Adolfo
Kaminsky se recuerda de niño jugando en las calles de Buenos Aires y de
adolescente falsificando documentos para salvar del Holocausto a 3.000
judíos en el París ocupado por el horror nazi. Una nueva biografía
revela ahora la vertiginosa historia de este héroe desconocido.
Nacido en Argentina en 1925, hijo de judíos emigrados de Europa, de
contextura frágil y espíritu pacifista, Kaminsky trabajó durante más de
30 años desde la clandestinidad a favor de los judíos. “Nada me
predisponía a este destino”, cuenta perplejo en “Adolfo Kaminsky, el
falsificador”, una biografía publicada por su hija Sarahen en francés y
que ahora sale traducida por primera vez en España y América Latina.
Y es que Kaminsky se formó como falsificador casi sin saberlo y con
una escuela inusual: la de aprendiz de tintorero. Fue el trabajo que
encontró a los 15 años en un pequeño pueblo francés al que su familia se
había trasladado. Gracias a esa experiencia y a su pasión natural por
la química, descubrió formas de escritura invisible, tratamientos para
tela y técnicas para borrar tintas supuestamente indelebles. Las
herramientas básicas del falsificador.
La conciencia política de ese poder llegó con el avance del nazismo
sobre Francia y la reclusión de los Kaminsky en Drancy, el famoso campo
del que salían los trenes cargados de judíos a Auschwitz.
“El día antes de las partidas, llegaba el eco del llanto de los que
iban a ser rapados, y que se quedaban en la escalera esperando el
amanecer porque faltaban camas en los dormitorios. Era el ruido de un
manicomio”. Pasó tres meses detenido y se salvó gracias a su
nacionalidad argentina, un país aún neutral en la Guerra. Pero del campo
salió un nuevo Kaminsky.
“En Drancy descubrí a los judíos y su diversidad. Los amé, y me amé a
través de ellos, me sentí judío y eso fue algo que nunca más me
abandonó”, cuenta. “Cuando mi padre nos anunció que íbamos a ser
liberados, estuve a punto de negarme. Salir cuando los otros estaban
condenados a muerte. ¨¿Por qué nosotros y no ellos?” Kaminsky entró en
contacto con la Resistencia, comenzó a falsificar documentos y terminó
montando una verdadera fábrica clandestina y artesanal que fabricaba
“hasta 500 documentos por semana”. En el momento más vertiginoso del
libro, debe falsificar en tres días casi un millar de documentos para
salvar de la deportación a 300 niños judíos. Lo logra trabajando tres
días sin dormir. “En una hora fabrico 30 documentos vírgenes. Si duermo
una hora, morirán treinta personas...”, escribe.
Sus trabajos inundaron Francia, Bélgica y los Países Bajos. La
policía no logró nunca dar con el autor. “Ninguno de ellos podía
sospechar que el falsificador que buscaban no era más que un chico”,
intuye Kaminsky. Entonces tenía sólo 17 años.
Su sueño, dice, era “inventar un mundo mejor”. Un mundo “donde ya no se necesitaran falsificadores”.
Fuente:
Diario Clarín 20/9/2011
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/revelan-secretos-del-argentino-que-logr%C3%B3-salvar-3000-jud%C3%ADos
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