las piezas con cueros vacunos, así para que no se deterioraran en la posibles caídas y golpes, como para poder sujetarlas más fácilmente con cuerdas y sogas, y poder así llevarlas alzadas sobre el suelo, en los caminos estrechos, y para poder descenderlas y subirlas con cabrestantes en los pasos difíciles. Por el camino de Uspallata, el más corto y el menos arriesgado de los caminos seguidos por el ejército de los Andes, se llevaron así 16 cañones de calibres diversos, según refería después San Martín y nos informa, además, que "eran conducidas por 500 milicianos con zorras y mucha parte del camino a brazo y con el auxilio de cabrestantes para las grandes eminencias" , así para subirlas como para bajarlas.
Es imponderable lo que estas operaciones exigían de hombres cansados y fatigados, sobre todo en las cercanías de la cumbre, cuando la puna los tenía a todos ellos, con poquísimas excepciones, desalentados, medio asfixiados, con terribles dolores de cabeza y de oídos, con angustias en todo el diafragma, incapacitados de agacharse y aun de subir una pendiente suave, casi plana. A excepción de muy pocos, no eran hombres habituados a esas alturas.
PUENTE ARMABLE Y DESARMABLE
Para cruzar los ríos colmados de agua, fue necesario llevar un puente, armarlo y desarmarlo cada vez que se usara. Era un puente de maronas, de una extensión de cuarenta metros, utilizable en todos los pasos difíciles, sobre todo en el cruce de ríos cajones. Los milicianos tuvieron que cargar también con el traslado de dos anclotes. "Se llevaban, escribe Espejo, para suplir las funciones de cabrías o cabrestantes en los grandes precipicios, adhiriéndose aparejos o cuadernales de toda clase o potencia, según los casos".
Espejo indica que no fue necesario usar los anclotes para salvar los cañones, aunque sí para salvar la carga de las mulas, que caían a los abismos menos profundos, pero sabemos por Beltrán que en las cortaderas un cañón rodó al abismo y fue rescatado sin otros perjuicios que la ruptura del eje y que más de treinta cargas fueron igualmente rescatadas.
No nos consta, pero suponemos, que en puntos de ascenso tan marcados como los de Picheuta y Puente del Inca, y en descensos tan vertiginosos como el de Caracoles, si no los anclotes, ciertamente las cabrías debieron de ser sumamente serviciales. Tan empinado es el ascenso hasta la cumbre como precipitado el descenso, una vez pasada la misma. Las ochenta y seis vueltas cerradas en la cuesta de los Caracoles "parecen estrangular el camino entre el abismo y la montaña", y por eso debió ser "penoso el descenso de la columna del general Las Heras". No hay que olvidar que para pasar por el llamado Paso de la Iglesia, tuvo que subir novecientos metros más arriba del túnel, que ahora utilizan, así los trenes como los autos.
El oasis de los manantiales
Después de referir cómo inició él el viaje el día 5 de febrero de 1939, escribe que, al siguiente día, llegó a las cercanías del río Patos, a un andarivel o camino-cornisa, sobre la estrechura llamada Paso de San Martín. "De aquí en adelante, -agrega Krumm-, el camino tendría un nuevo interés y una nueva emoción; recorrer la huella del genio de América.
Nos detuvimos medio día en Las Hornillas y al amanecer del siguiente continuamos nuestro viaje hacia el sud. Después de cruzar el arroyo Aldeco y bordeando varios cerros de pendientes escarpadas, llegamos, luego de seis leguas de marcha, a una amplia planicie llamada Manantiales, el lugar elegido (por San Martín) para establecer el depósito de aprovisionamiento de víveres, reposición de ganado y evacuación de heridos y enfermos, a cargo de 50 hombres durante la campaña de 1817. En las vegas de buen pasto que lo circundan se ubicaron las reses, destinadas al mantenimiento de la tropa.
"De Manantiales, el camino toma francamente la dirección Oeste, remontando el río de Las Leñas, enfrentando la cordillera de La Ramada. El camino se estrecha, y la marcha se hace pesada. Durante todo el trayecto hay pasto y leña en abundancia, no así en La Fría, donde hacemos alto a las 16 hs., después de recorrer cinco leguas desde Manantiales. "La falta de leña se convirtió en un serio problema, pues no teníamos con qué hacer fuego para calentar una pava para el mate.
Removiendo el suelo, encontramos algunas "galletas" de vacuno y pedazos de esas raíces llamadas "cuerno de cabra", con lo que resolvimos el problema.
"Las dificultades del camino aumentaron, a medida que subíamos; los peones eran poco conocedores de la zona y la nieve había cubierto toda huella. Desde el pie de la cumbre hasta El Portillo, a 4.800 m., había que repechar más de mil metros en una cuesta sumamente peligrosa. Poco antes de llegar a la cumbre divisamos abajo a nuestro compañero y a un peón que nos hacían señas.
"Llegamos finalmente al Portillo. Eran las 15 horas, y un sol radiante iluminaba el panorama, mientras hacia atrás, abajo, se deshacía la tormenta. El espectáculo, que desde allí se ofrece a la vista, escapa a todo adjetivo. Vecino nuestro casi a nuestro lado, se levanta majestuoso el Alma Negra (6.400), más allá el extenso glaciar de La Mesa, a nuestros pies una muchedumbre de cerros menores bajo un manto de nieve, como si la cordillera se hubiese puesto su traje de vía para recibirnos. Al oeste, recortados sobre el horizonte, un sin fin de picachos señalan el cordón fronterizo. A nuestra izquierda el Cordón de los Amarillos, y frente nuestro, al sud, la mole gigantesca del Aconcagua.
Por aquí pasó San Martín
"Sobre el Portillo, fija a una enorme piedra, una placa de bronce recuerda la gesta memorable. En ella leemos:
"Centenario del Ejército de los Andes. Por aquí pasó el General San Martín, con las Divisiones Vanguardia y Reserva, al mando de los Generales Soler y O'Higgins, febrero de 1817."
Una indecible emoción nos embarga. Sólo los que han vivido en la intimidad ruda y bravía de la cordillera y más especialmente aquellos que una vez sintieron detenerse el aliento y achicarse el corazón, sorteando el Espinacito, pueden valorar en toda su magnitud lo épico de la hazaña. Por esa misma cuesta pasaron miles de hombres hace más de un siglo, animados por un único ideal: la Libertad; por un único amor: la Patria. Por allí quedaron sembradas a lo largo de la huella millares de osamentas de aquellas sufridas y heroicas mulas cuyanas, que, agotadas por el esfuerzo, rindieron su vida y que aún esperan el momento que recuerde su contribución anónima a la libertad de Chile.
"Allí la noche sorprendió a O'Higgins, el héroe de Rancagua, mientras la mitad de su tropa marchaba a pie por la empinada ladera en medio de un frío glacial.
Iniciamos el descenso por uno de los pasos más peligrosos de la cordillera.
Un solo mapa de la cordillera
San Martín, poseía además algunos planos de la cordillera, y uno, hecho a base de ellos, debió ser el que envió él a Pueyrredón, y al que éste se refería en carta del 24 de enero de 1817, si es que el término "plano" no equivale a proyecto. A lo menos para el Paso de Uspallata pudo contar San Martín con un plano bastante discreto, como es la Carta Esférica de la parte interior de la América meridional para manifestar el camino que conduce desde Valparaíso a Buenos Aires, construido por las observaciones astronómicas que hicieron en estos pasajes en 1794 Don José de Espinosa y Don Felipe Bauzá, Oficiales de la Real Armada, en la dirección Hidrográfica.
Es éste el único que conocemos, anterior al cruce de los Andes por San Martín y que pudo serle de alguna utilidad. Consta positivamente que no conocía el General en Jefe plano alguno de la cuesta de Chacabuco, a lo menos con los detalles que creía imprescindibles, y que, antes de la batalla de ese nombre, los ingenieros Arcos y Alvarez Condarco pasaron los días 10 y 11 de febrero levantando un croquis de las serranías, a cuyo efecto contaron con la protección de varias guerrillas de infantería y caballería. Los baquianos, conocedores de toda la ruta, eran pocos, siendo uno de ellos un tal Francisco Oros. Los más sólo conocían algunos sectores. Esto obligó a establecer, como escribe Ornstein "un servicio escalonado de baquianos".
Pero aunque poseyera los mejores mapas ahora existentes, y aunque contara San Martín con los más avezados baquianos, no ignoraba que unos pocos soldados enemigos, estratégicamente colocados en los pasos más difíciles de la cordillera, podían deshacer y aniquilar al más numeroso y poderoso ejército, y por eso, antes de emprender la marcha, realizó una sagacísima guerra de zapa (guerrilas), persuadiendo al enemigo que invadiría por el norte y por el sur, esto es, por Paso Guana, que sale algo al sur de Coquimbo y La Serena, y por el Paso del Planchón, que sale en un punto entre Curicó y Talca, y por esos lados envió algunas tropas. Sólo despistando así al enemigo pudo llevar el grueso del ejército por el Paso de Los Patos y enviar una fuerte división, con toda la artillería por el Paso de Uspallata. De no haber desorientado así al enemigo, que contaba con 5.020 hombres y 30 piezas de artillería, el ejército patrio había tenido que pasar lances muy peligrosos.
Como se aprovisionó el Ejército
Pueyrredón, que era Director Supremo, y el Congreso de Tucumán, o éste por medio de aquél, pudo proporcionar a San Martín algunos recursos en dinero, pero las arcas estaban exhaustas y sabía muy bien el gran soldado que había él de ingeniarse para allegar cuanto podía ser necesario, y tuvo la habilidad, después de ganarse las simpatías de las poblaciones cuyana, en especial, las de los mendocinos, de allegar cuanto le era necesario. Se conservan los originales de algunos de sus pedidos o de sus órdenes, correspondientes a los primeros meses de 1816 y enero de 1817:
"En la necesidad de apelar únicamente a los recursos de esta benemérita Capital (Mendoza) y demás pueblos de la provincia, casi para la mayor parte de los auxilios de Ejército, pongo en la consideración de V.S., que debe exigirse al vecindario, 1.000 recados o monturas completas de regular uso y el mayor número posible de pieles de carnero, ponchos, jergas, ristras o pedazos de éstos, pues no importa que sean viejos.
Pueden admitirse recados, aunque les falte freno, con tal de que tengan riendas".- Junio 7 de 1816.
"Se necesita exigir del vecindario 1.000 monturas y cantidad indefinida de jergas y ponchos para el ejército".- 27 de Septiembre de 1816.
"Espero que V.S. se sirva dictar sus providencias para que se recojan 700 camisas, 715 pares de pantalones de bayetilla y 200 bolsas de lonilla para cartuchos de cañón que se ha repartido entre el vecindario para que las cosa". - Septiembre 27 de 1816.
"Relación de los enseres y útiles que se han entregado al Ejército de los Andes en la fecha:
795 cueros de carnero 209 lomillos 116 cinchas 33 pares de riendas 291 ponchos 74 jergas 43 frazadas 26 badanas blancas 11 piezas de lienzo azul o tucuyo 1 pieza de brin 40 barras de picote o bayeta blanca 58 hachas 18 piedras de afilar." Mendoza, octubre 3 de 1816.
"Para la mantención de las cabalgaduras, arreas y ganados vacunos que debe servir al Ejército, se necesitan 1.200 cuadras de alfalfa, además de las 315 que ya posee el Estado. Espero que V.S. se sirva tomar las disposiciones del caso para que el vecindario nos provea de éste importante auxilio".- 10 de octubre de 1816.
"Una sección del Hospital Militar necesita, por lo menos, dos baños, que pueden hacerse con una pipa (tonel). Espero que V.S. se sirva exigirla de donativo".- octubre 16 de 1816.
"Para cumplir la promesa hecha al Cacique Pehuenche Nancuñan de una media levita de pañete encarnada, con un galón, espero que V.S. se sirva mandar construirla por cuenta del Estado".- 16 de octubre de 1816.
"Para acampar las tropas que vienen de Buenos Aires, he dado al campo la capacidad que permiten nuestros apuros, pero necesitamos gran cantidad de totora; espero se sirva pedir al vecindario cuantas arrias tenga para su conducción".- octubre 8 de 1816.
"Para los trabajos de la Maestranza, se necesita gran cantidad de becerros.
Espero que V.S. se sirva disponer la entrega de todos los que halla almacenados en la Aduana".- noviembre 8 de 1816
"Tres piezas de paño azul que hay en la Aduana, se necesitan para vestuario de la tropa. Espero la orden de V.S.".- noviembre 12 de 1816.
"Don Joaquín Sosa, dueño de famosos potreros, no tiene hacienda que los tale; sírvase exigir, de este patriota, todo lo que tuviere para las arrias del Ejército".- noviembre 13 de 1816
"Espero que V.S. imparta las órdenes necesarias para que todas las carnicerías de la ciudad y suburbios lleven, a la Maestranza, todas las astas de las reses que matan".- noviembre 14 de 1816.
"Sería oportuno exigir de los comerciantes toda la orilla de las piezas de paño que tuvieren para aplicárselas a tirantes de los 2.000 pares de alforjas que se han construido para el Ejército".- noviembre 21 de 1816.
"Recuerdo a V.S. la necesidad de acopiar el mayor número posible de los desperdicios de jergas, ponchos, pieles de carnero y demás artículos aparentes para el auxilio de la tropa en su marcha por la cordillera".- noviembre 1º de 1816.
"Se necesita tomar a flete doce carretas para conducir el carbón de Jocolí para la Maestranza, necesidad que pongo en consideración de V.S.".- diciembre 4 de 1816.
"Se necesita coser, a la brevedad posible 500 camisas, cuyos cortes envío a V.S., para que se sirva repartir el trabajo entre el vecindario".- diciembre 19 de 1816.
"Calculadas las cargas de municiones, resulta que hay un déficit que V.S. se servirá integrar, exigiendo por mitad a las provincias de San Juan y Mendoza".- diciembre 20 de 1816.
"No hay pasto para la tercera parte del ganado. Ruego a V.S. se sirva ordenar que todos los potreros se pongan al servicio del Estado hasta la partida del Ejército".- diciembre 24 de 1816.
"Sírvase V.S. mandar recoger toda la piedra pómez que haya en éste vecindario para la limpieza del armamento"."(nota).- Si en las casas hay destiladeras rotas, serían muy útiles para el mismo fin".- diciembre 26 de 1816.
"Urge acopiar cuanta cebolla hubiera en Mendoza, para proveer al Ejército, como medio de combatir la puna".- diciembre 28 de 1816.
"Si, como lo espero, entramos felizmente a Chile, en cualquier provincia la explotación de minas exigirá gran cantidad de azogue, artículo que no posee aquel país. San Luis lo tiene, por lo que espero que V.S. imparta órdenes para que, trayéndolo a esta capital, esté listo para pasarlo a Chile".- enero 10 de 1817.
"Quedo impuesto de haber llegado a San Juan 340 cueros de los 400 que habían
pedido".- enero 10 de 1817.
"El Ejército necesita, para sus muchos servicios, un número considerable de carretillas; por esto sírvase V.S. dictar las órdenes para que todas las que halla, del comercio o de particulares se pongan a disposición del Comando de Artillería, hasta el día de mañana".- enero 10 de 1817.
"Espero que V.S. se sirva exigir a la Compañía de mineros de esta ciudad, por vía de préstamo, todas las herramientas que tuviese para los trabajos del Ejército".- enero 12 de 1817.
En cumplimiento de esta orden se entregaron: 14 combas, 72 barrenos, 47 cuñas, 6 toquiadores, 8 barrotes. "La ordenanza herramientas que ocupa el Ilustre Cabildo, debe reunirse al Ejército. V.S. se servirá ordenarlo así".- enero 17 de 1817.
"La confección de harina tostada y galleta fina no debe cesar en este mes y en el que entra. V.S. se servirá ordenarlo así".- enero 24 de 1817.
San Martin y las provincias de Cuyo
Tres meses antes de emprender el cruce de la cordillera escribió San Martín esta carta al entonces Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón: "Un justo homenaje al virtuoso patriotismo de los habitantes de esta provincia, me lleva a interrumpir la bien ocupada atención de V.E. presentándole en globo sus servicios.
"Dos años ha, que paralizado su comercio, ha decrecido en proporción su industria y fondos, desde la ocupación de Chile por los peninsulares. Pero como si la falta de recursos le diera más valentía y firmeza en apurarlos, ninguno han omitido, saliendo a cada paso de la común esfera.
"Admira en efecto, que un país de mediana población, sin erario público, sin comercio, ni grandes capitalistas, faltos de maderas, pieles, lanas, ganados en muchas partes y de otras infinitas primeras materias y artículos bien importantes, haya podido elevar, de su mismo seno, un Ejército de 3.000 hombres, despojándose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricultura, ocurrir a sus paras y subsistencia, y a la de más de mil emigrados: fomentar los establecimientos de Maestranza, laboratorios de salitre y pólvora, armerías, parque, sala de armas, batán, cuarteles, campamento; erogar más de tres mil caballos, siete mil mulas, innumerables cabezas de ganado vacuno; en fin, para decirlo de una vez, dar cuantos auxilios son imaginables y que no han venido de esa capital, para la creación, progreso y sostén del ejército de los Andes.
No haré mérito del continuado servicio de todas sus milicias en destacamentos de Cordillera, guarniciones y otras muchas fatigas; tampoco de la tarea infatigable, e indotada de sus artistas en los obrajes del Estado.
En una palabra, las fortunas particulares casi son del público: la mayor parte del vecindario sólo piensa en prodigar sus bienes a la común conservación. La América es libre, Señor Excmo.; sus feroces rivales temblarán, deslumbrados, al destello de virtudes tan sólidas. Calcularán por ellas, fácilmente, el poder unido de toda la Nación. Por lo que a mí respecta, conténtome con elevar a V.E. sincopadas, aunque genuinamente, las que adornan al pueblo de Cuyo, seguro de que el Supremo Gobierno del Estado hará de sus habitantes el digno aprecio que de justicia merecen;
"Dios guarde a V.E. Cuartel general de Mendoza.- 31 de octubre de 1816.- José de San Martín".
Las 6 expediciones militares
Como es sabido, fueron seis las rutas de invasión, dos primarias y cuatro secundarias. El grueso del ejército o columna de Soler tomó la ruta llamada corrientemente de Los Patos. Abrió la marcha desde el Plumerillo el 19 de enero, tomó por Jagüel, Yalguaraz, Río de los Patos, salvó el alto cordón del Espinacito por el paso homónimo, situado a 5.000 metros. El 2 de febrero inició el paso de la cadena limítrofe por el Paso de las Llaretas. Esta columna tropezó con las mayores dificultades, pues fue preciso escalar cuatro cordilleras. La división de Las Heras siguió por el camino llamado de Uspallata y el valle del río Mendoza; tras de librar las acciones parciales de Picheuta y Potrerillos atravesó el cordón limítrofe por los pasos de Bermejo e Iglesias el día 1º de febrero.
El 8, dando curso a las precisas instrucciones recibidas Las Heras entraba triunfante en Santa Rosa, quedando establecida, en la misma fecha, la reunión con la división principal que el día anterior había salido victoriosa en la acción de Las Coimas.
Para operar contra la provincia de Coquimbo, partió de Mendoza un destacamento a las órdenes del teniente coronel Cabot, en San Juan fue reforzado con una partida de ochenta milicianos.
La división de Cabot, tomó por Talacasto, Pismanta y escaló la mole andina por el Paso de Guana. Luego de promover la insurrección en aquella región trasandina y arrollar a sus oponentes, el 15 de febrero entraba triunfante en Coquimbo.
Por el extremo norte, el ejército de Belgrano cooperó, destacando un contingente de ochenta milicianos y cincuenta infantes dirigidos por Zelada y Dávila.
El 5 de enero salieron de Guandacol, desde donde pasaron a Laguna Brava, efectuando la travesía de la cordillera principal por el Paso de Come-Caballos; sorprendiendo a las avanzadas realistas, el 13 de febrero, Copiapó caía en poder de los patriotas.
Con un pequeño contingente, el capitán Lemos debía invadir por el camino del Portillo; sus instrucciones le prevenían "proporcionar las marchas en términos que el 4 de febrero antes de romper el día, quede sorprendida la guardia de San Gabriel, en el camino del Portillo", y era su objeto "hacer entender al enemigo que todo el ejército marcha por el Portillo".
Salvado este paso, practicó el cruce por la cordillera por el boquete de Piuquenes; las malas condiciones del tiempo le impidieron copar la fuerza enemiga, cual era su propósito y así ésta pudo escapar. Posteriormente, Lemos se reunió con el resto del ejército.
Finalmente, por el Paso del Planchón pasó la fuerza del teniente coronel Freire, quien partió el 14 de enero de Mendoza, siguió por el camino de Luján, San Carlos y San Rafael, llegando el 1º de febrero al paso del Planchón por el que franqueó la cordillera.
17· El avance de las fuerzas principales
Fue el día 18 de enero de 1817 que la columna del entonces coronel Juan Gregorio de Las Heras comenzó su marcha, desde el campamento del Plumerillo, y contrariamente a lo que se había antes resuelto, la artillería siguió a la retaguardia de esta columna. Se reconoció que por Uspallata era más fácil el traslado de esas piezas pesadas, que por los Patos. En Canota pasó ese ejército la noche del 18 y del día 19, reanudando al siguiente día la marcha. Cuatro días después se encontraron con tropas realistas, y se sabía que, en Santa Rosa de los Andes, había tropa prevenida y sobre las armas. Hubo un combate en Potrerillos, y pasando por Picheuta, Las Polvaredas y Arrollo Santa María, llegó a Las Cuevas el día 1º de febrero de 1817.
El paso más difícil en el cruce de la cumbre se efectuó de noche, "a la luz de una luna esplendente" y en cinco horas se efectuó el bravo ascenso de 18 kilómetros, desde los 2.800 metros hasta los 4.200. Al poniente de la Cumbre pasó varios días, como San Martín lo había dispuesto de antemano, por medio de un chasque. Reanudó el avance, después de un triunfo obtenido en Guardia Vieja.
La división principal del ejército estaba fraccionada en tres escalones, a las órdenes de Soler, de O'Higgins y de San Martín, y había salido del Plumerillo, el día 19 de enero; continuó en los siguientes, y en los primeros días de febrero los dichos cuerpos franquearon las altas cumbres, no sin dar varios combates, en plena cordillera como los de Achupallas y de las Coimas.
El grueso del ejército llegó a San Andrés de Tártaro y el día 8 de febrero ocupaba la población de San Felipe, donde se le juntó la división de Las Heras.
El cruce de la cordillera era ya una realidad, cual lo había planeado San Martín, y el ejército argentino estaba ya en Chile, dispuesto a dar la libertad al país hermano, asegurando así la suya propia y la de toda la América.
Terminemos estas líneas, recordando como Mitre nos dice que "los escritores alemanes de la escuela de Federico, en una época (1852) en que buscaban ejemplos y lecciones para su Ejército, consideraron digno de ser estudiado el Paso de los Andes, como un modelo, deduciendo de él enseñanzas nuevas para la guerra", y observa que "la poca atención que, en general se ha prestado al estudio de la guerra en América del Sur, hace más interesante la MARCHA ADMIRABLE que el general San Martín a través de la Cordillera de los Andes, tanto por la clase de terreno en que la verificó, como por las circunstancias particulares que la motivaron.
En esta marcha, así como en la de Suwarof por los Alpes y la de Peerofski por los desiertos de la Turannia (Turquestán), se confirma más la idea que un Ejército puede arrastrar toda clase de penalidades, si está arraigada en sus filas, como debe, la sólida y verdadera disciplina militar.
No es posible llevar a cabo grandes empresas sin orden, gran amor al servicio y una ciega confianza en quien los guía.
Estos atrevidos movimientos de los caudillos que los intentan, tienen por causa la gran fuerza de voluntad, el inmenso ascendiente sobre sus subordinados y el estudio concienzudo practicado sobre el terreno en que van a ejecutar sus operaciones, para llevar un exacto conocimiento de las dificultades que presente y poderlas aprovechar en su favor, siendo su principal y más útil resultado enseñarnos que las montañas, por más elevadas que sean, no deben considerarse como baluartes inexpugnables, sino como obstáculos estratégicos".
LA SALUD DE SAN MARTIN
Habiendo vivido la mayor parte de su vida acompañado por las inclemencias del tiempo, y las presiones provocadas al organismo en sus campañas libertadoras, se fue adueñando de un gran numero de dolencias, que lo acompañaron toda su vida, así por ejemplo, uno de sus primeros traumatismos fue el 1801(23ª), cuando transportando caudales del ejercito de Valladolid a Salamanca, fue atacado y herido en el tórax y mano izquierda.
Luego de unos años, en 1808 (30ª), después de Baylén y Tudelay, debuta con episodios de sangrado digestivo y dificultad respiratoria, y se le diagnostica Hemorragia Digestiva Alta , y Asma.
Se descarta la posibilidad de una Tuberculosis, porque de haber sido, no hubiese soportado la travesía en montaña, y su desmejoramiento rápido, y al no existir antibióticos, le hubiese impedido llegar a viejo. Sí están documentados los ataques de asma.
Su hemorragia digestiva era provocada por úlceras gastroduodenales, desencadenadas por la ansiedad, la fatiga, estress físico e intelectual, que le provocaban ardor estomacal, dolor, vómitos, hasta llegar al sangrado.
Este cuadro era provocado también por una alimentación que no lo favorecía, ya que tomaba café, fumaba, acompañaba sus comidas con vino, y su plato principal era el “Valdiviano”(charqui pisado), al que se le agregaba agua caliente, grasa, sal, ají y cebolla, todos estos elementos irritantes para la mucosa del estómago.
Cinco años pasan,1813 (35ª), cuando en la Batalla de San Lorenzo le cortan la cara, y una cicatriz lo acompaña el resto de su vida.
En 1814 (36ª), repite el cuadro hemorrágico, y en mayo pide licencia por su salud, se marcha a Córdoba, y deja el ejército en manos del General Francisco Cruz. Parte de este tiempo, lo pasa en Tucumán, y los sangrados se repiten, y son presenciados por el Oficial Araoz de Lamadrid, lo que descarta, que haya sido un pretexto del Ejército, como lo afirmaba el General Paz, quien fue a visitarlo a Córdoba y vio la realidad.
Apenas mejorado, continuó con sus luchas, y 2 años después 1816(38ª), se agudiza su enfermedad, cuando sale de Mendoza para inspeccionar la cordillera.
En 1817(39ª)agosto, padece una infección de Garganta, provocada por una epidemia de anginas que hubo en Cuyo.
Manifiesta también los primeros síntomas de Gota, con dolores articulares e inflamación, que le disminuyen los movimientos de sus articulaciones.
Es tratado con opiáceos y baños termales que frecuentaba en Tunuyán (Mendoza), y Cauquenes (Chile). Esta enfermedad se transformó en crónica, le afectaba una o varias articulaciones, los ataques se separaban con períodos asintomáticos, y la crisis se precipitaba por la deshidratación, el ayuno, comidas copiosas, abundantes ingestas de carne o alcohol, y desaparece en forma espontánea luego de varios días.
Según Mitre, el día de la Batalla de Chacabuco, apenas podía erguirse en su cabalgadura, debido a uno de éstos ataques. Dice:”ERA SU CABEZA Y NO SU CUERPO EL QUE COMBATIA”. Es atendido por Zapata, y éste le anuncia que vivirá 6 meses, debido a su mal estado general.
Dos años después 1819 (41ª), dice el Oficial Rudecindo Alvarado ”ENCONTRE EN MENDOZA AL GENERAL SAN MARTIN, TAN AGRAVADO QUE DESESPERE DE SU CONSERVACION, y juzgó necesario el inmediato traslado a Chile.
Llamó al Sargento Mayor de Artillería, y le encargó la construcción inmediata de una camilla, tan cómoda como fuera posible, pero en secreto. Preparado todo, incluso los 60 hombres que debían cargarlo a hombro, invitó a Mariano Necochea para persuadir al General a aceptar el obsequio para salvar su interesante vida. Sorprendido, dijo que él no veía ese peligro, al final aceptó, pero dijo que “CEDIA A LA PERSUACION DE SUS AMIGOS, Y NO A SUS CONVICCIONES”. Era su penúltimo traspaso al macizo cordillerano.
Buscó alivio en Cauquenes, acompañado en la travesía por el Fray Luis Beltrán, y su médico, el Dr. Colisberry, previa estancia en Tunuyán. Se lo considera mortalmente enfermo. Sufre además de Hemorroides y Fístula anal (provocada por las comidas constipantes). Su postración es absoluta.
En octubre, la expedición libertadora al Perú sufre una epidemia de Paludismo, teniendo 1500 enfermos. No había medicina en Perú, a excepción de la Quina , pero en los hospitales morían alrededor de 15 personas por día, Vicuña Mackena dice ”EN MEDIO DE AQUELLA DESOLACIÓN, SOLO HAY UNA FRENTE QUE NO ALETARGA la FIEBRE , SOLO HAY UN CORAZON QUE NO SE RINDE AL DESALIENTO, ES SAN MARTIN. SU ALMA GRANDE ALUMBRA SU MENTE DE GRAN CAPITAL Y AL FINAL LE SALVA”.
De la quina, se extrae quinina o polvo de los Jesuitas, utilizada para combatir el paludismo, crece en los Andes Peruanos. Estimula el sistema nervioso, y se utiliza en el tratamiento de la Malaria o Paludismo, porque baja la fiebre. Esta enfermedad produce temperatura, cefaleas, vómitos, diarrea, anemia, edema pulmonar, hipoglucemia, encefalopatía y muerte. Es una parasitosis.
En Lima pululaban diferentes pestes, como cólera, difteria , disentería, sarampión, provocado por parásitos, que infectaban el agua insalubre.
A los (44ª), 1822, después de actuar en Perú, retorna a Chile y contrae el “Chavalongo”, conocido como Tifus, provocado por pulgas, garrapatas, y ratas, que produce fiebre, dolor articular, diarrea y vómitos.
Cuando se retira de Perú, escribe a O Higgins y dice “MI JUVENTUD FUE SACRIFICADA AL SERVICIO DE LOS ESPAÑOLES, MI EDAD MEDIA AL DE MI PATRIA. CREO QUE TENGO EL DERECHO DE DISPONER DE MI VEJEZ.”
Es atendido por la familia de O Higgins y el Padre Bauzá, en el Palacio de Gobierno, después del Terremoto, entre los escombros.
En 1823 (45ª), muere Remedios, él sufre otro ataque de Asma, y al encontrarse sólo con su hija decide viajar a Bruselas 1824 (46ª), donde vive 6 años y toma baños termales en Aix-la- Chapelle, donde alivia los colores que le provoca el clima frío, húmedo y lluvioso de esta ciudad.
En 1826 (48ª), vuelca el carruaje que los transportaba, él se lesiona el hombro derecho, una herida se infecta, y pasan unos días hasta que consigue alivio, 3 años después, 1829 (51ª), vuelve a volcar. En estos años, hace varias visitas a Aix.
Teniendo 53ª (1832), él y su hija se contagian de una epidemia de Cólera, que provocó más de un millón de muertes en Europa. Apenas repuesto, otro ataque de Asma.
Entre los años 1833, 1836 (54-56ª), sufre de varios episodios convulsivos.
En 1840 (63ª), gripe y asma.
En 1842 (65ª), Hemorragia Digestiva Alta. Sufre IRITIS, (enfermedad manifestada por dolor ocular, Lagrimeo, y fotofobia), estuvo un mes sin poder ver.
En 1849 (71ª),Es operado de cataratas, no recupera la visión. Repite el cuadro de cólera. Sus nietas le servían de guía, y él a su vez de protección. Tenían celebrado un tácito contrato de mutuo amor y de tiernos servicios retribuídos, En ellas había vuelto a encontrar sus ojos, ya apagados.
El 17 de Agosto de 1850 (72ª), después de las 14 hs, sintió agudos dolores nerviosos al estómago, muere en su casa, donde estuvo lúcido hasta ese momento, acompañado por su familia, y el Dr. Jardón. En singular coincidencia, a las 15 hs., momento en que se detuvo su corazón, también lo hicieron el reloj de pared de su casa y su reloj de bolsillo.
Médicos que lo atendieron:
.GUILLERMO COLLIESBERRY:(EE UU), le recomendó Cauquenes, San Martín lo nombró Inspector Militar de Mendoza.
.DIEGO PAROISSIENS( Inglés) venía del Ej. Del Norte, atravesó la cordillera por el paso de los Patos, con Soler.
.JUAN ISIDRO ZAPATA(Limeño), empírico. Indicó los baños de Aix-la-Chapelle.
.JARDON, JORDA, O JASSON: Controló a San Martín en Boulogne Sur Mer hasta su muerte.
Resúmen:
A lo largo de sus 72 años sufrió de : asma, hemorragia digestiva, heridas y traumatismos varios, gota, hemorroides y fístula anal, paludismo, difteria, cólera, tifus (chavalongo), erisipela, convulsiones, iritis, cataratas, parasitosis (pulgas, piojos, etc.).
Ha llegado la hora de recuperar al héroe doliente, oculto en el Capitán de los Andes. He aquí palabras de su historiador, el Gral. Mitre a las que no se le atribuyó su signifivativo alcance:
“LOS HEROES NECESITAN TENER SALUD ROBUSTA PARA SOBRELLEVAR LAS FATIGAS Y DAR A SUS SOLDADOS EL EJEMPLO DE LA FORTALEZA EN MEDIO DEL PELIGRO, PERO HAY HEROES QUE CON CUATRO MIEMBROS MENOS, SUJETOS A ENFERMEDADES CONTINUAS O CON UN FISICO ENDEBLE, SE HAN SOBREPUESTO A SUS MISERIAS POR LA ENERGIA DE SU ESPIRITU. A ESTA RAZA DE INVALIDOS HEROICOS, PERTENECIA SAN MARTIN”.
Referencias
  1. ↑ 
    Saltar a:
    a b Carlos Calvo (1864). Anales históricos de la revolución de la América latina, acompañados de los documentos en su apoyo. Tomo III. Madrid: Imprenta de J. Jacquin, pp. 172
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     Las fuerzas veteranas existentes de los blandengues del Fuerte de San Carlos y las milicias de Mendoza que se formaron luego de la Revolución de Mayo que contaban con 958 hombres distribuidos entre 2 batallones de infantería denominados Cívicos Blancos (133 hombres) y Cívicos Pardos (150 hombres), una compañía de artillería de 75 hombres y dos Escuadrones de Caballería en los suburbios del norte y del sur de la ciudad, también denominados Cívicos con un total de 600 hombres
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Cruce_de_los_Andes
https://es.wikipedia.org/wiki/Rutas_sanmartinianas
http://solocorrientes.blogspot.com.ar/2011/08/jose-francisco-de-san-martin-el-cruce_2466.html

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