La mayor distinción que puede recibir un militar es ser llamado soldado. Esta calificación puede ser para el más alto o el más bajo integrante dentro de un ejército y alcanza a aquellos que se han destacado dentro del conjunto que los constituyen.
La formación del militar cubre una necesidad física, una intelectual y una espiritual y el soldado, si bien surge de ese conjunto de capacidades adquiridas, se distingue en esta última. Ello es, por que ser soldado es, en realidad, un aspecto inmaterial, en los sujetos, que no tiene dimensión ni tamaño, y que esta motivado en su conciencia y materializado en los actos que se supone realizara. El soldado, en la guerra ofrece su vida y en la paz pone en juego su prestigio, en el cumplimiento de su deber y en la ejecución de las órdenes que motivan las tareas que les son características y encomendadas.
Si embargo, el deber, no tan solo alcanza a sus responsabilidades en la función, sino en la vinculación que existe entre los superiores y los subordinados que, amalgamada en la acción, constituyen el cuerpo que los aglutina. Las ordenes son el motivo que impulsa a las realizaciones, que determina los ámbitos y alcances que se espera se materialicen y, su ejecución, no depende de la voluntad personal sino de sus efectos en el conjunto. La unión del deber y el cumplimiento de las órdenes da la fortaleza de los ejércitos y permite su efectividad en las acciones.
El accionar conjunto, hace que cada uno se convierta en camarada, lo que significa una unidad, que se expresa en el conjunto que se integra y se manifiesta en cada momento del servicio, sea este en las guarniciones y en las campañas. La noción del camarada, excede a la dimensión aun del hermano, ya que no surge del afecto fraterno, sino que es la resultante de la responsabilidad reunida, sin ninguna distinción de puestos o jerarquías, que alcanza su sublimación en el espíritu de cuerpo.
El soldado actúa, se arriesga y, llegado el caso, muere, con el convencimiento de que con ello esta contribuyendo al esfuerzo de todos y en la satisfacción de la responsabilidad que tiene atribuida y asignada. El soldado, como todos los seres humanos, sabe del valor de la vida, pero la ofrenda ante el fin superior que es la protección de aquellos que le han asignado su defensa, entregado sus armas y confiado en su accionar.
La formación espiritual de cada soldado, es la que lo diferencia ante el conjunto de soldados en el mundo, ya que ella, se nutre de la historia, que lo hace heredero de un pasado del que se es fiel. Cada soldado, tiene en su mente y en su corazón, los ejemplos de aquellos que le precedieron.
El soldado argentino, se caracteriza por su raigambre hispánica, llena de sabores y formas, de las que hizo gala el General Don José de San Martín y que se volcó como fuego fundente en los capitanes de la historia de la patria. El sentimiento de honor, como el bien mas preciado, cala en la percepción de cada momento, en su actuación, y es el andarivel por el cual se debe realizar, actuar y hacer en cada paso de su vida.
Si bien, es comprensible que la educación física e intelectual del soldado evolucione, conforme las exigencias o parámetros que impone el desarrollo, las nuevas armas o la formas de combatir, es fundamental la preservación permanente y absoluta de lo espiritual. Los hechos del pasado le darán el orgullo de lo que se fue y es, y las esperanzas del futuro le servirán de guía para lo que se deberá ser.
Todos los pueblos, en todos los momentos, sienten lo que para ellos son sus soldados y aquellos que lo son, saben lo que esto significa. Las sociedades que pierden esta virtud y don, que hace una simbiosis entre el ciudadano y sus soldados, pierden la unidad que las hace e identifica como comunidad. La ofrenda de la vida en la guerra y del prestigio en la paz , sin reclamar compensación ni señalar los efectos, es solo de dimensión espiritual, y ello es lo que alienta a sentir el significado de ser un soldado.
Comprender lo que esto constituye para cada uno de aquellos que deciden servir a la Patria en la noble función del soldado, debe ser un pensamiento permanente y sólido, pues con eso se reconoce en realidad lo que ellos constituyen para la sociedad, su prestigio y permanencia como una comunidad con identidad propia y diferencial ante el mundo.
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